Romper el silencio

Deportistas que salen del armario de la salud mental

En un ámbito ultracompetitivo dominado por el tabú y el miedo al estigma, cada vez son más los que deciden a hablar de sus trastornos

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Rafael Tapounet

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En pocos ámbitos de la vida el tabú de la salud mental ha levantado un muro de silencio tan imponente como en el deporte de élite. El temor a que la revelación de algún tipo de trastorno pueda reducir las posibilidades de mantener o acceder a un contrato profesional o a una campaña publicitaria aboca a muchos deportistas a la ocultación, cuando no directamente a la negación, lo que no hace sino agravar los problemas. Ello se produce, además, en un sector en el que la exigencia máxima en los entrenamientos y la presión para obtener buenos resultados a unas edades muy tempranas disparan el riesgo de padecer enfermedades mentales (según un estudio publicado recientemente en la revista 'British Journal of Sports Medicine', este tipo de trastornos afecta cada año a uno de cada tres deportistas de élite).

El miedo al estigma es aún mayor en el caso del deporte masculino, donde la tiránica preeminencia de valores como la fortaleza, la mentalidad ganadora y la reciedumbre se considera incompatible con la duda, el desánimo o el sufrimiento. Es por ello de un valor inapreciable que figuras destacadísimas del deporte mundial, muchas de ellas todavía en activo, se hayan decidido en los últimos años a noquear al tabú a golpes de franqueza y hayan hablado abiertamente de sus problemas, en un gesto que los expertos consideran no solo útil sino indispensable para impulsar una necesaria campaña de "alfabetización" en salud mental, especialmente entre los jóvenes.

Una competición implacable

Resulta llamativo el caso de la NBA, acaso la competición más exigente y con más focos de todo el planeta, un mundo ultracompetitivo en el que los testimonios de deportistas con problemas se multiplican cada año de manera exponencial. John Lucas, un exjugador que vio cómo la adicción a la cocaína y al alcohol hacía descarrilar su carrera y que hoy dirige un programa de salud y bienestar para deportistas, sostiene que más del 40% de los jugadores de la NBA padecen algún tipo de trastorno mental, aunque solo el 5% buscan ayuda para superarlos.

Entre estos últimos se halla Kevin Love, estrella de los Cleveland Cavaliers, que hace un par de años, en vísperas de un All Star, confesó en una entrevista que recibía tratamiento para sus problemas de ansiedad y reveló que había sufrido un ataque de pánico en pleno partido con los Atlanta Hawks. Como él, otras muchas figuras de la NBA han abandonado el silencio para compartir con el mundo sus pesadillas cotidianas: Paul Pierce, DeMar DeRozan, Chris Bosh, Ben Gordon, Delonte West, Markelle Fultz, Channing Frye… También Ricky Rubio, que el pasado año relató en una conmovedora carta pública cómo la muerte de su madre lo abocó a una depresión, y el hoy barcelonista Álex Abrines, que cayó en el abismo durante su etapa en Oklahoma Thunder y perdió por completo las ganas de jugar.

El gol de Iniesta

Más allá del baloncesto, los trastornos de salud mental están presentes en todas las disciplinas deportivas, como revelan los crudos testimonios del nadador estadounidense Michael Phelps ("jamás me curaré, la depresión nunca desaparecerá", afirmó el pasado mayo el deportista olímpico más condecorado de todos los tiempos), el tenista sueco Robin Söderling ("solo pensar que tenía que salir a la pista me daba pánico y me pasaba el día llorando") o el futbolista Andrés Iniesta, cuya decisión de sincerarse sobre los episodios depresivos que padeció en la temporada 2009-2010 abrió los ojos a muchos.

Aunque la depresión y la ansiedad son los rivales más obstinados y persistentes, el mundo del deporte de élite, con sus extenuantes rutinas y su búsqueda de la perfección, también es campo abonado para otro tipo de patologías, como el trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Un problema que tal vez pueda parecer liviano y hasta un punto cómico cuando alguien como David Beckham habla de su necesidad de comprar 20 paquetes de fideos instantáneos cada vez que entra en un supermercado pero que muestra su cara mucho desagradable en testimonios como el del exbase de los Boston Celtics Shane Larkin, cuya obsesión por la higiene (si veía un número por la calle o en televisión, tenía que lavarse las manos esa misma cantidad de veces) puso en serio peligro su carrera. Y su vida.

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