LOS TESTIMONIOS

"Ni con una grabación en la que decía 'te mato' me sentí arropada en el juzgado"

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María G. San Narciso

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Abril (nombre ficticio como todos los que aparecen aquí para preservar la identidad) nació en Colombia. En España conoció a un hombre que parecía perfecto. Los primeros signos de alarma –o actitudes machistas– se manifestaron poco antes de su boda. Luego venían los perdones de él entre llantos. Ella lo atribuyó a los nervios por la celebración, pero después fue consciente de que era el inicio de una situación de violencia que duró seis años. Tres años después de haber denunciado y "huir" aún tiene secuelas.

"La vida comenzó normal. Con un temperamento atractivo fue afianzando el vínculo. Después, poco a poco, fue demostrando la clase de persona que era. Empezó con pequeños desprecios, comentarios mordaces o la ridiculización camuflada en forma de broma", asegura. Luego vino el maltrato psicológico, físico, económico y sexual. "Al principio te lo crees todo; hasta que apareció de manera evidente la humillación, el control, las prohibiciones, el desprecio y los malos tratos continuos. Me decía cosas tan asquerosas que me hacían sentir que realmente no valía para nada", denuncia Abril, a la que el aislamiento, como a tantas otras extranjeras, dificultó su salida de un entorno violento

Tener a alguien cercano es lo que puede hacer que una mujer migrante dé o no el paso para salir de la situación

Todo ese maltrato psicológico, sigue, la hizo empequeñecerse. Ahora la ansiedad se manifiesta con dolor e inflamaciones en diferentes partes del cuerpo. "A veces no puedo ni levantarme de la silla, ni siquiera abrir una botella, porque se me va por completo la fuerza en la mano", explica con la voz quebrada. El psiquiatra le diagnosticó estrés postraumático. También le causa una incontinencia fecal por la que fue operada. "Pero en cuanto tengo algo de estrés me es imposible de controlar", añade.

Su expareja era de origen español, así que considera que él utilizó su soledad en España para tenerla sujeta. No la dejaba relacionarse, la obligaba a hacer sin parar las tareas domésticas y solo cuando, por un tiempo, trabajó fuera del hogar, la llevaba y recogía, y controlaba su dinero. Ni siquiera los fines de semana podía sentarse un rato. A los seis años, un día tuvo claro que debía parar. Ninguna de sus otras dos exparejas –que también sufrieron maltratos– habían denunciado. Ambas habían tenido varios intentos de suicidio.

Confinamiento y ansiedad

Tras la denuncia estuvo seis meses en una casa de acogida con su hija. Enferma y medicada, trató de recomponer su vida tras haber pasado varios años bajo encierro dentro de la misma casa. Todo se le removía. Algo que también le pasó durante el estado de alarma: "Cuando vivía con él no podía ni abrir las ventanas. Durante el confinamiento sentía de nuevo el peligro y regresaron los ataques de ansiedad". Sin embargo, y gracias a la Fundación Ana Bella, ahora está mucho mejor. Y puede contarlo.

"Él me decía que sola no podría seguir, y yo me lo creía", explica una migrante víctima de violencia de género

Tener a alguien cercano es lo que puede hacer que una mujer migrante dé o no el paso para salir de la situación. Rosana no lo tenía al llegar a Barcelona en el 2005. Ella es brasileña con ascendencia andaluza. Llegó a propuesta de la que era su pareja, que tenía la doble nacionalidad: "Venía de una familia desestructurada y él decía que iba a mejorar mi vida. No le costó mucho traerme. Dependía exclusivamente de él".

La familia de él les dio un plazo de tres meses para ayudarlos mientras su expareja lograba trabajo. Si no lo conseguía, dijeron que solo lo ayudarían a él y que podría quedarse con el hijo común. "Lo consulté con un abogado y me dijo que no era así, que no me preocupara. Con ayuda de una vecina me fui a una habitación con el niño. Ahí empezaron los problemas. En estas relaciones ellos siempre consiguen darle la vuelta a la situación y que parezca que no ha sido su culpa. Como yo estaba sola y sin documentación, me lo pensé. La conclusión fue que no podía hacer mucho más, así que seguí con él", explica.

"Ahora ya duermo bien"

Siempre que lo quiso dejar él le decía que "no iba a poder sola"; que no tenía "a nadie". Y ella se lo creía. Intentó arreglar la situación y fue a terapia con él, pero indica que no aceptaba que le dijeran que la manipulaba. 

Hasta que dijo basta. Entre medias, afirma que ni cuando llamó al 016 ni cuando denunció y aportó una grabación con un "te mato" se sintió arropada. "Sientes que tanto la asistencia social como la policía te entienden, pero no en el juzgado. Tienes que probar qué pasó y preguntan constantemente si estás segura. Genera confusión", explica. Los test de evaluación policial sí señalaban riesgo alto. Al final fue absuelto.

Ella también agradece al equipo de Ana Bella haberla ayudado "en los momentos más duros". Cuando atiende a este medio por teléfono, lo hace desde un salón de manicura. "Esto sería algo impensable cuando estaba con él: ahora puedo cuidarme a mí misma. Y dormir. Ahora duermo bien".

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