EL GRAN GALÁN DEL 'HIT PARADE'

Tom Jones, bomba sexual en retirada

El cantante galés cumple 80 años mostrando perfiles espirituales, cuidando de su esposa y dejando atrás su viejo cliché de macho alfa

Tom Jones, en un concierto en el Festival Jardins de Pebralbes, en el 2018.

Tom Jones, en un concierto en el Festival Jardins de Pebralbes, en el 2018. / periodico

Jordi Bianciotto

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Tom Jones: el gran galán y macho alfa del ‘hit parade’, la reserva de testosterona del pop occidental, el pionero en el deporte de esquivar prendas íntimas femeninas sobre el escenario: al principio, usadas y rampantes, y con el tiempo, pulcras piezas extraídas del bolso y arrojadas siguiendo el ritual. En el camino desde la aquella celebración salvaje del ‘sex appeal’ hasta su misma parodia desarrolló el cantante galés un estilo que hoy nos causa un simpático distanciamiento. También le ocurre a él, ahora que cumple (este domingo, 7) la provecta edad de 80 años.

En aquella ‘British invasion’ que dominó la escena de los 60, Tom Jones puso un acento solista viril que contrastó con la tendencia a la ambigüedad sexual. Con su voz carnosa de barítono y su empuje huracanado se llevó a la clientela femenina por delante (y no es una metáfora: presumió de haberse beneficiado de unas 250 fans al año en sus temporadas álgidas) sin caer mal a los hombres. Y su dinamismo erótico-festivo fue milagrosamente compatible con las atenciones a su señora esposa, Linda Trenchard, compañera de la escuela con la que se casó a los 16 años, y con la que sigue unido en la actualidad.

Memoria selectiva

Tom Jones, cuyo apellido real es Woodward, logró dar esquinazo a su destino en la clase obrera (padre minero del carbón) valiéndose de su temprana cadena de ‘hits’. Ahí estuvieron ‘It’s not unusual’, ‘What’s new pussycat?’, ‘Green, green, grass of home’ y, como atalaya, la borrascosa ‘Delilah’, con su historia de un crimen pasional envuelta en trompetas mariachi.

A lo largo de los 70 derivó hacia el decadente circuito del casino, pero tuvo una segunda oportunidad en 1988 y la aprovechó: la super-‘funky’ versión de ‘Kiss’, de Prince, con Art of Noise, preludio de un segundo ciclo de esplendor, tutelado por su hijo Mark (el único que reconoce) y que culminó con la aparatosa ‘Sex bomb’ (1999). Luego, un Tom Jones distinto, que apelaba a la espiritualidad, al góspel y al blues de sus inicios (y que dejaba de teñirse el pelo) emergió con un serio ciclo de álbumes a partir del 2010, al tiempo que hacía memoria (selectiva) en su autobiografía ‘Over the top and back’, libre de anecdotario sexual. El cantante se dedicó a atender a su esposa, que sufrió depresión, hasta su fallecimiento de cáncer en el 2016. En estos años se abría paso un Tom Jones otoñal capaz de mezclar en un mismo concierto la euforia carnal y el recogimiento interior, en anguloso resumen de toda una vida.

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