FICCIÓN TELEVISIVA

¿Qué pasó en Chernóbil?

Después de más de 30 años, sigue siendo la mayor tragedia nuclear de la historia. Ahora, una miniserie de HBO recrea la aterradora tragedia: sus causas y consecuencias

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Nando Salvà

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Lo primero que a uno le viene a la cabeza al pensar en la Unión Soviética no son ni el respeto a la vida y el medioambiente ni las condiciones dignas de trabajo. Sobre todo después de la segunda guerra mundial, las presiones derivadas de la guerra fría y de la carrera por la superioridad tecnológica mundial impusieron una precariedad financiera y una política laboral esclavista que durante décadas mantuvieron al superpaís a merced de un inminente desastre. Ese desastre, claro, se llama Chernóbil, y tres décadas después sigue siendo la mayor catástrofe nuclear de la historia. 

Sus causas y sus consecuencias –y el empeño de las élites políticas por esconder la verdad y callar a quienes querían divulgarla, y el heroísmo de quienes se enfrentaron a amenazas como la radiación y la inercia burocrática– son ahora el asunto de 'Chernobyl', la miniserie que estos días estrena HBO España. Es una de las ficciones televisivas más aterradoras que se recuerdan.

Los soviéticos habían construido la primera central térmica nuclear del mundo en 1954, y consideraban la construcción de grandes proyectos de ingeniería como la mejor propaganda de su poder. La gran cantidad de energía que su creciente infraestructura requería hizo necesaria la decisión de construir cinco reactores gigantes cerca de Chernóbil, localidad ucraniana al norte de Kiev. El primero de ellos fue completado en 1977; el cuarto, en 1983 –el quinto nunca llegaría a terminarse–. También se erigió una ciudad llamada Prípiat a 10 minutos de la planta para alojar a los trabajadores y sus familias. En un país azotado por las privaciones, aquel lugar era considerado un oasis de abundancia entre cuyos servicios había tiendas que ofrecían queso holandés y perfume francés, clubs literarios y teatrales, discotecas y modernas instalaciones deportivas. Llegó a tener 60.000 habitantes. 

Programa atómico

Tras los neones, eso sí, se escondía un programa atómico basado en horarios absurdos, medidas insensatas de reducción de gastos y un desdén general por la seguridad. Trabajadores inexpertos eran rápidamente promovidos a puestos de tremenda responsabilidad. Advertencias sobre fallos en el diseño de la planta fueron ignoradas.

En las primeras horas del 26 de abril de 1986, en el cuarto reactor se llevó a cabo un test de funcionamiento con el fin de comprobar si era posible proteger la planta de una eventual caída de la red eléctrica –algo por entonces habitual en la Unión Soviética– a través de la activación de generadores de apoyo. Sin embargo, era una prueba apresurada y mal planificada y, como consecuencia, provocó dos explosiones que destruyeron techo del reactor y lanzaron toneladas de material radioactivo a la atmósfera.

La ciudad de
Prípiat, junto a
la central, era 
un oasis en la
URSS, con
tiendas,
discotecas y
polideportivos 

Los helicópteros pasaron aquella mañana transportando toneladas de arena, plomo, arcilla y boro y vertiéndolas sobre el reactor en llamas. Los bomberos se apresuraron a llegar a la escena, sin saber que se trataba de un entorno altamente tóxico. Horas después, los alrededores quedaron envueltos de una espesa nube de humo y polvo radiactivos que, a lo largo de 10 días, sería propagada por el cielo de Europa a causa del viento. Pero, durante la primera tarde posterior al accidente, para la mayoría de los habitantes de la región lo único que perturbó la calma habitual fue el hecho de que los pájaros hubieran dejado de cantar. La población de Prípiat no fue evacuada hasta dos días después de las explosiones. Por entonces, docenas de reservistas del ejército ya habían sido movilizados para llevar a cabo labores de limpieza; la única medida de protección que se les proporcionó fueron unos guantes tan ineficaces que muchos de ellos acabaron apartando desechos radiactivos con sus propias manos, condenando así su propia vida por servir a la patria.

«Un accidente»

Casi tres días después del colapso en Chernóbil, las alarmas sonaron en una central nuclear sueca. Solo entonces consideraron los oficiales soviéticos que era necesario hacer pública una concisa declaración oficial en la que simplemente se leía «se ha producido un accidente» y se omitía cualquier otro detalle relacionado con el qué, el cómo y el cuándo. La estrategia del secretismo y la negación no hizo más que avivar la rumorología, y algunos diarios occidentales no tardaron en sembrar el pánico manejando fuentes no contrastadas.

Se trazó un área de más de 4.000 kilómetros cuadrados conocida como Zona de Exclusión. Todas las comunidades situadas dentro de un radio de 30 kilómetros alrededor de la planta fueron desocupadas y abandonadas, y actualmente sigue estando prohibido vivir allí –en las partes más remotas de la Zona de Exclusión, eso sí, algunas decenas de personas fueron autorizadas para regresar a casa pocos meses después–. Con el tiempo, el número total de evacuados de territorios seriamente contaminados alcanzó las 340.000 personas.

56 muertos ‘oficiales’

Las cifras oficiales de muertos, referidas en exclusiva a los fallecimientos causados directamente por los efectos inmediatos del accidente, hablaron de 56 personas. Las no oficiales, que tomaron en consideración factores como el aumento de las tasas de cáncer en la región, se situaron en lugares diversos entre las 4.000 y las 95.000 personas, dependiendo de qué organismo fuera el encargado de hacer los números. 

Actualmente, en las áreas habitadas más cercanas a Chernóbil siguen naciendo niños con anormalidades y desórdenes genéticos. Y sigue sin haber consenso científico respecto al inmenso coste humano de la tragedia.

La planta siguió
produciendo
electricidad
durante 14 años,
hasta que la
presión social
provocó su
cierre en el 2000

Por lo que respecta al coste político, las autoridades soviéticas pasaron años tratando de entorpecer investigaciones y restar importancia a las deficiencias en la gestión de la crisis, privilegiando su propia supervivencia a costa de una transparencia que sin duda habría contribuido a prevenir catástrofes similares en el futuro –la planta de Chernóbil siguió produciendo electricidad durante 14 años más, hasta que la presión internacional provocó su cierre en el 2000–. Tanto ese posicionamiento como el elevado coste económico de las operaciones de limpieza acabaron jugando un papel esencial en el colapso de la Unión Soviética en 1991.

Se calcula que el territorio que rodea la planta seguirá sin ser habitable para el ser humano durante los próximos 20.000 años, aunque en los últimos años Prípiat se ha convertido en uno de los destinos turísticos más populares de Ucrania. Curiosamente, dos tercios de la Zona de Exclusión se han convertido una reserva salvaje poblada por un número creciente de lobos, zorros, linces, jabalíes, ciervos y alces, un edén natural en el que no hay sitio para la estupidez humana.