Alberto Chicote, el chef justiciero

zentauroepp45690932 os adjunto el original de ilustraci n sobre  alberto chicote181031171832

zentauroepp45690932 os adjunto el original de ilustraci n sobre alberto chicote181031171832 / Tassies

Ramón de España

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Conocí a Alberto Chicote hace casi 10 años, durante una cata de sakes y tapitas japonesas en un restaurante barcelonés cuyo nombre he olvidado, aunque debía ser de campanillas, pues hasta ahí se había desplazado el cónsul de Japón, un señor muy simpático con el que mantuve una breve conversación sobre los mangas, a los que él era muy aficionado.

Se trataba de un evento para 'vips', por lo que tuve que colarme de la mano de una amiga cineasta muy aficionada a todo lo japonés. En realidad, decir que conocí a don Alberto Chicote del Olmo (Madrid, 1969) es una exageración, pues, aunque lo tenía cerca en la mesa, el hombre apenas me dirigió la palabra –ni a mí ni a nadie, a excepción de un amiguete que se había traído el condumio–, centrándose en lo que ocurría en la mesa más que en la cháchara de los invitados.

Mi amiga me informó de quién era, de que tenía un restaurante japonés en Madrid, Yakitoro, y de que estaba en la lista de cocineros emergentes españoles. La verdad es que a ambos nos pareció un tipo un tanto sobrado y no salimos del restaurante con muy buena impresión de él. Igual tenía una mala noche.

La versión de Ramsay

Esa impresión mejoró cuando se hizo famoso con sus programas de televisión. Concretamente cuando le tocó protagonizar 'Pesadilla en la cocina' (desde el 2012 y en plena forma; pronto llegará la nueva temporada), versión española del célebre programa de Gordon Ramsay, chef temperamental especializado en infundir terror a sus esbirros en la cocina del restaurante de turno.

Chicote se puso a hacer lo propio y, aunque al principio yo no le hacía el menor caso y cambiaba de canal cuando lo veía aparecer en el televisor, poco a poco me fui enganchando a su programa, hasta llegar al extremo de tragarme enteros varios de sus episodios. Me encantaba la indignación que se apoderaba de Chicote cuando se enfrentaba a restauradores de una torpeza inverosímil.

Y creo que el programa mejoró mucho cuando empezaron a centrarse en los comederos más infectos de toda España, donde siempre había un personal de derribo que sacaba de quicio a nuestro hombre: Chicote debía enfrentarse cada semana a un pinche cizañero, a unos camareros vagos y displicentes, a un propietario sobradísimo e inútil, a unas cocinas con más mierda que el palo de un gallinero o a todos esos elementos a la vez.

Cuando no podía más, salía a la calle y hablaba a cámara para informarnos de que nunca había visto algo parecido, en una perfecta imitación de esos sargentos negros de las películas americanas que siempre reciben a los nuevos reclutas gritándoles que jamás habían tenido que bregar con semejante pandilla de desgraciados.

Broncas formidables

Chicote es un hombre que pega unas broncas formidables, pero también tiene en cuenta el factor humano. En uno de esos restaurantes aborrecibles, agarró al dueño –principal responsable por su desidia del desastre imperante en su establecimiento– y se lo llevó a ver un partido de rugby.

Chicote formó parte de joven de la selección madrileña de ese rudo deporte –junto a Javier Bardem–, y se cascó un monólogo sobre cuán invencibles eran los que habían jugado a rugby y cómo no había reto que no superaran, que el otro se echó a llorar en sus brazos y prometió enmendarse: en el campo había entrado un guiñapo humano, pero ahora salía de él un triunfador. Y es que, además de cocinero, Chicote es todo un 'motivational speaker' que sabe alternar la mano dura con la ayuda humanitaria; no solo mejora la calidad de tus comistrajos, sino que también te ayuda a ir por la vida pisando fuerte.

'Life coach'

Ahora, Alberto Chicote está al frente de otro programa que también está funcionando muy bien, '¿Te lo vas a comer?', en el que ejerce de superasistente social, preocupándose por la comida que se sirve en hospitales, residencias de ancianos o fiestas populares. Antes de elegir el objetivo, necesita la participación del público en forma de denuncia. Si usted cree que están envenenando a su abuela en la residencia, o que en el hospital donde acaban de operar a un pariente cocinan que da asco, o que la culpa de la feroz diarrea que está padeciendo es de una comilona en el pueblo de sus padres de la que salió prácticamente en ambulancia, Chicote es su hombre.

Yo empecé teniéndole manía y ahora me confieso un rendido fan. Chicote no es un cocinillas aburrido, sino el amigo de los torpes, vagos e inútiles, así como el justiciero de hospitales y residencias y una especie de life coach para almas atribuladas. ¿Hay quien dé más en la actual parrilla televisiva?