TRAS LAS HUELLAS DE MONTSERRAT ROIG

Caricias y puñetazos

En la última época llamó a sus columnas 'Melindros'. Su aspecto era tierno y dulce, pero sus ingredientes podían dejar 'KO'.

GEMMA TRAMULLAS

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Intentar diseccionar el discurso de Montserrat Roig es como tratar de hacerle la autopsia a una rana viva. Las palabras resbalan, brincan, se escabullen, se resisten a ser separadas y encapsuladas. Lo ideal sería devorar los 1.348 artículos que publicó en EL PERIÓDICO entre 1978 y 1988 sin intermediarios, pero en ausencia de una recopilación completa de esta extensa obra periodística –Ediciones B publicó una selección de los escritos de la última etapa en 'Melindros' (1990)– habrá que ir pasando con este intento de aproximación al 'presunto' pensamiento de Montserrat Roig.

AMOR

Si esta disección temática organizada en prudente orden alfabético empieza por algo tan poco académico como el AMOR, no es solo porque la palabra empiece por A, sino porque todo en esta mujer está sostenido por este sentimiento, que en ella es equivalente a vibrar, a conmoverse con una persona, una ciudad, un paisaje, una cultura, un pensamiento, una causa. Es el amor –o la ausencia de él– lo que da sentido a su vida y lo que la lleva a escribir. Plantear el amor como valor político en la prensa de los años 80 era una trangresión en toda regla. En aquel desierto, ella estaba sola.

Una cantidad considerable de sus artículos atacan la idea del amor romántico entre hombre y mujer. Nutriéndose de su propia experiencia –se casó y tuvo dos hijos con militantes del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC), del que ella se acabaría alejando–, Roig confesó su decepción ante la incapacidad de amar de sus compañeros marxistas y denunció la liberación sexual como un engaño. Más adelante en su vida, amó al margen de la ideología y se dice que consiguió ser feliz, a ratos.

La otra cara de la moneda era su ilusión por otro tipo de amor (no necesariamente sexual): el amor entre las mujeres, por los hijos, por los ancianos y por todos los seres invisibilizados (pobres, inmigrantes, enfermos...). En esta línea publicó artículos durísimos contra una sociedad que ingresa a sus mayores en residencias y deja la salud en manos de expertos con carrera y nula sensibilidad. "En los hospitales la gente se muere de hospital", escribió.

BARCELONA

Vivió la mayor parte de su vida en la calle de Bailén, en un piso típico del Eixample barcelonés abierto a un patio interior que se convirtió en la metáfora de su infancia. Su Barcelona es un reflejo de su propia identidad mestiza. Era la sexta de siete hijos de una familia pequeñoburguesa y cuando tenía pesadillas nocturnas buscaba consuelo en la calidez del cuerpo y las palabras de las empleadas domésticas andaluzas. "Barcelona será guapa cuando asuma que es una ciudad mestiza", publicó. Otra de sus frases resultonas era: "Las Ramblas son un Hyde Park latino".

Su relación con la ciudad era esquizofrénica, la amaba con pasión pero regularmente tenía que alejarse de ella para sobrevivir, de ahí que pasara largas temporadas en el extranjero con la excusa de estudiar o dictar conferencias. El artículo 'Barcelona me seduce y me escinde' (1985) lo explica: "Mi mente rechaza los Juegos Olímpicos, habida cuenta del espectáculo que ofrecen algunos barrios, con profundas deficiencias que podrían ser reparadas. Las ciudades más hermosas se han asentado muchas veces sobre el dolor. Sin embargo mi estómago se rebela en un cosquilleo sentimental. En 1992 Barcelona podría ser por unos días el centro del mundo y yo me he cansado de contarles a los europeos de balneario que Barcelona está al norte de Benidorm y al sur de Tossa".

Aunque no llegó a ver su ciudad convertida en uno de los destinos más populares del turismo de masas, sí que intuyó algunos de sus problemas futuros: "Si yo fuera alcadesa –llegó a escribir– sacaría de la ciudad todos los coches con una sola persona" y, a renglón seguido, confesaba que ella conducía sola al trabajo. La coherencia entre su discurso y su práctica cotidiana no era su fuerte". ¡Cómo se echa de menos un Melindro suyo sobre la estatua de Franco en el Born o la superilla de Poblenou!

CULTURA

A la escritora se le atribuye la frase de que "la cultura es el arma más revolucionaria a largo plazo". Ella era consciente de su privilegiado acceso a la cultura. Su madre, Albina Francitorra, ya escribía antes de casarse y era una lectora voraz, y su padre, Tomàs Roig, era un respetado intelectual. Aunque nunca le sobró el dinero, tampoco tuvo que levantarse de madrugada para fichar en la fábrica y disfrutó de una sólida formación académica.

Publicar en EL PERIÓDICO y en castellano –su lengua de uso cotidiano y literario era el catalán– era una oportunidad para combinar la alta cultura con la cultura de masas y la sabiduría popular, que tanto apreciaba. Pocas personas tenían la capacidad de plantear el estreno de 'E.T.' como una oportunidad para salirse del cánon cultural marxista y al día siguiente titular su artículo 'Mozart, Salieri y Pushkin'.

EDUCACIÓN

  También sus artículos sobre el sistema educativo podrían leerse hoy sin sonar antiguos. He aquí una muestra fechada en 1984: "El fracaso escolar es nuestro propio fracaso, esta incapacidad colectiva de construir una sociedad civil con una ética ejemplar. El ministro desea que [a los hijos] se les prepare mejor para la vida. Yo no sé para qué clase de vida se les quiere preparar, con el lío organizado que tenemos los mayores y con esta desidia, que parecemos alimentar, de vivir sin ninguna esperanza. A lo mejor metemos a los niños en la escuela porque odiamos en ellos lo que perdimos. Es decir, nuestra propia imaginación para soñar".

Sus palabras iban directas al estómago y al corazón y, para bien o para mal, los lectores nunca se quedaban fríos después de leerla. Le escribían para contarle sus alegrías y sus miserias –que ella reciclaba a menudo para usarlas como material periodístico– y también para regañarla cuando consideraban que se había pasado de la raya. Por eso a veces, como en el caso de los maestros, un día podía escribir que "lo que menos soporta un alumno es contemplar la viva imagen de la derrota en la tarima" y al otro denunciar la falta de recursos en las aulas. Para compensar.

FEMINISMO

  Como en el cuento preferido de su hijo Roger ('Mare, no entenc els salmons') Montserrat Roig siempre fue un salmón nadando a contracorriente, una clandestina entre clandestinos, una rebelde entre rebeldes. "Yo no me he considerado buena en nada –decía–. Ni buena nacionalista, ni buena comunista, ni buena feminista".  Pero era feminista hasta el tuétano, vaya si lo era. Cada uno de sus artículos es un reto al statu quo y al poder y eso es intrínsicamente feminista, pero nadie, ni siquiera la élite de pensadoras feministas, le iba a decir a ella cómo tenía que pensar.

Su Melindro titulado 'Adiós Simone' (1985) es clave en este sentido. "Simone de Beauvoir nos engañó, porque nunca nos mostró cómo se iba quebrando al ver que Sartre la decepcionaba; siempre nos daba la solución de cómo hay que vivir, en este mundo, siendo mujer e inteligente. Y eso es imposible: la vida no son más que remiendos, parches que se van poniendo a las ilusiones. Yo prefiero a Simone Signoret [la actriz francesa]. Ella era todo lo contrario: podía estar contigo, en la cocina, bebiendo alcohol, y hablando de tus ojeras y arrugas con la sonrisa a medio esbozar".

Roig denunció hasta la extenuación las estructuras de poder construidas sobre el pilar de la testosterona, que desembocan en situaciones de desigualdad y violencia contra la mujer y contra todos los seres que se atreven a mostrarse vulnerables. Cuando en 1979 Margaret Thatcher se convirtió en la primera mujer que accedía al cargo de primera ministra en el Reino Unido, también la criticó por asumir un rol patriarcal.

En artículos como 'A mi querido hombre' y 'La inutilidad del hombre moderno' ya denunciaba los micromachismos y reivindicaba las nuevas masculinidades, conceptos que ni siquiera habían sido nombrados y mucho menos publicados. Probablemente, la reacción a algunos de estos escritos hace 40 años sería equivalente a la polvareda que se levanta ahora cuando a algún representante público se le ocurre hablar de la copa menstrual o de la crianza de los hijos en colectividad.

POLÍTICA

  Uno de sus ejercicios habituales era trasladar los grandes temas de la política a la calle o, mejor, a la cocina, para tener una mejor perspectiva. Así, cuando Adolfo Suárez anunció elecciones en marzo de 1979 ella escribió un artículo titulado 'Un ama de casa'. Dice así: "Creo que lo que el país necesita es un ama de casa en cada alcaldía, en cada municipio, en los ministerios. Un ama de casa (...) provista de una buena escoba de esparto y un trapo de polvo. Un ama de casa que organice y que tenga las palabras justas. Que garantice la vida, física y moral, de los ciudadanos. Un ama de casa que no juegue con la existencia colectiva como si esta fuera un mecano enorme construido con piezas de muerte, cansancio, miedo y aburrimiento".

Un reciente intercambio de tuits confirma hasta qué punto es vigente su pensamiento. "Si esta fuera una sociedad seria, Ada Colau debería estar fregando suelos", tuiteó un concejal del PP de Palafolls. A lo que la alcaldesa de Barcelona respondió: "Ser alcaldesa y fregar suelos es compatible. Ser machista y concejal no debería serlo".