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"En el taxi he llorado de alegría"

Yolanda Fernández lleva 11 años trabajando como taxista de Málaga

Yolanda Fernández lleva 11 años trabajando como taxista de Málaga

LLUÍS MUÑOZ / BARCELONA

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En ocasiones lo que buscamos está tan cerca que no lo vemos. Por ejemplo, Yolanda siempre estuvo rodeada de taxis. Su padre era taxista y, cuando este se jubiló, su hermano continuó con la licencia. También su exmarido forma parte del gremio. Pero Yolanda nunca se había interesado por la profesión. Trabajaba de administrativa en una empresa de la construcción, hasta que en 2007, con la crisis, la empresa cerró y a la edad de 40 años se vio en el paro.

Necesitó llegar a esta situación para acercarse a un trabajo para el que estaba destinada. Empezó a trabajar en la central de la emisora asignando servicios. Como no le gustaba, por las noches estudiaba para sacarse el carnet de taxista. Hoy lleva 11 años en el oficio. “No lo cambiaría por nada del mundo, ojalá me hubiera llamado la atención mucho antes”, explica Yolanda, después de dejar a unos clientes árabes en el centro de Málaga.

Hoy, como es habitual, se ha levantado a las 6 de la mañana, ha paseado a su perro y se ha subido al taxi para empezar la jornada. Terminará tarde, con los últimos vuelos, ya que esta semana tiene permitido ir al aeropuerto. El resto del mes suele terminar a las 3 de la tarde. Sin embargo, reconoce que la flexibilidad horaria le da una gran libertad para encargarse de sus asuntos: “Puedo amoldar el trabajo a mis necesidades personales”.

Yolanda prefiere que sus clientes hablen durante el trayecto. Por eso, cuenta que ha hecho un curso de inglés, con el objetivo de hablar con el máximo número de pasajeros: “He descubierto una gran diversidad, cada ser humano es distinto y siempre hay algo nuevo que explicar”.

"Cada ser humano es distinto y siempre hay un relato que contar"

Valora el contacto con el cliente: cuando se conoce la realidad que tienen los demás, se relativizan los propios problemas. La implicación emocional es tan grande que ha llegado a llorar tanto de tristeza como de alegría. “Muchas veces, como el cliente no te ve, te cuenta sus problemas y se desahoga. Me gusta escuchar y empatizar con sus historias”, explica Yolanda, quien gracias al taxi ha aprendido que las apariencias engañan: “De forma inconsciente, cuando trabajas la noche, tienes más reparos con la gente”.

Yolanda se dirige al aeropuerto reflexionando sobre cómo ha cambiado su vida desde que llegó al mundo del taxi. No solo encontró un oficio y una vocación, tuvo la posibilidad de realizar su vida con otro taxista: “Por encima de todo, el taxi me ha permitido conocer a la persona con la que comparto mis días”.

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