EXPLICACIÓN CIENTÍFICA

¿Odias el cilantro? Culpa de tus genes

Cilantro

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Valentina Raffio

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Cuando se habla de cilantro, roquefort o pizza con piña no hay matices. O los amas, o los odias. Será por eso que -como dice el refrán- para gustos, los colores. Pero en el caso del cilantro parece ser que la disparidad de opiniones polariza tanto a fanáticos como detractores. Mientras que para algunos esta especia aporta un toque cítrico a los platos, para otros sabe a jabón, sucio o mohoso. ¿Pero a qué se debe esta enorme diferencia?

La curiosidad científica ha llevado a más de un equipo de investigadores a indagar sobre la cuestión. Por ahora, la respuesta a esta controversia parece estar relacionada con las variantes genéticas encargadas de la recepción olfativa y gustativa de la especia, conocida científicamente como Coriandum sativum. Para conseguir zanjar el debate, recientemente la American Chemical Society ha creado un vídeo para hablar sobre "por qué algunas personas odian el cilantro". 

Curiosamente, la aversión hacia esta especia ha conseguido canalizar el odio de muchos a través de la página web ihatecilantro.com. En esta, sus más de 5.000 seguidores relatan sus experiencias con la especia y a qué les recuerda su sabor. Las variantes más populares que se comentan en el foro equiparan al cilantro a sustancias como el jabón, el metal o incluso detergentes. Pero más allá de la subjetividad de los gustos, la ciencia ha intentado dar explicación a esta disparidad de opiniones a través de un conjunto de estudios y análisis. 

Investigando la cilantrofobia

Uno de los primeros estudios sobre la cilantrofobia tuvo lugar a principios de siglo durante el Twins Days Festival de Twinsburg (Estados Unidos). Durante este evento multitudinario, el neurocientífico americano Charles Wysocki encuestó a cientos de gemelos sobre su opinión respecto al cilantro. Los resultados apuntaban a que un 80% de los gemelos idénticos compartían la misma preferencia por la hierba. Es decir, ambos la odiaban o ambos la amaban. Pero si esta misma pregunta era trasladada a gemelos fraternos - que tan sólo compartían la mitad del genoma - tan solo el 50% estuvieron de acuerdo sobre el cilantro. 

Los resultados de esta investigación salieron a la luz en el año 2012, lo que llevó a Wysocki y a su equipo a concluir que "la evidencia sugiere que debe haber un componente hereditarioen las reacciones que las personas tienen sobre el cilantro, ya sea que se odie o se ame". Este dato, lejos de zanjar el debate, abrió nuevas preguntas para la investigación. 

Componente genético

Tras esta primera aproximación a la aversión hacia el cilantro, un segundo grupo de investigadores liderado por Nicholas Eriksson, de la empresa especializada en genética conocida como 23andMe, encuestó a 14.604 personas de ascendencia europea que afirmaban odiar esta especia. Paralelamente, también se contempló una muestra de 11.851 participantes que declaraban amar su sabor.

En este caso, el estudio concluyó: "Existe un componente genético en la percepción del gusto del cilantro, lo que sugieren que la aversión al cilantro puede provenir de variantes genéticas en receptores olfativos. Proponemos que OR6A2 puede ser el receptor que contribuye a la detección de un olor jabonoso del cilantro en las poblaciones europeas". 

Paralelamente, los datos obtenidos sugerían una correlación entre sexo y ascendencia en la percepción del cilantro. Según el estudio, es más probable que las mujeres detecten el sabor jabonososabor jabonoso del cilantro. Por otro lado, afroamericanos, latinos, asiáticos orientales y surasiáticos serían menos propensos a detectar este sabor desagradable. 

Influencia cultural

Un ulterior estudio desarrollado por la nutricionista canadiense Lili Mauer identificó variantes genéticas olfativas vinculadas a la preferencia de cilantro entre más de 500 personas de ascendencia europea. Los resultados apuntaron a que la proporción de sujetos que odiaban esta especia era del 21% para los asiáticos orientales, del 17% para los caucásicos, del 14% para los afrodescendientes, del 7% para los asiáticos del sur, del 4% para los hispanos y del 3% para los de Oriente Medio.

Unos resultados que, según apuntó Mauer y su equipo, mostraban que "la prevalencia de disgusto por cilantro difiere ampliamente entre varios grupos etnoculturales". Es decir, que la relación amor-odio con esta especia cuenta tanta con un componente biológico como con factores sociales.