La ronda francesa

El Tour entra en Francia pendiente de las 'banlieues' con 23.000 agentes

El fuerte dispositivo de seguridad protegerá la carrera hasta París con las medidas que se implantan en la prueba desde el atentado de Niza perpetrado en 2016

Un Tour exclusivo para Vingegaard y Pogacar.

El Tour tiene un color especial.

Pelotón Tour

Pelotón Tour / LE TOUR

Sergi López-Egea

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El Tour entró este lunes en Francia, tras el multitudinario estreno en el País Vasco, atento a la evolución de la revuelta de las ‘banlieues’ en todo el país, aunque confiado en la burbuja de seguridad que los protege, al hecho de circular prácticamente toda la prueba por territorios alejados de los incidentes y sintiéndose fuertemente protegido por los 23.000 agentes de seguridad que cuidarán de la carrera hasta que el 23 de julio baje el telón de la Grande Boucle en los Campos Elíseos de París.

De hecho, todo cambió en la seguridad del Tour el 15 de julio de 2016, cuando de un día a otro se cuatriplicaron las medidas de protección tras el atentado islamista perpetrado en Niza, que causó la muerte a 84 personas y dejó más de 200 heridos de diversa consideración. Desde entonces, salvo el paréntesis del Tour de 2020, disputado en septiembre y a puerta medio cerrada a consecuencia de la pandemia, la presencia de policías de los diversos cuerpos franceses, la propia vigilancia privada de ASO, la empresa que organiza la prueba, y los cerrojos ampliados de carreteras y calles cercanas al recorrido son visibles en cualquier parte de Francia por la que pasa la carrera.

Escenario cultural

El Tour es la prueba deportiva más importante que organiza el país, que va más allá de la propia disputa de los ciclistas por el jersey amarillo, y que los franceses consideran como un atractivo más de su cultura. Un mes de julio sin Tour sería para el pueblo de Francia como un diciembre sin Navidad.

La organización no ahorra en medidas de seguridad. Los 23.000 agentes que trabajarán hasta París se reparten entre policías nacionales, gendarmes (el equivalente francés a la Guardia Civil) y bomberos, que según la legislación local son los primeros que actúan ante cualquier percance. Además, es el propio Tour el que se hace cargo de los gastos que ocasiona la prueba.

Todas las carreteras, normalmente siempre departamentales, o sea secundarias y no nacionales, por las que pasan los ciclistas se cortan horas antes de su paso. Los aficionados sólo pueden llegar por accesos considerados como puertas que son pequeñas carreteras o caminos siempre custodiados por la gendarmería. Las metas están protegidas por agentes del Cuerpo Republicano de Seguridad (CRS), policías antidisturbios, que siempre son los mismos, que viajan cada día con la carrera y que como este lunes, en la llegada del Tour a Bayona, acompañaban a los miembros de la seguridad privada en el control de los accesos, pequeñas puertas entre vallas por las que sólo pueden pasar las personas acreditadas y los invitados mostrando la correspondiente tarjeta VIP, siempre nominal, tras los correspondientes registros de bolsas y mochilas.

Salidas y llegadas

Los policías que custodian las entradas a la zona de meta (sucederá parecido en Dax, salida de la cuarta etapa donde se actúa de forma parecida) reciben a los acreditados e invitados con sus armas automáticas bien visibles. Por los alrededores, de forma más discreta, se mueven policías de paisano que llevan un brazalete para que nadie se asuste cuando vean a una persona sin uniforme con una pistola en la cintura.

Además, los hoteles en los que pernoctan los equipos ciclistas también están custodiados por agentes de seguridad y previamente los vehículos policiales circulan por la carretera de la competición minutos antes a que lo hagan los corredores. Aun así, el año pasado no pudieron impedir la protesta de unos activistas ecologistas en los Alpes que cortaron la carretera donde se encadenaron y que obligó a detener a los corredores durante unos minutos. La televisión francesa no ofreció ni una imagen de los incidentes.

La reflexión de Prudhomme

“Estamos en contacto permanente con el Gobierno y seguimos la situación muy de cerca”, es la única respuesta que da Christian Prudhomme, director de la prueba, cuando se le pregunta por las revueltas que tienen a Francia en vilo. Aquí siempre se vive con la creencia de que el Tour es el Tour y el respeto es máximo. Pero, por si acaso, apenas se deja un palmo de terreno sin presencia policial.