La ronda italiana
Giro de Italia: Van der Poel demuestra que es una bestia
El nieto de Poulidor conservó la ‘maglia rosa’ en una contrarreloj en la que los favoritos sacaron pecho y donde Mikel Landa por una vez realizó una actuación más que aceptable.
Sergi López-Egea
Periodista
Periodista especializado en ciclismo desde 1990. Ha seguido regularmente el Tour como enviado especial desde 1991 al igual que la Vuelta, varias ediciones del Giro, la Volta y Mundiales de la especialidad. Autor de los libros 'Locos por el Tour' (con Carlos Arribas y Gabriel Pernau, RBA), 'Cumbres de leyenda' (con Carlos Arribas, RBA y reedición en Cultura Ciclista), 'Cuentos del Tour', 'Cuentos del pelotón', 'Cuentos del equipo Cofidis' y 'El Tourmalet', todos ellos de Cultura Ciclista.
Cójase por el lado que se coja Mathieu van der Poel es una bestia convertida en ciclista, un portento de la naturaleza y a un corredor al que hay que amar y respetar más allá de la bandera que exhibe, porque es adrenalina pura, espectáculo con toda la esencia y el corredor que sin ser un especialista contrarreloj es capaz de conservar la 'maglia rosa', que por lo menos llevará hasta el martes en las cuestas del Etna, tras el trámite llano de este domingo en la despedida húngara del Giro.
Van der Poel no ha venido a la ronda italiana a ganarla, como tampoco lo hará en el Tour. Él se toma cada día como si fuera una clásica o como si estuviese expulsando el barro que se adhiere a sus ruedas en el ciclocrós que tan bien domina. Pero estos primeros días son los suyos, el mejor animador del ciclismo, junto al ausente Wout van Aert para que las etapas iniciales de cualquier ronda por etapas se conviertan en un espectáculo como nunca antes se había visto en toda la historia del ciclismo y para mantener al aficionado pegado al televisor o si tiene suerte junto a la línea de meta esperando cualquier proeza de este fenómeno de nieto de Raymond Poulidor.
El gran vencedor
Y si Van der Poel resistió al frente de la general en una contrarreloj de 9,2 kilómetros marcada por la subida al famoso castillo de Budapest, Simon Yates, vencedor de la etapa, supuestamente más escalador que contrarrelojista, evidenció que si por segunda vez en su carrera deportiva mantiene la regularidad que le llevó a ganar la Vuelta en 2018 y se olvida de los constantes altibajos de antes y después a su título en España, está en disposición de pelear por el triunfo y dar mucha guerra en este Giro. Espectacular fue su victoria en la que puso firmes al resto de candidatos a la victoria final.
Tom Dumoulin solo se dejó 5 segundos, aunque estaba claro que era el mejor contrarrelojista entre las figuras de la carrera, mientras que Joâo Almeida, contrastado especialista, decepcionó al entregar 18 segundos al corredor británico.
Todas las figuras apuntadas a la carrera hicieron los deberes. Muy bien estuvieron Vincenzo Nibali (a 19 segundos) y Romain Bardet, en una de las mejores 'cronos' de su carrera deportiva, al perder solo 26 segundos. Pello Bilbao se dejó 26 y Mikel Landa, con una aceptable actuación, solo cedió 33 segundos. En cambio, Alejandro Valverde dijo que no quiso arriesgar en las curvas y cedió 41 segundos, sabedor de que no iba a ganar la contrarreloj y porque su objetivo en el Giro de su despedida no es la general si no una victoria de etapa.
La actuación de Carapaz y el desastre de Sosa
Muy correcto también estuvo Richard Caparaz. El campeón olímpico, al que se le ha colgado el cartel de máximo favorito, descubrió a las primeras de cambio que Yates será un rival muy complicado a la hora de noquear. Él como todos comprobó en las calles de Budapest que el líder del conjunto australiano del Bike Exchange está fortísimo. Carapaz tampoco destaca en el mundo del ciclismo como contrarrelojista pero estuvo muy correcto al entregar 28 segundos en la meta húngara.
Todos se esforzaron al máximo. Todos evidenciaron que han llegado al Giro con ganas de batalla y todos aventuraron una carrera disputadísima con toda la montaña en el camino. ¿Todos? Siempre hay una decepción. La vida nunca es perfecta. Iván Sosa, supuestamente el jefe de filas del Movistar, entregó la friolera de 1.23 minutos, una auténtica barbaridad. Fue el peor del equipo, algo que nunca se puede permitir el jefe de filas de una escuadra nada más empezar porque entierra la moral de todos los gregarios.
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