El Tourmalet

Había una vez... la Vuelta

Entre el domingo por la tarde y el lunes por la mañana toda la caravana de la ronda española se trasladó por carretera desde Ávila hasta Santander

Pelotón Ávila

Pelotón Ávila / LA VUELTA / CXCLING

Sergi López-Egea

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Juanpe López, el joven corredor sevillano del Trek resumió muy bien el domingo la locura que había sido todo el día. Tuvieron que madrugar para subirse al autobús del equipo y realizar una conexión de 145 kilómetros entre el hotel donde durmieron el sábado por la noche y la salida de la etapa de la Vuelta, en la localidad de Navalmoral de la Mata. Y desde allí 200 kilómetros, entre los oficiales y el recorrido neutralizado, para llegar a El Barraco. Pero no acabó allí la cosa. No hubo tregua en la localidad abulense porque todos rápidamente tuvieron que ducharse en los autocares, ocupar uno de los asientos y recorrer 450 kilómetros hasta Santander, adonde llegaron ya con la noche cerrada, cena rápida y a la cama. Un día de perros. O mejor dicho, un día habitual muchas veces para los ciclistas y acompañantes en las carreras de tres semanas.

En España, en Francia, en Italia es imposible conectar todo el territorio yendo en bici durante tres semanas. Si se apuesta por el norte resulta complicadísimo llegar al sur y ya no digamos cuando hay una visita al extranjero o un viaje a alguna de las islas. Por eso, muchas veces, territorios como Baleares, Córcega (adonde solo el Tour acudió en 2013), Cerdeña o Sicilia resultan muy complicados a la hora de visitar. Hay que contratar barcos, aviones, y muchas horas de viaje para todos aquellos, acreditados por una u otra razón, a los que no les queda otra posibilidad que ponerse al volante.

Y ya no digamos si hay que hablar de una vieja reivindicación. Canarias lleva años pidiendo un encuentro con la Vuelta. Montaña y territorio para encerronas los hay en cualquiera de las islas del archipiélago, sobre todo en las grandes. ¿Pero cómo llevas camiones, coches y autocares con un solo día de por medio? Ya salió la Vuelta de Canarias por allá 1988, con tres etapas, dos en la isla de Tenerife y una contrarreloj por equipos en Gran Canaria. Y fueron sin día de descanso de por medio desde Las Palmas a Sevilla, aunque en este caso, habitual por otro lado, los equipos montaron dos dispositivos, uno de carácter insular y otro peninsular.

La norma de la UCI

La Unión Ciclista Internacional (UCI) obliga a los organizadores a que los traslados de corredores se efectúen el día de la última etapa antes del reposo puesto que la jornada de descanso los ciclistas tienen prohibido viajar, para que puedan reposar lo máximo posible en los hoteles sin tener que estar pendientes de autocares, trenes o aviones. Pero, como ocurrió entre el domingo por la tarde y el lunes por la mañana, la autovía a la altura de Aranda de Duero y Santander se llenó con vehículos de todo tipo acreditados por la Vuelta.

Y no fue, ni mucho menos, el peor traslado realizado de punta a punta del país. Hace unos años se viajó desde Sierra Nevada a Logroño y un poco antes de Barcelona a Sanxenxo, que todavía fue peor. O en el Tour, en 2018, cuando se tuvo que ir desde Roubaix, a las afueras de Lille, al norte de Francia, hasta los Alpes, atravesando por la noche decenas y decenas de puentes que cruzaban la autopista, llenos de personas con banderas tricolores puesto que aquel domingo Francia había ganado la Copa del Mundo de Fútbol al derrotar a Croacia en la final de Moscú.

El año que viene, al margen de lo que decida el Giro, el Tour tiene que viajar en un día (eso sí, con descanso) desde Copenhague a algún punto al norte de Francia, presumiblemente por los alrededores de Lille, y la Vuelta trasladarse desde Utrecht hasta algún lugar del norte de España. El Giro puede unirse a este festival de kilómetros si finalmente apuesta por realizar la gran salida desde Budapest, el plan que había en 2020 antes de que la pandemia lo enviase todo a hacer puñetas.

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