La contrarreloj olímpica

Tokio 2021: Roglic y Dumoulin están de vuelta

El ciclista esloveno se proclama campeón olímpico de contrarreloj en el regreso tras su caída y abandono del Tour.

El corredor neerlandés logra la medalla de plata después de retirarse del ciclismo en enero al sufrir una crisis personal por la presión deportiva.

Tom Dumoulin, Primoz Roglic y Dennis Rohan

Tom Dumoulin, Primoz Roglic y Dennis Rohan / AFP / INA FASSBENDER

Sergi López-Egea

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Las carreras, las competiciones no solo se ganan a fuerza de músculo, en el caso del ciclismo con las piernas, sino con la cabeza superando los momentos difíciles, las decepciones, más allá de las caídas, y también la presión que azota al deportista ante las exigencias de los equipos, los patrocinadores, los países o los aficionados. Y los dos primeros clasificados de la contrarreloj olímpica, disputada este miércoles, son un claro exponente de todas estas características: Primoz Roglic (oro) y Tom Dumoulin (plata), dos de las grandes figuras ciclistas actuales.

El corredor esloveno era la gran estrella del pedal en su país hasta que surgió un chaval llamado Tadej Pogacar que lo azotó como si llevase un látigo, un castigo que habría hundido a cualquiera, al quitarle el año pasado el Tour en la última contrarreloj. Volvió para la Vuelta, como si no hubiese sucedido nada, y luego se coronó en Madrid para ganar la segunda ronda española de forma consecutiva.

Y ahora, hace justo un mes, un 28 de junio, se caía a 10 kilómetros de la meta de la tercera etapa del Tour, en Pontivy, para partir al día siguiente como una momia de tantos vendajes que llevaba y acabar abandonando seis días después. Sabía que era el único que podía privar a Pogacar de ganar en París por segunda vez. Como si tuviera una cabeza de granito, el ciclista esloveno dio una lección magistral de lo que debe ser un contrarrelojista para llevarse el oro olímpico a la velocidad, casi de vértigo, de 48,2 kilómetros por hora en un circuito con repechos duros para ahogar a un buen escalador.

Pero es el que el caso de Dumoulin todavía es más exagerado. En junio, a su regreso a la competición después de un invierno y una primera parte de la primavera sabáticos, declaraba precisamente lo que para él significaba una contrarreloj y prácticamente un ciclismo que le provocaba un vacío. “Una contrarreloj es como poner el dedo en una puerta y cerrarla durante 45 minutos”. Solo de pensarlo duele la mano.

"Una contrarreloj es como poner el dedo en una puerta y cerrarla durante 45 minutos", declaró Dumoulin en junio.

En enero veía el futuro negro, lejos de una bici. Él no era feliz y la relación con el ciclismo repercutía negativamente en su matrimonio. No soportaba ni que le pidieran un ‘selfie’ o autógrafo y hasta vio que se quitó un peso de encima cuando en el Tour pasado, en vez de llevar la carga de la jefatura del Jumbo, cedió el liderato a su compañero Roglic (este miércoles ambos han estado acompañados en el podio olímpico por el australiano Rohan Dennis con su medalla de bronce).

Así vio en enero su retirada provisional. "Ha sido como quitarme una mochila de 100 kilos de los hombros. He tomado esta decisión y me siento feliz. Ahora lo que quiero es tomarme un tiempo para mí. Era difícil encontrar mi camino como ciclista por la presión que conlleva y con la perspectiva de diferentes carreras. ¿Qué quiero? ¿Todavía deseo ser ciclista? ¿Y cómo? Me había olvidado de mí este último año y por eso me tomo un receso”.

Por eso, este miércoles ambos han estado de vuelta, recuperados para el ciclismo; uno (Roglic) sin notar nunca los golpes que le ha dado la vida ciclista, para ganar el oro y demostrar desde Tokio que está en la ruta para ganar una tercera Vuelta (comienza el 14 de agosto en Burgos) de forma consecutiva. Y Dumoulin para confirmar que ha regresado a una senda ciclista que le vio ganar el Giro 2017 y ser segundo al año siguiente en la ronda italiana y el Tour.