El Tourmalet

Bonjour, Tourmalet

No será la montaña más dura del planeta ciclista pero sí la que reúne una mayor leyenda en sus cuestas.

La noche previa se alteró por un registro de la Gendarmería al hotel del Bahrein donde los agentes se llevaron los planes de entrenamiento de los corredores que tenían en los ordenadores.

Tourmalet

Tourmalet / CARLOS TIGERO

Sergi López-Egea

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Ya lo tenemos aquí. Este jueves es el día, el del Tourmalet, quizá la montaña más emblemática del planeta ciclista porque hay otras, es verdad, pero pocas tienen la magia y la leyenda de este 'monumento' pirenaico, hasta el punto de que un Tour sin Tourmalet no es el Tour, aunque la montaña muchas veces esté a años luz de decidir la carrera.

Si el Tourmalet pudiera hablar y se le pidiera que citara a los héroes del Tour que alguna vez han dejado su nombre inscrito en su cuesta la lista sería tan larga como los kilómetros de ascensión, por cualquiera de las dos vertientes, aunque siempre me ha gustado más la subida que la parte de Sainte Marie de Campan que por Barèges. Se podría citar a Lapize, el primero en subir al Tourmalet en bici y en el Tour, a Christophe, que perdió allí una ronda francesa porque se le rompió la horquilla y tuvo que bajar a pie hasta Sainte Marie para encontrar una herrería, a Coppi, a Bartali, a Bobet, por supuesto a Bahamontes, a Poulidor, a Anquetil, sobre todos ellos a Merckx, a Julio Jiménez, a Ocaña, a Hinault, a Fignon, a Perico, a Induráin, con su inolvidable descenso de 1993, a Chiappucci, a Pantani, a Contador en duelo con Schleck, a Sastre, a Nibali, a Froome y hasta a Santiago Botero, ciclista colombiano que tiene el registro de haber subido con el plato grande, cuando los platos grandes eran grandes de verdad y no como ahora, simplemente porque le daba "pereza" cambiar. Recuerdo hace tres años que tras acompañar a Delgado en una ascensión cicloturista, Botero, en la comida y gracias a la magia de las redes sociales, nos reconfirmó la anécdota por si alguien dudaba de la gesta.

Territorio cicloturista

Y es ese Tourmalet que este jueves está inundado de cicloturistas. Había que ver de buena mañana el cruce de Arreau que lleva hacia el Aspin, que había que escalar como peaje previo para alcanzar en bici las cuestas del Tourmalet, porque el Aspin, algo más sencillo de subir, debe buena parte de su fama a compartir vecindad con el monte de los montes. Cómo estaba la carretera, cientos de cicloturistas, 'globeros' como se les llama cariñosamente, que habían dormido en localidades vecinas, como por ejemplo Saint Lary donde los fuegos artificiales alegraron la noche del 14 de julio mientras la televisión pública francesa ofrecía desde los pies de la Torre Eiffel el concierto de la Fiesta Nacional donde no faltó el chotis 'París, París, París' en recuerdo a Josephine Baker.

Llega la Gendarmería

Porque subiendo por sus cuestas se olvida todo, hasta las malas experiencias vividas en Pau, que sigue teniendo el sello de ciudad maldita con el Tour, porque siempre pasa algo, y porque solo podía ser Pau el lugar escogido para que la Gendarmería sacara del peor baúl de los recuerdos de la carrera los registros buscando sustancias dopantes, en este caso al equipo Bahrein pues algún equipo, supuestamente local, había expresado dudas sobre su rendimiento y sus victorias, lo que había movilizado a la policía. Inspeccionaron los coches, los autobuses y las habitaciones y se llevaron los planes de entrenamiento, de la red Strava, que había en los ordenadores del equipo. Y poco más. Pau es Pau y cuando el Tour descansa en la ciudad siempre hay que irse a dormir con un ojo abierto por si acaso.

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