El Tourmalet

Y en el horizonte... el Mont Ventoux

'El Gigante de Provenza' reúne tanta leyenda o más que el Tourmalet y no solo en el Tour de Francia

El pelotón del Tour

El pelotón del Tour / LE TOUR

Sergi López-Egea

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Supongo que tengo la autorización del Tourmalet y que por un día me permitirá que su espacio esté dedicado a una montaña que dista mucho de ser su competencia, si acaso una cumbre amiga. Admito, tal vez, que Tourmalet y Ventoux discutan sobre la importancia de cada una de las cimas en la historia del Tour, pero al margen de la carrera, la montaña provenzal supera en leyenda a la pirenaica.

¿Acaso Petrarca subió alguna vez en burro al Tourmalet? Va a ser que no. Pero sí lo hizo al Ventoux para buscar la inspiración, al Ventoux que asciende el Tour en dos ocasiones este miércoles. En el siglo XIV no había carreteras, ni túneles en las entrañas del monte, ni siquiera viñedos, ni mucho menos nadie que imaginase que muchos años después un centenar de deportistas montados en bici enloqueciera para demostrar quién era el más rápido ascendiendo cerca del camino donde el burro superaba lentamente los obstáculos cargado con Petrarca.

Primera ascensión, en 1951

El Tourmalet se subió 40 años antes de que el primer corredor del Tour coronase la cumbre provenzal para comenzar a escribir la leyenda del Ventoux. Fue Lucien Lazarides, de origen griego, y que se estableció en la Costa Azul después de aparcar la bici. Ocurrió en 1951, un año antes de que Jean Robic pasase primero por la cumbre. Robic se hizo famoso porque como era bajito y pesaba poco se ponía plomo en los bolsillos del 'maillot' para descender más rápido por puertos como el Ventoux. Ganó el Tour de 1947, el primero que se celebró después de la Segunda Guerra Mundial y se mató en 1980 al chocar contra un camión aparcado al regresar de una cena con exciclistas. Había bebido en exceso.

Julio Jiménez, al que conocían como 'El Relojero de Ávila', magnífico escalador en la década de los 60, fue el primero en transitar por la cumbre del Ventoux en la maldita ascensión de 1967, porque mientras él superaba todos los obstáculos Tom Simpson agonizaba tras sufrir un colapso para morir en el helicóptero que lo evacuaba al hospital. En los bolsillos de su 'maillot', allí donde Robic colocaba el plomo, encontraron anfetaminas. La muerte empezó a sensibilizar sobre el abuso de farmacología prohibida en este deporte, aunque se precisaron muchas décadas para que comenzase a bajar el vicio.

La madera de los barcos

Cuando Petrarca subió al Ventoux la montaña tenía árboles de pies a cabeza, al igual que el Tourmalet, salvo los prados de La Mongie que sirven para disfrutar del esquí en invierno. No había desaparecido la vegetación, ni la cima se había convertido en un desierto por culpa del abuso que se realizó hasta el siglo XIX cortando árbol detrás de árbol porque se creía que la madera del Ventoux era la mejor para la navegación. El desastre ecológico convirtió al 'Gigante de Provenza' en un paraje de piedras y tierra donde el pedaleo se hace más complicado por el sol y el calor o por el viento que a veces impide pedalear, pero no correr a pie, tal como hizo Chris Froome en 2016 después de que una moto de la organización tumbó al grupo de favoritos de la carrera.

Hay túneles y refugios militares en el Ventoux, mucho más ajetreo que en el Tourmalet por donde solo suben esquiadores en invierno y cicloturistas en verano. Y en un día claro, desde la cima, se aprecian kilómetros y kilómetros de llanura francesa. En verano, al igual que ocurre en el Tourmalet, miles de cicloturistas escalan hasta la cima, donde está instalado un observatorio, generalmente por la vertiente sur, para detenerse unos instantes en el monolito levantado allí donde murió Simpson. En el valle, los campos de fútbol mantienen abiertos los vestuarios para que los ciclistas se puedan duchar después del esfuerzo y antes de regresar a los hogares de origen. ¿Verdad querido Tourmalet que no ha pasado nada por hablar por un día del Ventoux?

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