El tourmalet

Los ciclistas también protestan

Una pequeña revuelta contra los jueces de la carrera alteró este sábado la salida de la 11ª etapa de la ronda española

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Sergi López-Egea

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Los ciclistas también protestan. Vivimos en un mundo en el que, afortunadamente, cuando se considera que una cosa se ha hecho mal existe la posibilidad de mostrar el desacuerdo, siempre sin sobrepasar las líneas de la convivencia. Una vez, ya hace muchos años, y quizás allí no tenían razón, seguramente ninguna, los corredores del Tour 1998 se sentaron en la carretera, en Tarascon sur Ariège, no muy lejos de la frontera franco-andorrana. Dijeron que no querían competir porque la policía los atosigaba con registros y arrestos, mientras buscaban fondos ocultos en camiones y coches donde esconder los fármacos prohibidos que hacían poco creíble este deporte hace 22 años.

El Tour de 1998 fue un calvario, horas de guardia nocturna delante de cuarteles de la gendarmería, persecuciones detrás de los coches del Festina mientras los expulsaban de carrera, conferencias de prensa a cualquier hora del día, detenciones de ciclistas y técnicos, retiradas sospechosas, corredores que se arrancaban el dorsal en plena competición, crónicas escritas a media tarde que por la noche se iban a la papelera. ¡Y eso que internet no estaba aún en ebullición! Y, por supuesto, todavía no se habían inventado las redes sociales.

La ayuda del dopaje

Después, los hechos demostraron que los corredores no tenían ninguna razón porque todos ignorábamos que buena parte del pelotón iba cargado hasta las cejas y casi todos los primeros clasificados, reanalizadas las muestras años más tarde, estaban allí situados, no solo por la potencia de sus piernas, sino por la ayuda de todo tipo de productos dopantes.

Ahora, por fortuna, se protesta, con o sin razón, por cuestiones deportivas, que si los jueces no tenían que haberle dado tres segundos a Primoz Roglic en la llegada de la décima etapa de la Vuelta, que cuando se llega en pelotón y la victoria se decide al esprint hay que ser muy pulcros a la hora de ver si hay o no tres segundos de diferencia. Y ya se sabe, tres segundos pueden parecer una tontería, pero cuando las victorias van tan ajustadas (en el Giro, dos corredores llegaron a la última etapa al frente de la general igualados a tiempo) tres segundos pueden suponer una recompensa a la hora de conseguir la victoria final.

Villaviciosa, un sábado por la mañana

De Villaviciosa, Asturias, salió este sábado la 11ª etapa de la Vuelta y los ciclistas, liderados por Chris Froome, hicieron un amago de plante disconformes con la recompensa de tres segundos que los jueces, no la organización que en estas cosas ni entra ni sale, le dieron a Roglic. El corredor británico se convirtió en portavoz del grupo, no solo por el tesoro de su palmarés, sino porque el perjudicado con la decisión era su compañero de equipo Richard Carapaz.

El tema se solucionó y se partió sin mayores problemas pero, sin embargo, quedó patente, como ocurrió la semana pasada en el Giro, que los corredores tienen voz. En el Giro exigieron y lo consiguieron que la antepenúltima etapa, con más de 250 kilómetros, se recortase más de la mitad. Estaban cansados y hacía un tiempo endemoniado.

El antecedente del Giro

Posiblemente fue un error de la organización colocar esta salvajada de kilómetros en una etapa llana que conducía a fuga o a llegada en esprint tras la lucha en el Stelvio y antes de la última jornada de montaña en Sestriere. No aportaban nada, ni espectáculo para el telespectador. Pero también es cierto que corredores y equipos sabían desde mucho antes de que comenzase la ronda italiana la existencia de esta etapa y no dijeron nada.

Pero es de agradecer que ahora las riñas, enfados y hasta protestas de los corredores sean por cuestiones deportivas y nunca más se vuelvan a ver bicis caídas en la carretera disconformes con la actuación de policías que lo único que hacían era tratar de descubrir trampas y tramposos.

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