el ambiente inaugural

Un Tour diferente y más fluido

La primera etapa demostró que es imposible hacer una ronda francesa a puerta cerrada cuando los ciclistas pasan por delante de casa y solo hay que bajar a la calle

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Sergi López-Egea

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Las 10 de la mañana era una buena hora para calzarse las zapatillas y dirigirse hacia el Paseo de los Ingleses. Había que comprobar cómo iba a luchar el Tour contra los dos virus que preocupan; uno, el sanitario y otro, el terrorista. Y, desgraciadamente, Niza tuvo la calle manchada de sangre hace cuatro años.

Como era de esperar las autoriades locales habían blindado el recorrido de la carrera. Bloques de hormigón y camiones o furgonetas municipales impedían el acceso a la ruta de la carrera por parte de cualquier desalmado que la quisiera liar. Y todo lleno de policías. Ir a la playa, desde la ciudad, era complicado porque todo estaba lleno de vallas, aunque ya el día amenazaba lluvia desde buena mañana. Y, ¿se impediría acudir a la gente o situarse en las vallas? El Tour es el Tour, como dicen los franceses, y a las 10 de la mañana, a seis horas de la llegada del pelotón, ya había gente apostada, poca, de verdad, pero algunos ya habían cogido tanda para que nadie se les situase delante y aguardar así la llegada de los artistas del pelotón.

Fácil verlos pasar, difícil identificarlos

Es imposible cerrar la carrera cuando pasa por tu calle o por delante de casa. Si tienes un balcón o una terraza, entonces fantástico, pero de lo contrario es muy tentador situarse lo más cerca posible de los corredores y verlos pasar, aunque vayan a 40 por hora y con el casco, y más si llueve, sea una obra de arte tratar de identificarlos.

El Tour lo que hizo, lo que hará hasta París, es evitar que la gente se sitúe donde lo ha hecho toda la vida, junto al podio, al lado de los autocares de los corredores, lo más cerca posible del arco de salida. Desde la primera etapa toda esa zona es territorio acotado. Con un poco de suerte solo se permite el movimiento si se lleva una credencial sobre el pecho. Y poco más.

Mejor lo tuvieron el principe Alberto II y su mujer, Charlene Wisttock. Llegaron en el coche de ella desde Mónaco, a media hora de carretera. Y no tuvo problemas para aparcarlo, en la zona restringida. La familia Grimaldi fue la encargada de cortar la cinta que certificaba el inicio del Tour, mientras aviones del Ejército dibujaban el cielo con los colores de la bandera francesa y sonaba 'La Marsellesa'. Sí, es el Tour, pero más fluido y diferente a los anteriores. Y plagado de mascarillas.