la ronda española

Pogacar logra un tercer triunfo de casta en la Vuelta

Roglic sentencia la general en Gredos y Valverde consigue salvar la segunda plaza ante la gran ofensiva de su joven rival esloveno

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Sergi López-Egea

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Tadej Pogacar podría ser su hijo. Como si el niño se hubiera ido con el papá a subir un puerto, le hubiese atacado y luego el mayor, por honor, por orgullo, para demostrar quién era el cabeza de familia, no le habría quedado más remedio que exprimirse al máximo para que el chaval no se creyera demasiado lo que era y, sobre todo, lo que apunta. En el día en el que Primoz Roglic dejó la Vuelta 2019 vista para sentencia, Alejandro Valverde tuvo que apretar hasta lo infinito para que un chico 19 años menor que él no lo expulsase de la segunda plaza del podio, en otro día de gloria, de raza, de un joven esloveno que va para estrella mundial, más allá de las galaxias ciclistas.

Parecía la Plataforma de Gredos, allí donde los amantes de la naturaleza aparcan los coches para penetrar en el interior de la sierra abulense y conocer sus secretos, una especie de guardería. Hacía frío y lloviznaba, por lo que a Nora, la mujer de Roglic, no le quedó otro remedio que refugiarse en el interior de la carpa adjunta a la meta, que servía de sala de prensa. Cuando su padre cruzaba la línea de llegada en quinta posición, a 1.41 minutos de Pogacar y a 9 segundos de Valverde, su bebé lloraba con toda la fuerza de los pulmones ajeno a lo que su progenitor conseguirá este domingo en la plaza de la Cibeles de Madrid. Será el primer esloveno que ganará no solo la Vuelta, sino una ronda ciclista por etapas de tres semanas.

Cien metros más abajo gritaba de satisfacción otro chico, Pogacar, el que atacó al resto de figuras a 38 kilómetros de meta, demarraje lejano, de casta, de los de antes, lejos de las vallas de meta. Chillaba cuando atravesaba la línea de meta después de desplazar a Nairo Quintana del podio y arrebatar a Superman, en un día colombiano para olvidar, el jersey blanco de los menores de 25 años. Sumaba la tercera victoria en la Vuelta, en tres montañas diferentes (Els Cortals d'Encamp, Los Machucos y Gredos) y la segunda vez que ganaba en solitario, contra todos, sobre todo frente a un Movistar que le costo Dios y ayuda, una vez se vio imposible salvar a Nairo, resguardar la segunda plaza de Valverde. Y hasta que el campeón del mundo no tomó las riendas, a cuatro kilómetros de meta, se encendieron las alarmas en la escuadra española.

Problema de comunicación

"Con la lluvia se me había estropeado el auricular. No oía nada y al tratar de arreglar la emisora (la que llevan en la espalda, un aparato minúsculo) cambié de emisora sin querer", explicó  Valverde. Y añadió que fue Ion Izaguirre, rival en el Astana, quien le pasaba las referencias. Pero, sobre todo, el público, el que le chillaba y le pedía que apretase. Ahí comprendió que la situación por la escapada de Pogacar se ponía peligrosa para él.

Mientras, Roglic, circulaba en carroza por Gredos. A él no le importaba, de hecho, por mucha ilusión que le hiciera compartir podio con un paisano, quién lo iba a acompañar esta noche en el cajón de Madrid. Se había quedado sin gregarios, pero, de hecho, los del Movistar eran como si fueran los suyos. Si apretaban por Valverde era como si lo hicieran por él. Salvó la última batalla, sin las encerronas del aire de Guadalajara o de la caída de Toledo. Lloraba su hijo y él se mostraba tan inexpresivo como siempre. "Voy a ganar porque mi equipo siempre supo solventar los problemas que se me presentaron". Ganará hoy porque atizó a todos los rivales en la contrarreloj de Pau, la etapa más decisiva, y porque supo aguantar el tipo y demostrar también que era el mejor, o casi, en la montaña. Este domingo escuchará el himno de Eslovenia y lo hará al lado de una leyenda de casi 40 años, un ciclista irrepetible que se llama Alejandro Valverde

Todas las clasificaciones en la página oficial de la Vuelta.