LA ACTUACIÓN ESPAÑOLA
Cuando duele hasta el alma
"Me dolía todo pero cuando llegué a Alpe d'Huez me olvidé y quise meterme en carrera"
Sergi López-Egea
Periodista
Periodista especializado en ciclismo desde 1990. Ha seguido regularmente el Tour como enviado especial desde 1991 al igual que la Vuelta, varias ediciones del Giro, la Volta y Mundiales de la especialidad. Autor de los libros 'Locos por el Tour' (con Carlos Arribas y Gabriel Pernau, RBA), 'Cumbres de leyenda' (con Carlos Arribas, RBA y reedición en Cultura Ciclista), 'Cuentos del Tour', 'Cuentos del pelotón', 'Cuentos del equipo Cofidis' y 'El Tourmalet', todos ellos de Cultura Ciclista.
Sergi López-Egea
Hubo una vez, por allá 1992, en que Miguel Induráin llegó a Sestrieres, en otro valle alpino, tan cansado que no se tenía en pie. Francis Lafargue, que era su relaciones públicas, tuvo que hacer juegos de magia para encontrarle una silla. De este modo, el campeón navarro atendió a los periodistas tras salvar el Tour ante la furia de Claudio Chiappucci.
Mikel Landa, enamorado del Tour como lo estuvo Induráin y otros ciclistas menos famosos, necesito sentarse, en un pequeño muro de protección, para hablar y para notar en aquellos instantes que más que la espalda le dolía el alma. Con muecas de dolor, pero con cara de satisfacción, porque se demostró a sí mismo que está bien y que jamás se rindió ni se entregó. Y de este modo comenzar a pensar que los dolores habrán remitido en los Pirineos donde, además, contará con el apoyo de un ejército de seguidores vascos, como debe ser.
La satisfacción
Hablaba de satisfacción y contaba cómo había visto la subida final con un Movistar movilizado para que el camino a Alpe d'Huez no fuera precisamente de rosas. "Me dolía todo, pero en Alpe d'Huez quise olvidarme y meterme en carrera para sobrevivir al ritmo asfixiante que impuso Bernal".
"Lo he pasado mal de verdad pero decidí seguir adelante"
Y, así, cuando quedaban ocho kilómetros para la cima, Landa decidió atacar y romper la brutal velocidad que imponía el joven ciclista colombiano. Le respondió Romain Bardet. Los Sky no se movieron. Landa miró hacia atrás y también hacia adelante, donde se le escapaba Bardet. Comprendió que era una locura continuar con la aventura y un esfuerzo demasiado grande para su dañada espalda.
El grupo de favoritos
"Lo he pasado mal de verdad, pero decidí seguir adelante, pillaba y me dejaban, pero luego los volvía a pillar". Así transcurrieron los últimos cinco kilómetros cuando Froome decidió pasar a la acción tras demostrarle Thomas que más que un compañero era un fiel amigo.
Landa veía por delante al grupo de favoritos, del que nunca perdió la referencia visual -importantísimo en las etapas de montaña-. Dumoulin luchaba contra los Sky y Bardet continuaba azotando. Por eso, cuando hubo una tregua, Landa los capturó. Y cuando faltaban 500 metros, ya menos duros, Landa decidió ir a por la etapa. "Comprendí que era mejor ir por delante. Y por eso ataqué". La última curva, decisiva, la tomó mejor Thomas y por eso los ganó a todos. Pero ahí estaba, en primer plano, un combativo Landa.
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