Dumoulin aprieta el Giro
El líder se detiene al pie del Stelvio para defecar en el prado con lo que pierde casi toda la renta, en una etapa que Nibali le gana a Landa
Sergi López-Egea
Periodista
Periodista especializado en ciclismo desde 1990. Ha seguido regularmente el Tour como enviado especial desde 1991 al igual que la Vuelta, varias ediciones del Giro, la Volta y Mundiales de la especialidad. Autor de los libros 'Locos por el Tour' (con Carlos Arribas y Gabriel Pernau, RBA), 'Cumbres de leyenda' (con Carlos Arribas, RBA y reedición en Cultura Ciclista), 'Cuentos del Tour', 'Cuentos del pelotón', 'Cuentos del equipo Cofidis' y 'El Tourmalet', todos ellos de Cultura Ciclista.
SERGI LÓPEZ-EGEA / BARCELONA
Dos viejos amigos seguían por televisión la 16ª etapa del Giro. Uno era Pedro Delgado y el otro Anselmo Fuerte. Como el resto de aficionados al ciclismo no daban crédito cuando a falta de 30 kilómetros vieron a Tom Dumoulin, con la ‘maglia rosa’, despojarse del casco y la ropa. Tras parar la bici, descolgado del pelotón de figuras, se inclinó para defecar en el prado, justo cuando comenzaba el segundo y definitivo ascenso al Stelvio. “Tuve que descargar. No podía más. Es una pena porque los habría ganado”. Salvó el liderato por 31 segundos, en una etapa ganada por Vincenzo Nibali.
Los dos amigos atendían la llamada desde Barcelona. Y se improvisaba una pequeña tertulía. “¿Te acuerdas?”, le decia Delgado a Fuerte. “Sí, fue en el Tour de 1986, en la etapa de Futuroscope, la que le ganó Sarrapio a Bagot. Lemond se cagó encima”.
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31 años después la anécdota de un Greg Lemond, vestido de amarillo, el líder que prefirió defecar encima que parar y ceder un tiempo precioso, se acompaña de risas. “Yo vi que Lemond progresaba y me extrañó que nadie fuese a su rueda. Yo pensé. No hay que soltarse”, recordaba Perico. “Era imposible estar 100 metros detrás de él”, añadía Fuerte. “A los pocos instantes me di cuenta por qué nadie estaba a rueda de Lemond: el olor era nauseabundo. Te entraban ganas de vomitar y llevaba todo el coulote cagado por la parte de atrás”.
Dumoulin, en cambio, en la que estaba considerada como la etapa reina del Giro 2017, primero el Mortirolo y después una doble ascensión, por caras diferentes, al Stelvio, antes de la bajada definitiva a meta, no aguantó más. Se detuvo para abonar el prado cuando la ronda italiana circulaba unos kilómetros por territorio suizo. Hasta ese instante el día transcurría tranquilo. Delante, la fuga en la que iba Mikel Landa (derrotado al esprint por Nibali) y detrás, todos los favoritos, principalmente el líder y con él, también, Nairo Quintana.
SIN COMPAÑEROS, EN SOLITARIO
De repente, Dumoulin se vio muy solo. No fue una diarrea, ni una colitis y ni mucho menos una gastroenteritis. Simplemente se trató de un apretón. Sin más. Pero ya no tenía compañeros de equipo que le permitieran enlazar con el grupo. Comenzaba entonces una apasionante persecución entre el ciclista holandés y todos sus rivales en la general.
El domingo Quintana se fue al suelo en un descenso al derrapar la bici. Dumoulin prefirió esperarlo. Por eso, este martes, en Italia lo vieron malhumorado. Pero, al igual que Lemond se lo hizo encima con un olor que siguen recordando tres décadas después sus compañeros de pelotón, cincuentones como él, el gran Luis Ocaña jamás habría detenido la bici si Eddy Merckx, por ejemplo, hubiese tenido la necesidad de buscar un retrete en mitad del Tour… o del Giro.
ORINARSE ENCIMA
Quienes llevan años cubriendo las carreras han visto imágenes (no tan extrañas, por otro lado) de ciclistas que llegan a meta con sus coulotes chorreando orina y hasta el olor fétido del teleférico de Saint Lary, el día que Zenon Jaskula ganó la etapa grande de los Pirineos, en el Tour de 1993. Un ciclista francés se cambiaba el couloute, tal cual el pañal usado de un bebé. Los periodistas compartían el habitáculo para descender de la línea de meta, en la cima, hasta la sala de prensa.
Quintana y Nibali (segundo y tercero de la general) se lanzaron poco después en busca de una ofensiva para noquear a Dumoulin. Él resistió –y muy bien—por detrás, prueba de que no estaba enfermo. Quintana se distanció, aunque no mucho de Nibali. El ciclista colombiano, con muchos Dolomitas todavía en el guion, está a 31 segundos de Dumoulin y Nibali a 1.12 minutos. Hay Giro. Pero que nadie más vuelva a parar en la cuneta para hacer sus necesidades.
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