El mundo de las prohibiciones es un valor en alza. Se incrementa continuamente nuestra lista de deberes y obligaciones y mengua proporcionalmente nuestra porción de derechos. Se cumplen ahora nueves meses de la prohibición de fumar en los bares, con el consecuente malestar de los fumadores y el disgusto de los vecinos que viven encima de la terraza de un bar. Nueves meses después sigo viendo en todos los bares el letrero que impide fumar, lo cual me parece un sinsentido. El sábado pude contemplar cómo dos turistas entraban y salían del bar al ver el letrero, argumentando su marcha al entender que si en ese local rezaba el letrero de que estaba prohibido fumar, eso implicaría que en algún otro sí estaría permitido. Les comenté que esa prohibición se extendía a todos los bares y que, según nuestros gobernantes, esa ley es extensiva a toda la UE. Me aseguraron que ellos, en Toulouse (Francia), fuman en el interior de algunos bares en los que hay delimitada un área para fumadores. ¿Quién miente, los políticos o los turistas?
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