Sábado, 2 de noviembre del 2013 Anna Pérez (Barcelona)

 Vivimos como ratas. Sí. Hace unos años, unos cuantos afortunados tuvimos la suerte de ganar el sorteo de una vivienda de protección oficial de alquiler para jóvenes. Son unos pisos que están muy bien , con vistas a toda la ciudad e integrados en la montaña de Collserola. Entramos en los pisos dos años más tarde de lo previsto. Algunos ya no éramos tan jóvenes y otros ya no llegaron a instalarse porque en ese tiempo su vida había cambiado. Hace cuatro años que vivo en mi piso y todo sigue como al principio. Ya no me quejo porque la puerta del balcón no haya cerrado nunca bien y me entre polvo y frío o cualquier persona de la calle, ya que está a ras de suelo. Tampoco me importa no poder mover la puerta corredera que nunca ha funcionado. Por estas y otros problemas de una lista infinita he llamado decenas de veces a la Agència de l’Habitatge de Catalunya sin obtener nunca una solución definitiva. De lo que sí me quejo es que por segunda vez tengo que convivir con ratas y ratones dentro del piso, que entran por donde quieren porque el piso está lleno de agujeros; tenemos roedores que viven entre las paredes, que hacen equilibrios por las guías del techo, que dejan excrementos dentro de la tostadora y nos están invadiendo. Ya no es el miedo a caminar descalza por el suelo o de no saber qué te puede salir por detrás del sofá, es el miedo a coger cualquier enfermedad. Nadie nos da una solución. ¿Qué podemos hacer ? Es bonito estar integrado en la naturaleza y somos afortunados por haber podido vivir en 39 metros cuadrados a un precio asequible, pero necesitamos una solución. Muchos vecinos nos planteamos dejar estos pisos. Si nos vamos, ¿quién querrá convivir con las ratas? ¿Dejarán otra vez los pisos vacíos?

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