El otro día encontré una conocida por la calle. Me pareció que estaba preocupada y le pregunté si todo iba bien. Me dijo que unos días atrás le habían encontrado una irregularidad en el pecho y que había ido al ginecólogo para consultarle. Durante la visita, el médico le dijo que había que hacerle pruebas. "Me asusté mucho y me puse a llorar --me comentó--, ¿y sabes qué me dijo para consolarme? Que ninguna mujer se moría por tener que vivir solo con un pecho". El comentario la dejó perpleja y aún se angustió más. Le pregunté si el médico era un hombre y me dijo que sí. Pensé que solo un hombre podía soltar un comentario como este, en una primera visita y sin un diagnóstico claro, y quedarse tan ancho. Hay formas de violencia de género en el ámbito doméstico o en los trabajos, por ejemplo, de las que en los últimos años los medios han hablado ampliamente. Pero hay otras formas de violencia más sutiles y no tan reconocidas que tienen que ver con la falta de sensibilidad en procesos delicados para la mujer, como es este. Que el porcentaje de supervivencia ante un cáncer de pecho es muy elevado, ya lo sabemos. Que se puede vivir sin un pecho, también. Pero el esfuerzo que cuesta hacer todo el camino hasta la aceptación solo lo sabe la mujer que lo vive y merece que el profesional que la trate mida muy bien sus palabras. Todo mi respeto para las mujeres que pasan por este proceso y para los profesionales que las saben acompañar.
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