Tras visitar muchos campos de fútbol siguiendo a mi hijo, he comprobado que la mayoría de clubs de fútbol base sufren el mismo mal. Pero todavía hay esperanza. El equipo de mi hijo, formado por18 chicos de 1999, firmó a principios de temporada un documento consensuado con sus místers con un sencillo decálogo basado en valores como el respeto, la solidaridad, el espíritu de lucha, el esfuerzo, la superación, la mejora personal y colectiva, el compromiso, el fair play, la solidaridad... Cada semana, los niños, cuyas familias también creen en estos valores, los trabajan con intensidad, puntualidad y disciplina. Los resultados les acompañan y son líderes de su grupo de primera división. Pero el club piensa que el equipo tiene que subir de categoría y ha decidido desconvocar jugadores, traerlos de otro equipo, establecer los minutos que deben jugar los chicos... Los entrenadores no pueden decir nada. Muchos clubs hacen lo mismo, incluso en la categoría benjamín. Todo se reduce a un único valor: ganar, ganar y ganar. Hay muchos equipos que no pueden o no saben defender otras filosofías o principios. Quizá la federación podría hacer algo más. Se recurre más a las capacidades físicas de los niños que a enseñarles a jugar al fútbol, con lo que el nivel acabará bajando. Pero nuestro equipo infantil ha dicho basta. Niños y familias nos hemos cuadrado. O somos los 18 o no vamos a jugar. El equipo ya ha dado un paso firme para defender sus valores. Ahora toca especialmente el de la solidaridad. Pero si además se gana... quizá convenzamos al club.
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