Lo que subyace al batacazo inesperado de CiU en las pasadas elecciones catalanas es la desorientación y la desconfianza que sufrimos los ciudadanos. ¿Cómo identificarnos con unos representantes que deciden basándose en su interés y beneficio, a años luz de la búsqueda del bien común? La autenticidad, la sinceridad, el compromiso y la confianza brillan por su ausencia. No son capaces ni de procurarnos una información veraz y transparente. Han perdido toda credibilidad y nos han abocado a una situación de inestabilidad y desmotivación que nos deriva a emigrar de un partido a otro, sin patrón definido. Los resultados de estas elecciones, lejos de esclarecer el mapa político catalán, manifiestan la desarticulación flagrante de la sociedad y el nebuloso confusionismo en el que nos encontramos.
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