Domingo, 6 de septiembre del 2015 Elysa Berloso (Girona)

Hace años hice mío un dicho: «Se ríen de mí porque soy diferente, lo que no saben es que yo me río de ellos porque todos son iguales». Descubrí cómo hay que comportarse para saber y sentir que te quieren de verdad. Descubrí un mundo nuevo donde se cree, se acepta, se valora, se lucha con los demás y con uno mismo... y siempre se aprenden cosas: nunca pasa nada porque sí, y siempre hay algo bueno y/o malo pero no importa, porque también aprendí a vivir aceptando unas cosas y otras. Todo fue una desgracia al principio: soy una persona enferma que tiene un trastorno mental límite de la personalidad.

Ante la enfermedad no basta con pelearse con ella y aceptarla; he decidido hacerla mi amiga, Será más fácil convivir con ella toda la vida y llegar a acuerdos con uno mismo. Como amiga y acompañante para siempre, no hay que vencerla sino aprender a vivir con ella. Es muy importante conocer y entender que forma parte de uno mismo: te hace replantearte tu existencia, y después de una sonrisa, te encuentras en un pozo donde solo hay miedos, rabia, dolor, falta de cariño, ignorancia, y sobre todo mucha soledad. Y así vas viviendo hasta que vives muerto. Descuidas tu yo y tu persona, y como consecuencia de ello surgen otras enfermedades que también se quedan a hacerte compañía, pero sigues luchando.

Y este es mi camino, el camino de la vida. Para vivir hay que creer, y con un motivo se hace más fácil. Sé que tengo un motivo, un ángel de la guarda en la Tierra y la creencia de que me sigue. También os digo, como afectada, que del mismo modo que cuando estás bien no necesitas motivos para ello, cuando estás mal no hay motivo que te sirva. Y estoy, eso sí, indignada con el nombre de la enfermedad: nos estigmatiza y marca nuestras vidas. No sabéis la dificultad que comporta convivir y sonreír con él.

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