Ante casos como el del presunto pederasta de Ciudad Lineal, cabe preguntarse si de verdad hemos hecho todo lo posible por rehabilitar a estos sujetos y minimizar las probabilidades de que reincidan. Mientras suenan peticiones de cadena perpetua revisable, castración química y vigilancia de delincuentes potencialmente peligrosos, los criminólogos observamos atónitos un triste panorama en el que no tenemos ni voz ni voto, y al que no podemos aportar datos rigurosos provenientes de investigaciones científicas porque no existen salidas profesionales para nuestro colectivo; esto impide que podamos conocer el alcance real del problema, así como servir de apoyo a ámbitos como el judicial o el penitenciario. Los tratamientos para violadores seriales existentes en prisión ni siquiera son obligatorios; tal y como apuntaba Lacassagne, "tenemos los delincuentes que merecemos". Mientras tanto, los criminólogos seguimos luchando por hacernos oír y responder a las cuestiones que tanto preocupan a los ciudadanos, con la esperanza de que nuestros dirigentes demuestren cordura y tomen medidas para que los criminólogos dejemos de ser invisibles.
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