No puedo estar más de acuerdo con la forma con la que EL PERIÓDICO habla de los 20 años de la UVI aérea infantil: Los ángeles de Sant Pau. Hace casi dos años, mi hija Mariona, de tan sólo un año, tuvo que ser trasladada en helicóptero desde Andorra hasta el Hospital de Sant Pau debido a una afección grave. Fue y sigue siendo la experiencia más aterradora que he vivido. Como madre, solo te cabe esperar que llegue un ángel y obre el milagro...
Y resulta que yo encontré a muchos, en Andorra y en Barcelona, vestidos a veces de blanco, y aunque sin alas que yo pudiera ver, no solo curaron a nuestra hija, sino que con su gran profesionalidad y aún mayor humanidad nos supieron arropar en tan difícil situación y nos ayudaron a salir de aquel infierno. No recuerdo todos los nombres; entre ellos Helena, Lidia, Puri, Pepi, Maite, Camil, etcétera, pero eso da igual: para mí siempre serán mis ángeles. Gracias a ellos, todo aquello, hoy, no es más que un mal recuerdo lleno de gente extraordinaria.
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