Martes, 15 de diciembre del 2015 Esther Martínez (Sant Cugat del Vallès)

Jordi Évole: de entrada, decirte que en su día agradecí tu artículo por expresar tan claramente “el meu sentir”. Te escribo en castellano porque es mi lengua de origen. Nací en Madrid, de maravillosos padres, madrileños también, en el año 60. Un momento en el que la dictadura todavía castigaba, sí, a los españoles con lengua propia, unos años en los que todavía el centralismo era anulador. Crecí en un entorno en el que viajar y conocer otras tierras, otras culturas, otras lenguas, otras gentes, era estimulante y enriquecedor. De pequeña iba con mis hermanas a bailar sardanas al círculo catalán, mi madre nos hacía deliciosos bocadillos con pan con tomate cuando salíamos de excursión y escuchaba con mis amigos los temas de la "nova cançó".

Igual que nos gustaba viajar al Festival de Jazz de San Sebastián, ver el descenso del Sella escanciando sidrina, quedarnos enmudecidos ante el atardecer de alguna playa del sur, admirar la arquitectura del gótico en Compostela y disfrutar con los colores del otoño en La Vera, de los olores de la huerta murciana, de la fuerza del Cantábrico, del azul del mar de Ses Illes, de las dunas y la singularidad de Fuerteventura, etcétera.

En todas partes me he sentido en casa. Solo recordaros que aquella dictadura que castigaba a los catalanes y a los vascos, con su intransigencia castigaba también a todos los seres que pensaran diferente, a los que creyeran que había que luchar por la igualdad de derechos y deberes, por el diálogo, por el libre compromiso, a los que quisieran abrir su pensamiento y usar la razón. Y de éstos, madrileños y de todas partes, seguimos siendo muchos. Muchos que, sin haber olvidado, decidimos perdonar y abrir nuestro corazón aunque lo sigamos teniendo herido. Ahora vivo en Barcelona, mi hija es catalana y "gaudeixo dels amics que hi he trobat, de la llengua catalana, dels menjars, de la terra, del mar". Y también me siento en casa. Pero, tristemente, el gobierno actual del PP no lo está poniendo nada fácil y, sí, entiendo que así crezca el nacionalismo.

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