Tras la concentración de la pasada Diada, el choque de trenes está asegurado. Con una Convergència i Unió al borde de la ruptura y sin margen de movimiento, las intrigas políticas están aseguradas. No es difícil suponer que CiU jugará sus últimas cartas hasta el final; pero saben que tanto si se echan atrás como si siguen adelante, su batacazo puede llegar a ser una realidad. Por eso, solo les queda una salida: fijar fecha y pregunta para que ERC entre en el Govern y, si cae una, caigan ambas fuerzas políticas. Solo así el president podrá salir de la espiral en la que ha sumido a su partido. Por su parte, al Gobierno de Madrid no le queda otra que esperar a que baje el suflé, jugando sus cartas con muy poca gracia, puesto que dejar pasar las demandas del pueblo catalán será bien visto en el resto de España, pero aquí es un revulsivo que aviva la llama independentista. Lo que es evidente es que la sociedad civil debe seguir marcando la agenda política (a poder ser, sin dinero público) y marchar dos pasos por delante de la casta gobernante. Solo así podremos dejar claro cuáles son los pasos que debemos seguir y conseguiremos descartar medias tintas que no llevan a ningún lado.
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