Jueves, 16 de julio del 2015 Ramon Mas (Barcelona)

Finalmente, el independentismo tiene lista única para el 27-S. Se ha impuesto la racionalidad, y puede hacerse realidad la voluntad del pueblo. Ha hecho falta una cumbre solo 70 días antes de la cita con las urnas. Un récord de ultimátums para superar utopías como el querer competir una final de campeones con aficionados sin los profesionales del proceso soberanista. Habría sido un error histórico y el entierro del trabajo de tres años simplemente para esquivar la ideología del presidente y su partido. La rebeldía de la CUP –niños díscolos de CDC– no tiene que mover un milímetro las líneas maestras de la hoja de ruta del proceso, común a todos los secesionistas. Basta de luchas intestinas por el liderazgo. La hoja de ruta no puede divergir en los instrumentos comunes para lograr la meta. Estamos dirimiendo un nuevo país entre Catalunya y España, no entre derechas e izquierda. Si la confluencia del movimiento independentista no es total y fuerte, será batida por la unidad españolista del PPC, Ciudatadans, UDC y la neutralidad de los indecisos capitaneados por las hadas del federalismo hispánico del PSC, ICV y Podemos. Hemos superado el ridículo de la desunión después de una crisis de egos partidistas, aunque los resultados no fueran satisfactorios. Muy al final, hemos entrado en la fase escocesa de un referéndum formal con forma de comicios plebiscitarios. Gracias al empuje de la ANC, Omnium Cultural, MES, el AMI y otras entidades políticas comprometidas en este sumatorio, el 11-S se verá fortalecida para combatir el abstencionismo del 27-S. Si Catalunya se convierte en una República ya vendrán las elecciones pertinentes para formar el arco parlamentario partidista más adecuado a las necesidades del país.

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