El patrimonio comercial

Barcelona dedicará otros 3,2 millones a remozar tiendas emblemáticas

Las solicitudes de ayudas para preservar los establecimientos icónicos se cuadriplican desde 2015

Casa Gispert, en la calle Sombrerers.

Casa Gispert, en la calle Sombrerers. / FERRAN NADEU

Carles Cols

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Otros 3,2 millones de euros en tres años, la misma cantidad, nada despreciable, que en convocatorias anteriores. Esa es la cifra con la que el Institut Municipal del Paisatge Urbà tiene previsto subvencionar entre 2024 y 2026 la conservación, por ejemplo, de aquellas tiendas que han terminado por ser consideradas emblemáticas de la ciudad, muchas de ellas ni siquiera centenarias, simplemente representativas de lo que el sentido común del barcelonés medio diría que debe ser conservado. Farmacias del Raval, como la Tarrés, la Joaquim Cases o la Llana, la alpargatería de la calle de Avinyó y el colmado de productos coloniales Casa Gispert, de la calle Sombrerers son algunos de los negocios que de forma reciente han pedido y les han sido concedidas esas ayudas para, como dice la primera teniente de alcalde, Laia Bonet, “que la ciudad siga siendo reconocible” y no se diluya la vinculación que los vecinos tienen con el que ha sido su paisaje urbano cotidiano.

Fue a partir de 2014, cuando las nuevas leyes de arrendamientos urbanos convirtieron los alquileres en una subasta al mejor postor, la fecha a partir de la cual Barcelona padeció una cadena de decesos comerciales que parecía que no iba a tener fin. Cerró la icónica Musical Emporium, la Farmacia Vilardell, las camiserías Bonet y Deulofeu, la inclasificable El Indio, se tuvieron que mudar de Cardenal Casañas la Documenta y los pinceles de Piera... Fueron unos meses en los que los obituarios comerciales en la prensa eran habituales y el clamor por poner remedio a aquella situación, suficientemente estridente como para que tomaran incluso medidas inéditas. El Ayuntamiento de Barcelona llegó a comprar por 1,1 millones de euros la finca del número 65 de la calle de Sant Pau y garantizó así la supervivencia del Marsella, porque pocos bares de la ciudad pueden presumir de que en su barra puso los codos Ernest Hemingway.

La Manual Alpargatera, calle Avinyó.

La Manual Alpargatera, calle Avinyó. / FERRAN NADEU

Sin aquella decisión, que entonces hasta pareció un acto desesperado por hacer algo, lo que fuera menos quedarse de brazos cruzados, no hubiera sido posible que 10 años después el Marsella fuera uno de los platós en los que Rosalía y Rauw Alejandro rodaran un videoclip, un detalle en absoluto nada anecdótico.

La cuestión es que desde 2014, lo cual es todo un síntoma, desde 2014 no ha hecho más que aumentar la cifra de solicitudes de ayudas para mejoras del paisaje urbano, un paraguas que tanto cobija el remozado de tiendas emblemáticas como el adecentado de paredes medianeras visibles desde la calle. En 2015 fueron 22 las peticiones ayudas. En 2023 fueron cuatro veces más, 91.

 Según Bonet, este tipo de ayudas son de sentido común, “para poner en valor el patrimonio de alto valor arquitectónico y paisajístico de Barcelona”, algo, además, coherente con el hecho de que la ciudad enarbolará en 2026 la Capitalidad Mundial de la Arquitectura.

La Granja Vendrell, calle Girona.

La Granja Vendrell, calle Girona. / FERRAN NADEU

Entre los comercios que en la última convocatoria recibieron ayudas, solo hay uno del Eixample, la Granja Vendrell, un caso quizá perfecto para comprender el apego que en Barcelona se tiene aún por las tiendas que han sido parte del paisaje cotidiano de los vecinos. Anunciaron sus dueños a finales de 2019 que, a solo dos años de que aquel establecimiento célebre por sus natas estuviera a punto de ser centenario, que se jubilaban y bajaban la persiana. Las muestras de afecto fueron infinitas, de modo que, no sin problemas burocráticos, lograron encontrar a alguien que se pusiera al timón del negocio. El problema sobrevenido fue que, con el local en obras, alguien robó las letras art decó de la fachada, que ccaracterizaban la Granja C¡Vendrell tanto o más que su arquitectura interior. Tal fue el zipizape que se organizó en el barrio, que el ladrón se arrepintió y las devolvió. Ahí están de nuevo, en la fachada.

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