Demolición en mayo

Rezos y protestas para frenar el derribo de una iglesia en Barcelona: “Aún confiamos en un milagro”

La parroquia del Esperit Sant, construida en 1969, cerrará este martes para ser derruida y sustituida por una facultad, mientras un grupo de feligreses sopesa acudir al juzgado para detener la operación

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Jordi Ribalaygue

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Domingo de Resurrección gris en la iglesia del Esperit Sant del barrio del Baix Guinardó, en Barcelona. El bautizo de dos bebés -Leonardo y Miguel- ha aliviado apenas el ambiente luctuoso, casi de funeral, que ha impregnado la última eucaristía dominical en la parroquia, levantada en 1969. El templo cerrará este martes para ser derribado a principios de mayo. Empezará así a materializarse el acuerdo que el Arzobispado de Barcelona y la Fundación Blanquerna sellaron hace casi dos años y que el Ayuntamiento bendice para que la nueva Facultad de Ciencias de la Salud de la Universitat Ramon Llull se erija sobre los restos del edificio de culto.

Julia se declara apesadumbrada a la salida de misa. “Quizá ya no se pueda hacer nada, pero aún tenemos esperanza. Si algún abogado quisiera ayudarnos…”, ruega. La iglesia condenada a la piqueta tiene la particularidad de prestar servicio espiritual durante las 24 horas, con la apertura permanente de la capilla del Santísimo. Julia ha pasado algunas noches en vela dentro del templo, “de 10 de la noche a las seis de la mañana”, para suplicar a Dios que interceda y salve la parroquia: “He venido a rezar para que la iglesia se quede y se obre un milagro para que el Arzobispado se retracte. Aún confiamos que se produzca”.

Iglesia del Esperit Sant del barrio del Baix Guinardó, en Barcelona.

Iglesia del Esperit Sant del barrio del Baix Guinardó, en Barcelona. / Manu Mitru

Pese a que deje de oficiarse en la iglesia situada en la Travessera de Gràcia, la comunidad se muda al templo ubicado en el Hospital de Sant Pau al menos durante dos años, mientras duren las obras. El equipamiento universitario ocupará 5.500 metros cuadrados y se le añadirá un nuevo centro de culto de 300 metros cuadrados, completado con otros 250 de espacios parroquiales. En total, cubrirá poco más de una tercera parte de la parroquia que desaparecerá. “Será más pequeña que la capilla que tenemos. Son días tristes para nuestra iglesia”, reconoce el párroco, el padre José Mari. 

El Arzobispado ha lamentado “el malestar y la incomodidad” entre los feligreses y ha alegado que “habrá muchas más ventajas que inconvenientes” con las obras para “potenciar la acción educadora y evangelizadora de la archidiócesis de Barcelona”, defiende. También esgrime que cuenta con autorización del Vaticano

En cambio, la Asociación de Amigos del Templo Parroquial del Esperit Sant cree que el proyecto carece de sentido. “El traslado será un problema a la hora de que la gente mayor se desplace y romperá el día a día de una parroquia a la que asisten unas 300 personas”, resalta Pablo. Pertenece al grupo de feligreses que, mediante pasquines repartidos a la puerta del centro y a través de las redes sociales, llama a actuar “ante la amenaza de demolición” y “generar impacto en el Obispado”

Por ahora, se prevé una misa temprana el martes, a las ocho de la mañana. Será la última que albergará la iglesia, coincidiendo con la fecha en que el Arzobispado empezará a desmantelarla. También se ha convocado un rezo del rosario para el próximo sábado frente a la Catedral de Barcelona

Iglesia del Esperit Sant del barrio del Baix Guinardó, en Barcelona.

Iglesia del Esperit Sant del barrio del Baix Guinardó, en Barcelona. / Manu Mitru

Vitral desprotegido

La asociación de creyentes ha presentado instancias a la Generalitat y al Ayuntamiento para solicitar que el vitral del Esperit Sant sea declarado Bien Cultural de Interés Local. “Aún no hemos obtenido respuesta”, afirma Pablo.

ERC advirtió en la comisión de urbanismo del consistorio de un posible caso de “destrucción del patrimonio” de perderse la vidriera de grandes dimensiones de la fachada. El gobierno municipal reconoció que no está catalogada. “Desde el punto de vista arquitectónico, tanto la parroquia como el vitral tienen cierto interés”, manifestó el gerente municipal de urbanismo, David Martínez. 

El grupo de feligreses sopesa acudir al juzgado para alegar que la vidriera merece ser protegida y tratar de frenar la demolición. “No lo hemos hecho de momento, pero está sobre la mesa. Por poder, se puede paralizar el plan urbanístico con una acción judicial para reclamar que sea bien de interés cultural”, piensa Pablo. 

Un sintecho en el templo

La desazón de los fieles era palpable este domingo. “El señor Omella está destruyendo una parroquia”, protesta Aitor, aludiendo al arzobispo de Barcelona. “No se ha hecho lo suficiente para salvarla, cuando tiene una comunidad en crecimiento”, opina Carlos. “Vienen muchas personas porque es de las pocas con adoración nocturna. Les da consuelo y les duele que se la quiten”, palpa Sofía, una joven que asiste cada domingo.

Algunos parroquianos hablan de “pelotazo”. El Arzobispado ha salido al paso de la crítica negando que la operación entrañe intereses especulativos. Explica que el convenio por la facultad conlleva “una cesión de superficie de parte de la finca y no una venta”, sin perder la propiedad del suelo.   

Iglesia del Esperit Sant del barrio del Baix Guinardó, en Barcelona.

Iglesia del Esperit Sant del barrio del Baix Guinardó, en Barcelona. / Manu Mitru

En cualquier caso, los creyentes se muestran desconcertados porque la iglesia se eche abajo. “Se destroza la casa de Dios, que nunca debe destrozarse, venderse ni comercializarse. No se nos ha consultado”, opone Carme Pujol. Mari Luz López acude desde hace décadas al templo y se declara indignada con que lo tiren: “No estoy de acuerdo ni lo entiendo. Está muy bien hacer una universidad pero podrían hacerla en otra acera”.

Entre los vecinos, las opiniones varían. Joan y Joana temen que el inmueble que se alce gane altura y afecte a quienes residen en plantas bajas en el entorno. En cambio, Albert atisba una oportunidad con la facultad para “dinamizar la zona”.

La inquietud que Roger expresa por el cierre de la iglesia está marcada por la necesidad: se quedó en la calle hace tres años y se guarece dentro de la parroquia. Muestra el colchón en que descansa, oculto bajo el hueco de la escalera que sube al despacho parroquial. “No sé dónde iré. Los servicios sociales están buscando un albergue, pero eso siempre va lento… Me quedaré hasta que el padre diga”, responde.

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