Denuncia por ruido

La histórica bodega de Gràcia Cal Pep cerrará el martes por orden municipal

Una histórica bodega de Gràcia, amenazada de cierre

Griselda López, en marzo pasado en la bodega Cal Pep, que regenta.

Griselda López, en marzo pasado en la bodega Cal Pep, que regenta. / Ferran Nadeu

Toni Sust

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La histórica bodega de Gràcia Cal Pep (Verdi, 141) será precintada el próximo martes por orden del Ayuntamiento de Barcelona. El consistorio comunicó este jueves a la titular del establecimiento, Griselda López, que el próximo martes, 19 de diciembre, técnicos del consistorio, y en concreto del distrito de Gràcia, procederán a precintar el local por incumplir la normativa del ruido. Fuentes del ayuntamiento sostienen que a López se le ofreció aplazar el cierre si acreditaba que haría las reformas necesarias. Ella afirma que esa posibilidad no se llegó a poner sobre la mesa.

El anuncio de que el local sería precintado le llegó la semana pasada, el 5 de diciembre, como colofón de un proceso que se inició con la denuncia de una vecina que protestó por las molestias sonoras que le causa el establecimiento.

Detalle del local.

Detalle del local. / Ferran Nadeu

A raíz de la protesta, se hicieron mediciones en su dormitorio, que revelaron que, en efecto, el ruido supera el límite permitido. Es algo que López admite. Para intentar resolver el asunto, cuenta, presentó un primer plan de insonorización que suponía una reforma del techo y que tenía un coste aproximado de unos 12.000 euros.

El plan parcial, rechazado

Era un plan parcial, relata, “un punto medio” que perseguía rebajar la molestia que sufría la vecina sin “desvirtuar” la bodega, abierta en 1937. Pero la solución no convenció al consistorio porque el resultado previsto seguía sin cumplir con la normativa.

La reforma total que exige el distrito tiene un coste, según precisa López, de unos 40.000 euros. Afrontarla le será complicado, cuenta la titular del local, que advierte de que esa transformación no solo será cara en dinero: “Se cargan una bodega centenaria”. Porque si se da el caso de que logre sufragar la remodelación, insiste, no quedará nada del local como es y ha sido siempre. Algo que, añade, no solo deplora ella, sino también los 600 vecinos y conocidos que han entregado sus firmas para que el local siga abierto.

Botellas en la bodega.

Botellas en la bodega. / Ferran Nadeu

La primera denuncia

La de la vecina es la primera denuncia, subraya Griselda, que el local ha recibido desde que fue fundado. Y no es del todo habitual. Lo que suele pasar es que los clientes de un establecimiento molesten a los vecinos al salir o entrar de un bar, cuando fuman fuera, por ejemplo. En este caso, la vecina denunció que lo que le molesta son las conversaciones de los clientes dentro del establecimiento.

López apeló a la antigüedad de la bodega, “a que es un local centenario”, para pedir flexibilidad: “Me contestaron que daba igual, que las mediciones son las que son y que hay que cumplir la normativa”. De hecho, considera que el trato que ha recibido ha sido bastante duro y pone como ejemplo que cuando esgrimió las 600 firmas de apoyo de los vecinos, en el distrito le contestaron que la solución sería que los firmantes pagaran la insonorización.

La prórroga tiene dos versiones

López y el ayuntamiento mantienen algunas divergencias en sus versiones de lo sucedido. La principal, la que tiene más peso, es la de una posible prórroga. Fuentes del consistorio explican que lo previsto en la reunión de este jueves, celebrada a primera hora de la tarde, era contemplar una posibilidad de que no haya cierre: “Si los titulares (del establecimiento) acreditan que se ejecutarán las obras de acondicionamiento acústico, se puede aplazar el precinto”.

López asegura que esa posibilidad no fue puesta sobre la mesa por los representes del distrito, la jefa de licencias y la responsable jurídica. También afirma que ella ha presentado el plan de reforma en los términos exigidos, y que ha advertido de que para acometerlo necesita tener el local abierto, que sin ingresos será todavía más difícil. Que considera que en dos meses podría hacerlo. Y que ante ese argumento la respuesta es que ha tenido tiempo para actuar y que el martes se procederá al precinto de todas formas.

El calendario

Hay discrepancias también en las fechas del proceso. El consistorio precisa que el expediente por incumplir la normativa del ruido fue abierto al comercio en mayo de 2022, y que así fue notificado. Que en julio pasado López presento el plan inicial, y que este fue desestimado dos veces, en agosto y en octubre. En cuanto al segundo plan, el de una reforma completa, las mismas fuentes municipales subrayan que cuenta con un informe favorable.

En cambio, López asegura que solo conoció la negativa municipal a su primera propuesta a finales de noviembre. Que en una reunión del 21 de noviembre preguntó por la solución parcial que afectaba al techo y que una semana después le dijeron que no era viable, por lo que denuncia que no ha tenido tiempo para reaccionar.

Aforo limitado a 18 personas

A todo esto se suma otro problema, que de hecho es el que llevó a López a pedir apoyo en marzo pasado para no tener que bajar la persiana. El local tiene una licencia C1, que le permite servir bocadillos fríos y tapas. Durante la pandemia, y a la vista de la caída de la actividad, se puso a cocinar comida caliente. No tardó mucho en denunciarla una vecina (la misma que denunció el ruido) por el olor de la comida, lo que llevó a una inspección municipal.

Los técnicos advirtieron que la mitad interior del local estaba prevista como almacén, no como parte del bar, pese a que durante 40 años funcionó como tal. Para legalizar esa parte habría que ampliar la licencia, algo que le plan de uso del distrito no permite. En consecuencia, el consistorio rebajó el aforo de acuerdo con la zona legal, limitándolo a 18 clientes. Con esos números, contaba en marzo Griselda, la supervivencia del local quedaba amenazada antes ya de la inversión necesaria ahora para insonorizar.

Apoyo económico

Griselda no descarta solicitar ayuda económica a esos 600 vecinos que firmaron para que la bodega no cierre, y también baraja pedir dinero a un banco. Pero ahora mismo lo que más le preocupa es tener que cerrar. En todo caso, dice que no tiene previsto generar conflictos y que es probable que el martes ya no abra. No acaba de ver que exista una salida buena. Si no reforma el negocio, tendrá que cerrar. Si lo hace, la bodega histórica dejará de serlo: “Cuando yo haga esto, ya no será cal Pep”. El desenlace no tardará en conocerse. 

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