Modelo de ciudad
Así es la calle de Pelai tras la eliminación del urbanismo táctico de Colau
La arteria estrenará un carril insólito en Barcelona en el que motos y bicis compartirán espacio
Collboni borra el urbanismo táctico dibujado por Colau en la calle de Pelai
Carlos Márquez Daniel
Periodista
Periodista especializado en Barcelona. En 'El Periódico' desde principios de siglo. Los últimos 15 años, dedicados a la información local: movilidad, urbanismo, infraestructuras, política municipal, barrios, área metropolitana y medio ambiente. Colaborador habitual en los programas de televisión 'Planta Baixa' (TV3) y 'Bàsics' (Betevé).
Carlos Márquez Daniel
El señor, de unos 70 años, observa desde la sombra. Con las manos cruzadas en la espalda, sigue el avance de las obras en marcha en la calle de Pelai, en este caso, en la parte que toca con la plaza de la Universitat. Ahí se están pintando unas plazas para motos y los operarios -son tres- también agujerean el suelo para instalar aparcamientos en U invertida para bicicletas. Más allá, hacia Catalunya, contenedores, huecos para la carga y descarga y, a partir de Balmes, más espacio para estacionar vehículos de dos ruedas, incluido un carril compartido para bicis y motos que es toda una novedad en la ciudad. Ya no queda ni rastro del primer urbanismo táctico, el de 'panots' gigantes azules, que no amarillos, color vinculado a las emergencias y las alerta y que tanto había despistado en Via Laietana o Consell de Cent. La nueva Pelai está casi lista: 64 plazas más para motos, 72 más para bicis y 20 nuevos huecos para la distribución urbana de mercancías. Un cambio tan urbanístico como político.
Vale la pena un poco de contexto antes de entrar en materia. Pelai, como sucede con la mayoría de afluentes de la Rambla, hace tiempo que quedó prendada por el embrujo del paseo que parte Ciutat Vella en dos. Es decir, que se ha convertido en una calle pensada, prácticamente al 100%, para el deleite de los forasteros. Los locales, una minoría, la usan como zona de paso, por si vienen del metro, líneas 1 y 2, la roja y la lila, o por si se dirigen a los Ferrocarrils (líneas del Vallès o Tibidabo) o a Rodalies (R1, R2 o R4). No tiene terrazas ni restaurantes (a no ser que cuenten el Viena y el McDonalds), pero sí cinco zapaterías (llegó a tener muchas más), cinco hoteles, cinco tiendas de cosmética y una decena más de comercios de ropa y complementos que o son multinacionales o son una réplica de lo que uno puede encontrar en cualquier otra urbe de occidente. Ah, y una administración de lotería y una sala de juegos de azar. Si miran hacia arriba, solo hay dos balcones con plantas, lo que invita a sospechar que no solo andan pocos nativos por aquí, también debe haber escasos residentes fijos.
De todo, y bueno
Las comparaciones son odiosas, pero si se consultan las fotos antiguas de Pelai, esto era la puerta de Ciutat Vella y la avanzadilla del Eixample que Cerdà regaló en 1859. Hoteles de lujo, pastelerías inglesas, papelerías con objetos de escritorio, galerías de arte, joyerías, librerías, corseterías, camiserías, peluquerías, la escuela de radio Maymó, grandes almacenes, la mítica tienda Palau que se movió a Balmes (dónde si no para encontrar trenes en miniatura o coches de Scalextric) y la sede del diario La Vanguardia, que si eligió esta y no otra calle por algo sería. Por aquí pasaba el tranvía y en superficie llegaba el tren de Sarrià, que tenía la estación a la vista en lo que ahora es el edificio comercial del Triangle.
En esta alienada calle de Pelai, los turistas no entendieron el sentido de los 'panots' azules -además quedan muy lejos de los escaparates- y no usaban la calzada ganada a los coches en 2021, un espacio que sí menudeaban las bicis y los patinetes, amén de las furgonetas de reparto. Con este panorama, el gobierno de Jaume Collboni ha optado por un cambio urbanístico que es a la vez un mensaje político en mayúsculas: gobernamos con los Comuns y quizás volvamos a hacerlo, pero no somos los Comuns.
De ahí que se haya optado por una salida práctica, la de dar respuesta a la escasez de plazas de estacionamiento de vehículos de dos ruedas y la de pintar más estacionamento para transportistas, de manera que hagan lo que ya hacían de manera furtiva, pero ahora sin riesgo de sanción. Una decisión, denunció Janet Sanz, concejala de Barcelona en Comú y responsable de Urbanismo en el mandato anterior, que es "pura gesticulación y una irresponsabilidad".
Pasillo compartido
La reurbanización de Pelai incluye un elemento insólito en las calle de Barcelona. Se trata de un carril de acceso y salida de los aparcamiento de bicis y motos y que tiene la velocidad limitada a 10 kilómetros por hora. Está por ver cómo van las cosas entre ambos colectivos, que además tendrán que frenar y ceder el paso en las partes en las que también hay contenedores, instalados entre los carriles de circulación de vehículos privados y el nuevo pasillo compartido por vehículos de dos ruedas. Si no se entendió el 'panot' azul, quizás también cueste asimilar este vial, que podría confundirse, por su anchura, con un carril bici.
Lo que pase en el futuro sigue siendo una incógnita. Pelai tiene pendiente una reforma integral que trascienda al urbanismo táctico. Una transformación que tendrá el difícil reto de maridar la movilidad sostenible con la necesidad de que la desembocadura de Balmes pueda llegar a Catalunya y el resto de Ciutat Vella.
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