Justicia histórica

La Font d'en Fargues o lo difícil que es dejar huella en Barcelona si eres mujer

Barcelona consagra este vecindario de Horta-Guinardó a la figura de Pedro Fargas, marido de Montserrat de Casanovas, auténtica artífice de esta ciudad jardín

La ciudad sí le reservó una calle a ella, mientras que su esposo se quedó sin placa de mármol en el más que masculinizado nomenclátor barcelonés

BARCELONA 28/10/2022 Fotos de la font d'en Fargues, que da nombre a este barrio de Horta Guinardó. Foto de la calle Montserrat de Casanovas la señora y su familia fueron los creadores de esat ciudad jardin  Foto de la masia de can Fargues, Frederic Rahola con pasSeig Maragall.

BARCELONA 28/10/2022 Fotos de la font d'en Fargues, que da nombre a este barrio de Horta Guinardó. Foto de la calle Montserrat de Casanovas la señora y su familia fueron los creadores de esat ciudad jardin Foto de la masia de can Fargues, Frederic Rahola con pasSeig Maragall. / ELISENDA PONS

Carlos Márquez Daniel

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El barrio de la Font d'en Fargues, en Horta Guinardó, es de esos que debe su nombre a un momento concreto de la historia de Barcelona, como sucede con Fort Pienc o el Congrés i els Indians. Vaya de entrada que debería llamarse Fargas y no Fargues, puesto que hace referencia a Pedro Fargas, marido de doña Montserrat de Casanovas, la auténtica protagonista de esta historia, pues su familia era la propietaria del lugar. La gloria, y el nombre, sin embargo, quedaron para su esposo. Y aunque ella tiene una calle en la ciudad y él no la tiene, la capital catalana quizás siga sin rendirle el auténtico homenaje que merece. Sabíamos de la terrible desviación de género del nomenclátor (solo el 8% de las calles están dedicadas a mujeres mientras que el 43% rinden culto a hombres), pero menos conocida era la invisibilidad en esferas más altas, como el nombre de todo un barrio. Un síntoma de lo difícil que era (¿y es...?) que una mujer deje su impronta en la ciudad.

La calle de Montserrat de Casanovas, la señora y su familia fueron los creadores de esat ciudad jardin, en la imagen con Frederic Rahola

La calle de Montserrat de Casanovas, en el barrio de la Font d'en Fargues / Elsenda Pons

Un poco de contexto antes de entrar en materia. Y vaya por delante que no se trata de mancillar el nombre del señor Fargas, que seguro que también tuvo un papel importante en el desarrollo del barrio, sino de hacer justicia con lo que realmente sucedió hace más de 100 años. Primero hay que viajar hasta finales del siglo XII, cuando en el lugar se construye una torre de defensa que con el paso de los siglos fue creciendo hasta dar forma a una enorme masía, que es la que todavía puede verse en la avenida de Frederic Rahola, justo al lado del paseo de Maragall.

La finca fue pasando de generación en generación hasta caer en el apellido Casanovas. A finales del siglo XIX, la agricultura ya no era un negocio floreciente, así que Montserrat de Casanovas (1860-1948), tal y como puede comprobarse en los archivos municipales, empezó a solicitar permisos al ayuntamiento para urbanizar la zona. Estamos en 1897, precisamente el año en que Barcelona se anexionó Sant Andreu del Palomar, lo que incluía la Font d'en Fargues y partes del Guinardó hoy integradas en el distrito de Horta-Guinardó, del mismo modo que Pedralbes pasó en su momento de Sarrià a Les Corts.

Como la avenida del Tibidabo

Los planos de aquel proyecto y de todos los que presentó en años posteriores estuvieron "en el Negociado de Fomento de la secretaria municipal por espacio de 20 días, durante las horas de oficina, al objeto de que puedan presentarse las reclamaciones de las personas a quienes interesen dichos asuntos". La exposición pública de hace 125 años. La idea era convertir los antiguos campos de huerta y viñas en viviendas; una ciudad jardín como la que en esos tiempos también proyectaba el doctor Salvador Andreu en la avenida del Tibidabo.

La Font d'en Fargues, con la inscripción que recuerda a Pedro Fargas, marido de Montserrat de Casanovas

La Font d'en Fargues, con la inscripción que recuerda a Pedro Fargas, marido de Montserrat de Casanovas / Xavier Jubierre

Hay constancia de mujeres empresarias en Barcelona desde la Edad Media. Marcadas muy de cerca por unos gremios que reservaban la mayoría de los oficios para los hombres, ellas se concentraron básicamente en la venta de comestibles y en la elaboración de telas, prendas de vestir y complementos. No era este el caso de Casanovas, que se dedicó a administrar las propiedades de su familia.

En todos los documentos oficiales, en todas las informaciones de prensa de la época, el nombre que aparece es el de Montserrat de Casanovas, pero en algún momento de esta historia, por costumbre, por amor, como homenaje, por lo que sea, y porquéél también fue parte de la transformación, la fuente, de la que emanaba un agua que llegaron a comercializar, terminó acuñando el nombre del esposo. Incluso de manera oficial, pues tiene entre sus piedras la inscripción Fargas y el año 1900. Pero vamos, un ninguneo de género que tampoco es tan difícil modificar más de un siglo después. Es ella, por ejemplo, la que en 1922 cedió los terrenos para construir la iglesia de Sant Antoni de Pàdua, inaugurada en 1927.

En la foto la Masia de Can Fargues desde el jardin en el Passeig Maragall con Frederic Rahola 

La masía de Can Fargues que dio origen a toda la ciudad jardín / ELISENDA PONS

"Durante la mayor parte de la historia, Anónimo era el nombre de la mujer", dijo Virginia Woolf... Cuando falleció Pedro Fargas, el 29 de abril de 1925 (a las dos de la tarde, para más señas), todas las referencias a Casanovas a partir de ese momento se acompañaban del apéndice "viuda de Fargas", algo que era habitual. El caso es que 125 años después de que aquella ciudad jardín empezara a coger forma, uno de los 73 barrios de Barcelona ningunea a la persona que no solo formaba parte de la estirpe propietaria del lugar, sino que también se encargó de los tratos con el ayuntamiento. La ciudad, eso sí, le dedicó una calle no muy lejos de la fuente, mientras que el esposo no aparece en el nomenclátor.

Feminizar las calles

Que Barcelona tenga una placa de mármol dedicada a esta mujer no es cosa menor si tenemos en cuenta que solo el 8% de las calles de la capital catalana tienen nombre femenino y la mayoría están dedicadas a la nobleza, la monarquía o al santoral. La más larga, de hecho, es la de la Mare de Déu de Port, entre los barrios de la Marina de Port y la Marina del Prat Vermell. Por tamaño le siguen la de la Mare de Déu del Coll y la de la Mare de Déu de Montserrat. Para tratar de enmendar la situación (por ahora, una tirita para cortar una tremenda hemorragia) el consistorio aprobó este año 21 nuevas denominaciones femeninas, muchas de ellas para bautizar plazas, como las de Valerie Powles, Rosa Galobardes i Alsina o Lolita Torrentó.

Buen gesto, pero la cosa sigue estando muy mala si tenemos en cuenta que Barcelona dispone de 4.600 espacios públicos y no llega a 400 los que están dedicados a mujeres. Si se observa por distritos, el caso del Eixample de Cerdà es especialmente sangrante, pues solo hay dos rincones feminizados: la plaza de Enriqueta Gallinat (2013) y los jardines de Safo (2002).

Antes de terminar, volvamos a Montserrat de Casanovas y a Pere Fargas. Decíamos que quizás es ella la que debería dar nombre al barrio: Font de na Casanovas. Pero si aplicamos esa misma lógica hasta las últimas consecuencias, nos encontramos con un dato previo que da un giro al guion. En el siglo XVIII, la masía que es el origen de todo era conocida como Mas Pujol, en referencia a la familia propietaria. Resulta que la última heredera, Maria Francisca Pujol, se casó con Antonio Casanovas Girona, ambos, abuelos de Montserrat de Casanovas. ¿Deberíamos hablar de Font de na Pujol? ¿Era Antonio el Pere Fargas de principios del XIX? Pero no nos vamos a poner estupendos porque este tranquilo barrio, si a alguien le debe su peculiaridad, es, como mínimo, a doña Montserrat.

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