Barceloneando

La Rambla de los libros perdidos

A principios del siglo XX el paseo tenía 12 librerías como poco, algunas de ellas con tertulia incluida. Hoy la vía es un páramo literario, solo sigue abierta la centenaria Pompeia

Tras el mostrador, Maria Montserrat Martí, tercera generación al frente de la Llibreria Pompeia

Tras el mostrador, Maria Montserrat Martí, tercera generación al frente de la Llibreria Pompeia / Zowy Voeten

Natàlia Farré

Natàlia Farré

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Hace pocos días, el 13 de octubre, el ayuntamiento presentaba la reforma del Borsí que si nada se tuerce estará en condiciones de recibir a la Biblioteca Andreu Nin, ahora en La Rambla, en 2025. Y hace menos aún, el pasado lunes 24, la Llibreria Pompeia recibió el galardón de Ramblista d’Honor por, entre otras cosas, llevar un siglo al pie del cañón en el que pasa por ser el más barcelonés de los paseos pero en el que menos barceloneses pasean. Para ser honestos hay que decir que la centenaria librería ya no mira a La Rambla desde 1984. Hasta esa fecha el local tenía dos entradas pero la venta directa por parte de las editoriales de los libros de texto a las escuelas obligó a reducir el espacio y cerrar la parte de la tienda que daba al paseo. Quedó y sigue abierto el acceso histórico, el de la calle de Cardenal Casañas, 5.

La Librairie Française, la última en cerrar

A lo que íbamos, la Pompeia suma 100 primaveras y lo hace contra todo pronóstico. No en vano en la época que subió la persiana la competencia cercana era mucha. “Cuando mi abuelo abrió la tienda le dijeron: ‘señor, usted está loco porque en la Rambla ya hay 12 librerías’”, explica Maria Montserrat Martí, tercera generación al frente del comercio. Sorprendente pero real, lo que ahora es un bazar dedicado al turista, a principios del siglo XX era un paraíso para los aficionados a las letras. Un vergel de librerías cuya memoria se evocó el pasado junio en el pasaje Bacardí durante la celebración de la primera edición del festival Vila del Llibre –un éxito que sus responsables quieren repetir en 2023- y cuya recuerdo recoge ahora en unos sencillos paneles la Biblioteca Andreu Nin, uno de los pocos templos dedicados al libro, hasta que el supuesto futuro traslado sea una realidad, que luce el paseo.  

“De las 12 librerías que había ya no queda ninguna”, apunta Martí. De hecho ni de esas ni las que vinieron posteriormente, pues La Rambla hoy en día es un desierto librero a excepción de la citada Pompeia y la musical Casa Beethoven. “La última que vi cerrar fue la que estaba al lado al Liceu, la Librairie Française”, afirma. El espacio, un referente de libertad cultural para muchas generaciones de barceloneses, inauguró en 1845 y cerró en 1972. Con todo, no fue la decana, antes abrieron, en 1837, la Librería de Valentín Torras, frente al antiguo cuartel de Drassanes (donde actualmente se levanta la Comandancia Naval), y en 1835, delante de lo que nueve años después fue el Liceu, se instaló la Librería Verdaguer. 

En 2015 la Llibreria Millà tuvo que dejar el local de la calle de Sant Pau, junto a la Rambla, en el que llevaba instalada desde 1901.

En 2015 la Llibreria Millà tuvo que dejar el local de la calle de Sant Pau, junto a la Rambla, en el que llevaba instalada desde 1901. / Francesc Casals

Duelo entre la Verdaguer y la Española

En la Verdaguer no solo se vendían (y editaban) libros sino que también había tertulias literarias y políticas, por ahí pasaron los hermanos Milà i Fontanals, Joaquim Rubió i Ors, Victor Balaguer, Jacint Verdaguer, Narcís Oller, Manuel Duran i Bas, Lluís Domènech i Montaner...  Un éxito que invitó a más aperturas en pocos años: la Librería General Española, la Maison Française de Librairie, el Kiosqué Français, El Plus Ultra, la Fernando Roca, la Librería Popular Económica y la Librería Manero, según recoge Xavier Theros en ‘Barcelona a cau d’orella’ (Comanegra). Después llegaron otras históricas como la Millà (en 1901) y la Quera (en 1916, y ahora reconvertida en espacio gastronómica en la calle de Petritxol). También están documentadas en los años 20 y 30 del siglo pasado la Universal y la Granada. Y más tarde, llegaron la Canuda (en la calle homónima pero muy cerca de la Rambla, en 1948), la Salas (en 1950) y la Leviatán y la Documenta, en tiempos de la Transición.  

Aunque el título de la más carismática e influyente fue para la Librería General Española que en 1863 se plantó frente a la Verdaguer. Si la primera reunía a lo mejor de la Renaixença, esta acogía a los modernistas y editaba los seminarios satíricos y anticlericales ‘La Campana de Gràcia’ y ‘L’esquella de la Torratxa’ al tiempo que organizaba tertulias de las que eran asiduos Serafí Pitarra, Àngel Guimerà, Prudenci Bertrana, Pompeu Gener y Santiago Rusiñol (que tenía reservado el único taburete del local). Por ahí pasaban, además, los foráneos de visita como Benito Pérez Galdós, Pío Baroja, Ramón del Valle-Inclán y Miguel de Unamuno. E incluso se asegura que Sarah Bernhardt pisó el espacio.  

La Llibreria Quera abrió en 1916 y ahora sobrevive reconvertida en espacio gastronómico.

La Llibreria Quera abrió en 1916 y ahora sobrevive reconvertida en espacio gastronómico. / Danny Caminal

Mercado de libros de lance

La Rambla tiene más historia librera: en 1902 se inauguró en el Portal de Santa Madrona el primer mercado de libros de lance permanente, que estuvo en activo hasta 1967. Lo que no está claro es que tenga más futuro con las letras que pasado. De momento, la Pompeia aguanta y reta a repetir galardón de Ramblista d’Honor dentro de 25 años. Así lo dejó dicho Monsterrat Martí al recoger la distinción de este año.  

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