Arqueología

Las obras de la Rambla destaparán la 'cola' de la muralla medieval de Barcelona

Multimedia | La Rambla de Barcelona, bloque a bloque, antes de su reforma

Una torre, muros y un cuartel, entre los vestigios que esconde el subsuelo

Vista desde el monumento a Colón del final de la Rambla, la avenida Drassanes y el Portal de la Pau

Vista desde el monumento a Colón del final de la Rambla, la avenida Drassanes y el Portal de la Pau / Jordi Cotrina

Meritxell M. Pauné

Meritxell M. Pauné

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La esperada reforma de la Rambla empieza este lunes para cambiarle la piel al paseo más visitado de Barcelona. Pero bajo la superficie aguarda una amplia variedad de restos arqueológicos que saldrán a la luz los próximos meses. El más interesante como patrimonio histórico de Barcelona es la muralla medieval que separaba los actuales barrios Gòtic y Raval.

En las intervenciones arqueológicas siempre reina el factor sorpresa: los planos prevén vestigios potenciales, pero no puede darse nada por cierto hasta que se excava la zona. Sin embargo, en el tramo de Rambla ahora en obras hay buenas perspectivas dado que se ha podido documentar la pervivencia de tramos de la misma muralla en las cercanías.

El elemento conocido más concreto es la Torre de les Puces, una estructura poligonal para vigilar el puerto y que remataba el extremo mar de la muralla de la Rambla. Afloró en 1999 a los pies de la estatua de Colón, al construirse una estación eléctrica subterránea. Se documentó a fondo y volvió a cubrirse de tierra. Un poco más arriba, en la plaza del Teatre, apareció en 1997 otro tramo de muralla al construir un aparcamiento y el vestigio quedó integrado –con una estética discutible– en una rampa de acceso. Así las cosas, es de esperar que entre un punto y el otro haya también muralla por destapar.

Muralla medieval ‘secreta’ en la rampa de acceso y salida del parking de la plaça del Teatre en La Rambla

Muralla medieval ‘secreta’ en la rampa de acceso y salida del parking de la plaça del Teatre en La Rambla / Jordi Cotrina

Derribadas a ras de suelo

“Las murallas se derribaban a mano, con un pico y piedra a piedra, por lo que solo se eliminaba la altura imprescindible: paraban al llegar al nivel del suelo, que estaba un poco más abajo que el actual”, expone Josep Pujades, jefe del Servicio de Arqueología municipal, en conversación con EL PERIÓDICO. Por ello, hay esperanzas de encontrar la base de la muralla que quedó sin desmantelar en el siglo XVIII, así como algún contrafuerte añadido para afianzar muros, como se encontró en la Torre de les Puces.

La muralla de la Rambla, también conocida como muralla de Jaume I, empezó a construirse en el siglo XIII para proteger a la población que residía alrededor de la pequeña Barcino romana amurallada. La datación de esta ampliación, sin embargo, es incierta. Primero se alzaron 5 portales en diferentes puntos de la Rambla, para controlar los accesos y cobrar impuestos. Y luego, poco a poco, se construyeron tramos de pared de portal a portal.

La 'cola' de la muralla

A diferencia de tramos superiores de la Rambla, donde la muralla estaba pegada a la actual línea de fachadas, la parte baja dibuja una curva y cruza la calzada del paseo de derecha a izquierda, por lo que está plenamente dentro del área en obras. La línea defensiva contaba con torres semicirculares adosadas a los lienzos de muro y llegaba hasta el mar, pero no conectaba originariamente con la muralla de mar. Sin abrochar y curvada, la parte final de la muralla dibujaba una especie de 'cola' donde hoy está Colón.

Base y contrafuerte de la Torre de les Puces, a los pies del monumento a Colón, en una intervención arqueológica de 1999

Base y contrafuerte de la Torre de les Puces, a los pies del monumento a Colón, en una intervención arqueológica de 1999 / Marta Rodríguez-Gera / Servei d'Arqueologia de Barcelona

Esta ‘cola’ quedaba remachada simplemente por la Torre de les Puces. La siguiente muralla de la ciudad medieval fue la de levante, en el barrio de la Ribera. Y mucho más tarde llegó la marítima, que tampoco tiene una fecha uniforme porque los temporales obligaban a rehacerla de vez en cuando. A partir de los siglos XVI y XVII las murallas dan paso a los baluartes, una arquitectura más efectiva contra cañones y las tecnología militar de la Edad Moderna.

La arqueología también es obra

La reforma de la Rambla ya tiene en cuenta, en el proyecto y calendario de obras, todo este potencial arqueológico. Ha recibido el visto bueno previo de la comisión territorial de patrimonio de la Generalitat y si aparecen vestigios valiosos deberán volver a someterse al dictamen de este órgano. El presupuesto de la obra incluye la contratación de una empresa especializada que vigile cada zanja abierta para velar por la integridad de los restos. Desde este mismo lunes, primer día de obras. En función de la relevancia de cada hallazgo, el Servicio de Arqueología de Barcelona dará instrucciones.

El arqueólogo jefe del consistorio reivindica que las intervenciones arqueológicas “forman parte de la obra”. Es una vieja reivindicación de estos especialistas, que batallan para que la arqueología deje de ser vista como un contratiempo o una incomodidad. “Mientras hay un arqueólogo trabajando, la obra no ha parado y además los operarios pueden seguir trabajando en otra parcela”, insiste.

Poca profundidad de excavación

Pujades ve “improbable” que los arqueólogos lleguen a excavar hondo. Las obras de la Rambla se centran en la superficie, no en el subsuelo como sucede con túneles o grandes infraestructuras. “Las rasas que bajarán más son las de servicios [cañerías, cableado...], pero en las áreas donde solo hay que cambiar el pavimento no hace falta bajar mucho”. También advierte que “la calzada central y la parte superficial se han removido mucho” a lo largo de los siglos, porque la Rambla ejerce de paseo ciudadano desde el siglo XIX.

Otros vestigios

La muralla no es el único vestigio que puede salir a la luz durante las obras. “Puede salir algo del Cuartel de Artillería de Drassanes, un edificio militar de la Edad Moderna”, indica Pujades. Estaba en el solar que hoy ocupa la Comandancia Naval del Ejército. Los arqueólogos conocen la silueta y distribución interior del edificio gracias a los detallados planos de la zona que dejó dibujados Miquel Garriga i Roca (1804 - 1888).

En este mismo documento consta, al lado de la Torre de les Puces, un edificio auxiliar de Drassanes del que también podrían aparecer restos. Y, por extensión, otras instalaciones de las atarazanas reales. Quizá también de los baluartes herederos de la muralla de mar y la de poniente, aunque en la periferia del área en obras.

Diseño consecuente

Los restos arqueológicos que pudieran aparecer no se exhibirán en la superficie de la futura Rambla. Se documentará cada piedra y los estratos en los que ha aparecido, para luego volver a cubrir de tierra, extraer y destruir o bien conservar en los almacenes municipales cuando se trate de un ejemplar de mayor interés.

No obstante, el diseño de la Rambla tuvo en cuenta la historia del lugar y prevé un tratamiento diferenciado para las antiguas puertas de muralla, que tendrán un aspecto más parecido a una plaza. El pavimento de estas zonas incorpora un segundo color y se despeja y nivela con plataforma única. El proyecto de reforma denomina "espacios mayores" los 5 puntos de la Rambla donde estuvieron los portales de acceso a la ciudad medieval, indica la arquitecta Olga Tarrassó. Detrás del proyecto y la dirección de las obras está la UTE Km_0, formada por Lola Domènech, Espinàs i Tarrasó y Ayesa, también integrantes del equipo liderado por Itziar González que ganó el concurso municipal para repensar el paseo.

Las 5 antiguas puertas estaban en la confluencia de Santa Anna y Tallers (Portal de Santa Anna o dels Bergants) donde aún se aprecian fachadas más retiradas de la calzada; a la altura de Portaferrissa y Carme donde están la iglesia homónima y el Palau Moja (Porta Ferrissa); en el Pla de l’Ós frente al Liceu y con su propia fuente (Portal de la Boqueria); en el Pla del Teatre hoy muy cargado visualmente por un parquing y una estatua (Portal de Trenta Claus o dels Ollers) y finalmente el Portal de la Pau. Este último daba acceso a la calle Ample y es el único que queda dentro del ámbito de esta primera fase obras.

“Remarcar estos puntos históricos es un valor añadido del diseño de la nueva Rambla”, defiende el concejal de Ciutat Vella y de Memoria Democrática, Jordi Rabassa (BComú). En este sentido, agradece al equipo de Km_Zero que haya tenido en cuenta este paisaje subyacente y confía que quedará integrado en el resultado final.

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