Barceloneando
Una década de arte urbano legal en Barcelona
El proyecto Murs Lliures suma 10 años proporcionando espacios a los artistas del aerosol para que muestren su creatividad sin peligro de ser sancionados
Natàlia Farré
Periodista
El perímetro de la Modelo es mucho perímetro: dos manzanas del Eixample por 113 metros por tramo de calle suman un buen número de metros lineales en forma de muro. Limpios. Vamos, un lienzo en blanco para los amantes del aerosol tan atractivo como prohibido. Sacar el espray y transformar la nada en un mural pictórico supone multa segura. La ordenanza cívica de Barcelona de 2005 penaliza la creatividad callejera. Toda. La buena y la mala, la que dignifica el espacio y la que lo ensucia. Clasificación propia del ciudadano lego en la materia que no de los creadores, para la guerrilla del aerosol la expresión artística no tiene límites y toda es buena, incluso la que deja paredes, persianas y mobiliario urbano hecho unos zorros. Pero esta, la considerada vandálica por el resto de ciudadanos y propia de los grafiteros, no es la que nos ocupa; la que aquí concierne es la creatividad que emana de la pintura mural urbana legal. Sí, legal. Pero, ojo, que sus creadores sorteen la norma para cumplir con la legislación vigente no significa que abjuren de los que no lo hacen: “Criminalizarlos no es nuestra misión”.
El perímetro de la Model
Quien así se expresa es Marc Garcia, productor cultural y padre del proyecto Murs Lliures, ese que permite crear un mural en espacios concretos de Barcelona sin tener que afrontar una sanción y que ahora cumple una década. Para celebrarlo, la Modelo. El recinto penitenciario no forma parte del circuito abierto de muros legales, pero Garcia ha conseguido permiso municipal para intervenirlo. Durante septiembre y octubre diferentes artistas urbanos han cubierto o cubrirán las paredes del perímetro con creaciones murales de todos los estilos para festejar el cumpleaños. De la conceptualidad de Octavi Serra –ahí está su impresionante ‘Ignora’m’- a la abstracción de Kenor pasando por las siempre impactantes y coloridas creaciones de Uriginal. Y pasando, también, por las intervenciones realizadas por mujeres –de Amaia Arrazola a Núria Toll-, una de las asignaturas pendientes del arte urbano fuertemente masculinizado.
El hartazgo de pagar multas
Garcia admite que se ha progresado en empoderar y promocionar a las artistas en esta singladura de una década pero que aún queda mucho por conseguir. Y apunta, además, que hay otras asignaturas pendientes, pero antes de afrontar lo que está por hacer, lo suyo es hacer un repaso por lo ya hecho. Y eso empieza con la normativa de 2005 y la condena a la ilegalidad que supuso de todo artista urbano. Las sanciones eran constantes para el hermano artista de Garcia, y este, harto de pagar las multas del fraternal creador, decidió negociar con el ayuntamiento la búsqueda de espacios para que el hermano y sus amigos pudieran dar rienda suelta a su pulsión creativa sin sufrir la pulsión recaudatoria del consistorio. Fracasó con el ayuntamiento socialista de Jordi Hereu pero triunfó, contra todo pronóstico, cuando llegó el convergente Xavier Trias.
El mejor momento
En 2012, el municipio dio permiso para actuar aerosol en mano en los muros de las Tres Xemeneies y nació el proyecto Murs Lliures junto con la aplicación que permite gestionar el uso de estos lienzos pétreos. Desde entonces los espacios han crecido y menguado en función de la disposición de muros existentes. Decir que el mejor momento llegó con el peor momento: la crisis constructiva que sufrió la ciudad entre 2014 y 2018 dejó montones de paredes y solares abandonados en Poblenou. Y decir, también, que la experiencia ha sido adoptada por más de una veintena de países de todo el mundo. Un éxito. Estos 10 años han servido para visualizar lo que es el arte urbano y empezar a profesionalizarlo. Lo que queda es profesionalizarlo del todo.
El hecho diferencial de BCN
¿Cómo? Con más recursos municipales, menos restricciones por parte del Institut del Paisatge Urbà, licencias más agiles y más espacios para pintar. Garcia piensa en grande: “¿Por qué no humanizamos las infraestructuras o las medianeras?”. Para llenar estos espacios de murales, sean públicos o privados, “se necesita siempre el permiso del ayuntamiento”. “Y se necesita dinero”, apunta el productor con miles de negociaciones a sus espaldas para conseguir ambas cosas. El problema es que el arte urbano es de los sectores culturales, sino el que más, con menos subvención. Aunque no todo son críticas, Garcia reconoce el papel del consistorio: “El hecho diferencial de Barcelona es que aquí hay unos muros que son de todos y cedidos por el ayuntamiento”. Lo siguiente es que en la plaza de Sant Jaume asuman la gestión de los espacios abiertos, están en ello, y Garcia se pueda dedicar a lo que le gusta: poner el arte urbano legal en el paisaje de Barcelona.
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