Patrimonio agrícola

El monasterio de Pedralbes recupera el huerto más longevo de Barcelona

Las monjas empezaron a trabajar la tierra en el siglo XIV y así estuvieron hasta finales del XX. Ahora se convierte en espacio museístico, respetando los principios del cultivo medieval, es decir, sin las patatas, tomates o fresas que vinieron de América

El monasterio de Pedralbes recupera su huerto medieval

El monasterio de Pedralbes recupera su huerto medieval, el más longevo de Barcelona / Carlos Márquez Daniel

Carlos Márquez Daniel

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La historia puede leerse en los libros o interpretarse en las piedras, pero también la tierra y sus usos dicen mucho de lo que sucedió en tiempos pretéritos. Del monasterio de Pedralbes sabemos muchas cosas, como que fue fundado por la reina Elisenda de Montcada en mayo de 1327 y que la primera congregación la formaron 14 monjas y 15 novicias que provenían de un convento de clarisas de la entonces muy lejana Barcelona. Pero poco se habla de las costumbres, de las rutinas. O de la alimentación. Y ahí es donde juega un papel interesante y peculiar el huerto, situado en la fachada sur, junto a la sala de las procuras en la que se guardaba la cosecha. Fue la despensa de las religiosas desde su llegada hasta finales del siglo XX, es decir, casi 700 años de recolección. Ahora, bajo paraguas municipal, el espacio se ha recuperado siguiendo el diseño y las maneras medievales. Es, seguro, el huerto más longevo de la ciudad.

La balsa medieval de la que se obtiene el agua para el huerto

La balsa medieval de la que se obtiene el agua para el huerto / Manu Mitru

Desde la Creu de Pedralbes quizás se han preguntado alguna vez que hay detrás del muro que limita con los pequeños jardines que dan a Collserola. Si les diera por saltarlo -ni se les ocurra- caerían encima de la siembra del monasterio, un terreno de unos 3.000 metros cuadrados. Se ha restaurado la mitad de la parcela, el resto, en tareas pendientes. Para lograrlo, distintos departamentos del ayuntamiento han unido esfuerzos en una suerte de 'joint venture' en la que se mezclan la cultura, la historia, la agricultura, la arqueología, la ingeniería, la educación ambiental y la inserción laboral. Un huerto parece coser y cantar. Ahora se darán cuenta de que no.

Colón, no, gracias

Vaya por delante, y lo cuentan los que saben de la materia, que los monasterios siempre han buscado emplazamientos en los que la vida de clausura fuera posible. Es decir, hace falta autosuficiencia, o lo que es lo mismo: agua y un terreno fértil en el que poder cultivar. A ello se pusieron las clarisas. Y de ahí sacaron verduras para comer y plantas medicinales para curar. Con una peculiaridad que quizás los más duchos habrán avanzado: faltaba un siglo para que don Cristóbal Colón descubriera América sin querer, y por lo tanto, un siglo para que llegaran a Europa los tomates, el maíz, las fresas o las patatas. El proyecto que ve ahora la luz se centra en los orígenes, así que, tal y como explica la historiadora Maria Antònia Martí Escayol, doctora en Historia, "aquí no hay nada que provenga del intercambio precolombino".

Joan pone orden entre las lechugas y las espinacas del huerto de Pedralbes

Joan pone orden entre las lechugas y las espinacas del huerto de Pedralbes / Manu Mitru

Tampoco se usa, como es obvio, productos químicos ni ninguna energía que altere el funcionamiento natural y orgánico de la tierra. Tras analizar los escritos medievales, se ha optado por "combinaciones de cultivos que ayudan a prevenir la llegada de insectos invasores y que propician el descanso de la tierra". O sea, que no se sembrará siempre lo mismo en cada parcela para conseguir una mayor recuperación nutricional del suelo. Uno de los elementos recuperados de la era medieval es el uso de paja en los encaminamientos, un cojín natural que conserva mejor la humedad y favorece la fertilidad de la tierra.

El biólogo y educador ambiental Joan Solé ha sido el encargado de dar forma física a la teoría que desprenden los escritos antiguos, donde por cierto, Maria Antònia ha encontrado alguna que otra sorpresa. Como encontrar, al final de un documento que no fue fácil interpretar, una frase de otro escribiente en la que se puede leer 'todo lo dicho hasta aquí es mentira'. Si ahí hubo un duelo de monjas campesinas o realmente se alertaba de una mala práctica es algo que las contendientes se llevaron al cielo.

Cada cosa en su sitio

Como decíamos, Joan es el del gorro de paja y la camisa arremangada. El hombre que ha posado para la foto, para más señas. Cuenta que de momento se ha recuperado la mitad del terreno y que se ha dividido en dos parcelas, una de huerta intensiva con verduras como espinacas, lechuga, rábanos, acelgas y calabaza de vino (europea), y otra extensiva con leguminosas, esto es, guisantes, garbanzos, habas o lentejas. Al cabo de un año, los cultivos cambiarán de terreno de juego. Es, reza la historiadora, "el huerto más antiguo de Barcelona". "Y es -añade Joan- de los primeros huertos mediterráneos medievales recuperados en Europa".

Vista general del huerto, con las dos parcelas por ahora cultivadas. A la izquierda, tras una valla, las dos pendientes por restaurar

Vista general del huerto, con las dos parcelas por ahora cultivadas. A la izquierda, tras una valla, las dos pendientes por restaurar / Manu Mitru

El huerto se riega a través de unos canales que fueron descubiertos gracias a las excavaciones arqueológicas. La balsa se alimenta de uno de los ramales que recogen el agua freática que entra en el recinto del monasterio. A través de un sistema hidráulico, el agua circula hacia las puertas que dan acceso a los pequeñas acequias que desembocan en las raíces del cultivo. Joan, mientras el agua avanza, se esmera con la azada para que el alimento llegue a todo el plantío.

Para esta labor, Joan cuenta con la colaboración de dos entidades de inserción laboral (la Fundació Guru y el Centro Ocupacional Pedralbes) de personas con discapacidad. Y para lo recolectado (se suele hacer los miércoles), si antes iba a la despensa de las monjas, ahora se manda a centro de acogida Assís, que trabaja sobre todo con personas sin hogar. Para rematar la filosofía de huella ecológica cero, el transporte de verduras y legumbres hasta esta entidad se realiza a través de una empresa que trabaja solo con vehículos eléctricos.

El huerto abre el jueves al público y se espera que, además de turistas y curiosos, las escuelas se animen a visitar el lugar para que los chavales conozcan las historia por vías quizás más atractivas. No es que los libros o las piedras, no digamos ya el claustro gótico del monasterio, no tengan su 'sex appeal', pero quién sabe, quizás que las hortalizas del medievo despiertan más curiosidad.