Resurrección de un histórico

La Paloma calienta motores de cara a su esperada reapertura este 2022

El próximo día 30 acogerá una gran fiesta de 'swing', como evento privado, pero la propiedad espera lograr una subvención para reactivar su programación artística en pocos meses, tras más de 15 años de cierre

Fachada de La Paloma, en el Raval, el pasado fin de semana.

Fachada de La Paloma, en el Raval, el pasado fin de semana. / Jordi Cotrina

Patricia Castán

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Tras más de 15 años de persianas bajadas, la mítica sala de fiestas La Paloma calienta motores de cara a poder volver a la escena barcelonesa a lo largo de este año. Dentro de su política de acoger eventos privados, el próximo día 30 será escenario de una gran fiesta para bailarines de swing, Life goes to a Party. La cita (de 20.00 a 1.00 horas), de la que se habla en redes sociales y cuyas entradas se venden online, ha alentado los rumores de reapertura, pero la propiedad aclara que la vuelta a la actividad con una programación regular todavía tendrá que esperar unos meses.

Mercè March y su hijo Pau Solé han custodiado su preciada propiedad con gran paciencia desde su cierre forzoso, el 1 de enero de 2007. Durante todos esos lustros, la sala de fiestas más antigua de Europa (1903) ha asumido una odisea de mejoras técnicas y trámites administrativos para subsanar esencialmente los problemas de deficiente insonorización que habían generado numerosas quejas vecinales por ruidos tras una etapa final como discoteca. Sus propietarios la han cuidado como la joya que es, a la espera de esa nueva oportunidad que presuntamente llegará poco antes de que cumpla los 120 años de historia.

En diversas ocasiones se ha anunciado el regreso, pendiente de algún permiso, pospuesto por la pandemia, u otros motivos. De momento, albergan eventos con cuentagotas, como la reciente grabación de un programa de 'FAQS' de TV3, entre otros. No obstante, ha sido la fiesta de 'swing' programada con la música de The Rawal Swing Band y promocionada por BCNSwing, con la promesa de devolver el baile a sus pistas tras casi 16 años, lo que ha devuelto la sala del 27 de la calle del Tigre, en pleno Raval, a la actualidad.

Imagen de archivo del interior de La Paloma.

Imagen de archivo del interior de La Paloma. / FERRAN SENDRA

March explica a este diario que estos años han sobrevivido milagrosamente sin imaginar que el proceso se alargaría tanto. Han insonorizado, adaptado el espacio a la normativa eléctrica y de seguridad y otras inversiones. "Se ha tramitado todo como si fuera una sala nueva, aunque siempre hemos tenido licencia de sala de fiestas desde hace más de un siglo", relata. Restan "algunos detalles", como pequeñas intervenciones en el escenario. Tras morir su marido, Mercè se propuso mantener ese legado familiar de varias generaciones contra viento y marea. "Hemos aguantado porque La Paloma era mi vida y Barcelona no puede perder un espacio tan emblemático como este".

La familia ha solicitado una subvención para impulsar la reapertura, ya que precisa una importante inversión para crear una nueva plantilla y una programación que se basará en orquestas (del Taller de Músics) y baile. Tal vez con opción a alguna sesión nocturna, pero que de llevarse a caso sería con criterios muy específicos (de tipología y horarios) para evitar cualquier problema de convivencia vecinal.

Fuentes del distrito de Ciutat Vella señalan que la sala está "en trámite de licencia de apertura". En esa recta final, están "pendientes de algún documento sobre el proceso de regulación dela insonorización".

Una larga historial

Su exterior, con aspecto de nave industrial (en su momento fue de la Fundición Comas, donde dicen que se fundió la estatua de Colón), contrasta con su pomposo interior, que podrá resucitar con esplendor. El currículo como sala de baile se forjó desde 1903, cuando lo fundaron tres amigos, con un inicio un tanto tumultuoso, hasta que en se lo quedó Jaume Daura en 1907, y su hijo le insufló una nueva etapa.

En 1915 el propietario viajó a París y se inspiró para renovarlo, con la ayuda de Salvador Alarma, escenógrafo del Gran Teatro del Liceu, y Miquel Moragas, reputado pintor del momento. Las telas del techo que aún lo ornamentan recrean distintos tipos de baile. Mientras que en 1919 incorporaría una versión de salón de los espejos versallesco a cargo de Manuel Mestres. Los dorados y excesos se convirtieron en sello de identidad, junto su gran lámpara central y las mesas de mármol que ahora vuelven a ser tendencia.

Sobrevivió al cierre durante la guerra civil (convertida en galería de tiro) y a la censura durante franquismo, revivió como inolvidable punto de interrelación y ocio de varias generaciones hasta albergar a discjockeys para sobrevivir al cambio de siglo. Ahora quiere escribir una segunda vida.

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