Movilidad y urbanismo
Túnel de Glòries: un atasco previsible y un futuro incierto
La nueva galería de entrada a Barcelona se estrena con colas y enfado general
El ayuntamiento insta a evitar la hora punta y espera que del caos se pase a un tráfico elevado pero asumible
Carlos Márquez Daniel
Periodista
Periodista especializado en Barcelona. En 'El Periódico' desde principios de siglo. Los últimos 15 años, dedicados a la información local: movilidad, urbanismo, infraestructuras, política municipal, barrios, área metropolitana y medio ambiente. Colaborador habitual en los programas de televisión 'Planta Baixa' (TV3) y 'Bàsics' (Betevé).
Carlos Márquez Daniel
Serán necesarias unas semanas para calibrar si el atasco de este lunes en Glòries para entrar en Barcelona ha sido fruto de la novatada que supone estrenar una nueva ruta en una gran ciudad o si, por el contrario, esta será la nueva vieja realidad (o incluso peor) en el acceso a la capital catalana por la C-31. El túnel ya funciona en los dos sentidos y la plaza presenta un aspecto insólito, con el asfalto desierto; una postal propia de la película 'Soy leyenda', del Will Smith muy anterior a la bofetada a Chris Rock. Bajo tierra se ha producido un fenómeno "razonable", según el consistorio, o un infierno, según los usuarios. Se cierra un capítulo del centro metropolitano que soñó Ildefons Cerdà. Y se abre otro, por ahora de futuro incierto, que tiene que ver con la movilidad, pero también con el urbanismo y la política. Con cuatro barrios implicados directamente, pero con una ciudad y un área metropolitana también expectantes.
Los problemas han empezado antes que el día. No eran ni las siete de la mañana, cuando todavía era de noche, y la alfombra subterránea que accede al Eixample ya estaba repleta de coches. Casi cuatro horas ha necesitado la arteria para exhibir cierta fluidez, complicada, además, por un accidente en la Ronda Litoral que ha derivado a muchos conductores hacia el acceso por la C-31. Son las cosas de la movilidad, los flujos circulatorios, los hábitos, las alternativas, los trucos, las trampas y los atajos. Todo, en una ciudad que no puede (seguramente, tampoco debería) ir trazando rondas radiales, densa, con mucho por hacer en materia de transporte público metropolitano, aunque aquí, en la Gran Via, el bus goza de un carril exclusivo que tiene un gemelo a la altura de Badalona. Como contexto de todo lo que ha sucedido y sucederá, el dato que el RACC aportó el pasado diciembre: el 80% de los automóviles que circulan por el Eixample provienen de fuera de la ciudad.
Señalización mejorable
Muchos se han olido la tostada y han abandonado la arteria por la salida de Bac de Roda (a unos dos kilómetros de Castillejos) para intentar seguir por la superficie. Pero ahí estaba la Guardia Urbana, desviando a derecha e izquierda para que el futuro parque de la Canòpia (¿para cuándo...?) sea solo accesible para transporte público, bicicletas y vehículos de vecinos. Antes del túnel, otro volquete de despistados que salían por la lengua destinada solo al bus y al taxi, poco después del cruce con la calle de Bilbao. También la policía los iba disolviendo lejos de Glòries.
Tras el túnel, en Castillejos, colas para subir por Padilla, y más tarde, por Marina, calle, por su amplitud, más concurrida que la primera. Ha habido quejas sobre la señalización (el ayuntamiento avanza que se irán corrigiendo cosas) y la falta de previsión. El termómetro de todo lo malo, sin duda, en Twitter, donde muchos han acompañado sus improperios de videos y fotos del atasco del que formaban parte. Todo, mientras el bus avanzaba, lozano, por su izquierda.
Donde muchos ciudadanos han visto "caos" y "chapuza", "ratonera" y "trampa para coches", el ayuntamiento ha distinguido un "funcionamiento previsible" y ha pedido que la gente "huya en la medida de lo posible de las horas punta", declaración que ha encendido todavía más los ánimos, con no pocos mensajes sobre la remota posibilidad de que en el trabajo el jefe se avenga a que el personal se ponga el mono a mediodía.
Quien ha respondido en nombre del consistorio es Manuel Valdés, gerente de Movilidad e Infraestructuras (no era día para poner ante las cámaras a un cargo político...), quien en jornadas previas a la apertura total del túnel de Glòries ya advirtió de que la cosa requeriría de un tiempo para cimentar cierta estabilidad. "Ha funcionado de modo razonable. De manera paulatina y progresiva se irá adquiriendo una cierta normalidad". Está por ver, como sucede con la pandemia, si será una nueva normalidad o la de siempre. Lo que dicen los números es que la intensidad diario de vehículos ha caído desde que se derribó el tambor en 2014: se ha pasado de 95.000 a 78.000 coches.
Piedras de la oposición
La oposición no ha dado mucho margen al gobierno de Barcelona en Comú y el PSC y ha criticado con dureza los efectos de la apertura de la galería, que ya en noviembre abrió el sentido Besòs, de salida de la ciudad. Desde Junts, Elsa Artadi ha calificado de "surrealismo máximo" el hecho de que una infraestructura pensada para mejorar la movilidad (y diseñada en tiempos de Xavier Trias) "genere un caos circulatorio". "Es el mundo al revés, y el ejemplo del poco rigor y el modo de trabajar de 'comuns' y socialistas", ha sostenido. Josep Bou (PP) ha hablado de "nuevo desastre de Colau y Collboni" y Luz Guilarte (Ciutadans), de "cuello de botella que aumenta la contaminación".
Por parte de Esquerra, el concejal Max Zañartu ha lamentado una situación que era "previsible" y ha planteado la posibilidad de que los vehículos con más de un ocupante puedan usar el carril destinado al transporte público -creando un carril bus-VAO-, como ya sucede en los carriles bus de la C-58 y en de la C-31 a la altura de Badalona. ERC elevará el asunto al pleno municipal de abril, a finales de mes. El cambio está en manos del consistorio, puesto que la C-31 pasa a ser la Gran Via a la altura de Rambla Prim. Quizás alguien también pida lo mismo para las motos, pero eso casi no hace falta ni regularlo, puesto que son muchas las que ya usan el pasillo reservado, de manera furtiva, para poder avanzar a los automóviles detenidos. Los autobuses, sin embargo, apenas notan su presencia, puesto que los motoristas se apartan o justo antes del semáforo de Bilbao y delante de los coches o entre los vehículos de la cola cuando ven que se acerca un hercúleo autocar metropolitano o un taxi.
Aroma urbano
Lo que no ha resuelto el túnel es la sensación de inicio de ciudad que genera la llegada a Glòries. Antes pasaba a la altura de Bilbao y ahora en Castillejos, pasado el agujero. Es imposible asumir la tesis de Cerdà de que esta plaza es el centro de la metrópolis cuando una arteria desemboca aquí en forma de autopista. Ni la velocidad limitada a 50 kilómetros por hora ni el radar de tramo, ni el 'panot' de la pequeña acera lateral de la galería dotan al lugar de aroma urbano. Quizás lo haga un poco más con el paso del tiempo, como puede que suceda con la Ronda del Mig a su paso por la Rambla de Badal.
Pero este no es uno de los portales de Barcelona, ya que el término municipal está a tres kilómetros de aquí, en los límites con Sant Adrià que marcan los barrios de la Vernerda i la Pau y el del Besòs i el Maresme. Se considera Glòries una entrada a Barcelona, pero lo es tanto como Francesc Macià o la plaza de Espanya. Cuestión de perspectivas y de costumbre. En otra vida se habría descartado el túnel y diseminado la circulación poco a poco a partir del origen de Sant Martí, junto al Besòs, convirtiendo la Gran Via en una enorme avenida de la vida vecinal y el transporte público.
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