Símbolo del arte pop

El icónico mural de la fábrica Tipel en Parets del Vallès cumple medio siglo

Una exposición y un libro recuperan la aventura artística que supuso la moderna intervención pop de Arranz-Bravo y Rafael Bartolozzi, en 1971, 

El estudio RCR Arquitectes proyecta una pasarela entre la autopista AP-7 y la nave para convertir la pieza en un museo al aire libre

El mural de la fábrica Tipel cumple medio siglo de vida

El mural de la fábrica Tipel cumple medio siglo de vida / Jordi Cotrina

Natàlia Farré

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“Me asusté mucho cuando vi la maqueta. Aquello no se había hecho nunca. Mi mujer dijo que nos meterían en la cárcel”. El autor de la frase es Isidor Prenafeta. Y la exclamó cuando Eduardo Arranz-Bravo y Rafael Bartolozzi le enseñaron el proyecto artístico pensado para la fábrica que estaba a punto de construir en Parets del Vallès: un mural de 2.000 metros cuadrados que cubría toda la nave, entera. Colores pop y diseño psicodélico. Era algo que no se había hecho nunca. Era, y es, la famosa fábrica Tipel, icono del arte pop catalán de los años 70 y visible, mucho, desde hace 50 años desde la autopista AP-7. Quien ha pasado por ahí, la ha visto, como lo hizo el 2 de abril de 1971, al poco de terminar el mural, un inspector del régimen franquista

Nadie acabó entre rejas pero el diligente funcionario tramitó una denuncia que instaba a “la inmediata retirada” ya que, a su juicio, la pieza de Arranz-Bravo y Bartolozzi, afectaba a la “seguridad de la circulación” al ser “una especie de cuadro modernista” demasiado “luminosos y llamativo”. El Ministerio de Obras Públicas aceptó los recursos de Tipel y la denuncia no tuvo más recorrido, hubo indulto, pero sí llenó páginas y páginas en la prensa, nacional e internacional. Por estos lares se pedía que si la fábrica era una distracción, que taparan, también, otros monumentos susceptibles de llamar la atención de los conductores, como la montaña de Montserrat o el Arc de Barà. En el resto del mundo, de Italia a Suráfrica, no se entendía el embrollo y se defendía la intervención en la nave como lo que era, una obra artística. 

Eduardo Arranz-Bravo y Rafael Bartolozzi, trabajando en el mural de la fábrica Tipel, en 1971.

Eduardo Arranz-Bravo y Rafael Bartolozzi, trabajando en el mural de la fábrica Tipel, en 1971. /

Fotos inéditas

De todo ello habla ‘La fábrica Tipel: el sueño pintado’, exposición en la Fundació Arranz-Bravo (hasta el 1 de mayo), libro (de Carles Toribio) e investigación sobre el cómo y el porqué de ese mural, ahora catalogado como Bien Cultural de Interés Local (BCIL). Entre los descubrimientos figuran 80 dispositivas desconocidas que documentan el proceso de trabajo del dúo de creadores, del otoño de 1970 a marzo de 1971, y que se intuye podrían tener la firma de Xavier Miserachs. ¿Por qué? Por el tipo de instantáneas y porque el fotógrafo documentó otra sesión de la creación de Arranz-Bravo y Bartolozzi y las imágenes que acompañaban a la prensa de la época eran suyas. 

El de Toribio y Albert Mercadé, cocomisario de la muestra, es la primera gran investigación sobre el tema, y ha permitido descubrir muchas cosas pero, según Mercadé, podría y debería ampliarse: “Nadie se ha interesado nunca por esta intervención, lo hemos hecho nosotros pero esto debería ser un punto de partida para profundizar en el trabajo de unos artistas que fueron muy importantes en ese momento pero cuya trayectoria no se explica en ningún museo”. Cierto. Demasiado contemporáneos para el MNAC y demasiado pictóricos para el Macba, mucho más interesado en el arte conceptual. 

Eduardo Arranz-Bravo y Rafael Bartolozzi pintaron el mural e intervinieron en las ventanas del edificio.

Eduardo Arranz-Bravo y Rafael Bartolozzi pintaron el mural e intervinieron en las ventanas del edificio. / Jordi Cotrina

Ocho corderos

Pero la pieza se lo vale: “Es una de las obras de arte más importante de esa época, no solo era el mural más grande de Europa sino que además era contracultural y psicodélico”, apunta Mercadé que recuerda que de aquellos años de arte conceptual y efímero lo que han quedado son, sobre todo, imágenes que documentan las acciones –de los 'happenings' gastronómicos de Antoni Miralda al buey desollado de Jordi Benito- que se llevaban a cabo pero no las obras en sí. Lo de Arranz-Bravo y Bartolozzi en la Tipel fue pintura pura y dura. O “obra de arte total”, apunta Mercadé, no en vano la nave industrial se decoró al tiempo que se construía y la locura creativa de Arranz-Bravo y Bartolozzi llegó, también, a las ventanas, que sobresalen de la fachada; y a la maquinaria, camiones y camiseta del equipo de fútbol de la fábrica. 

La entrada también fue intervenida, se plantaron frente a ella ocho esculturas de corderos de las cuales tres se han recuperado en manos de un veterinario de Parets, el resto se perdieron. Ocurrió en los años 90 cuando la fábrica cerró y el edificio, pinturas incluidas, entró en una gran decadencia. Así estuvo hasta que el nuevo propietario, Pere Hernández, vio en el mural un valor a mantener y lo mandó restaurar en 2019. Una rehabilitación que tendrá continuación en una pasarela proyectada encima del talud que separa la fábrica de la autopista para poder contemplar la obra, como si se tratará de un museo al aire libre. La plataforma no tiene presupuesto ni calendario, pero sí firma: el diseño sale del estudio RCR Arquitectes, ganadores del premio Pritzker, el nobel de la arquitectura, en 2017.  

Recreación virtual de la pasarela proyectada frente a la fábrica Tipel por RCR Arquitectes.

Recreación virtual de la pasarela proyectada frente a la fábrica Tipel por RCR Arquitectes. / RCR Arquitectes

Explosión de color

Aunque el origen de todo se remonta a los años 70. Cuando Prenafeta decidió ampliar el negocio de almacén de pieles familiar de Poblenou y crear una fábrica de curtidos de piel, la Tipel, en Parets del Vallès. Pero el empresario no era solo un emprendedor sino que también era un artista frustrado, que había estudiado codo a codo en la escuela de Bellas Artes con Arranz-Bravo y Bartolozzi. La idea del mural surgió de un viaje a EEUU y de la fascinación por los primeros 'graffiti' que empezaban a llenar las paredes de Harlem y el Soho, y para la elección de los artistas no tuvo dudas. El resultado es el citado mural, hijo del espíritu del 68, que se define como pop pero que pero que de pop tiene poco más que los colores, “está más cerca de la psicodelia”, asegura Mercadé. La intención de los artistas, afirma, era “poner vida en un lugar de tortura” y que su gran premio era ver como los fines de semana los trabajadores volvían “al lugar de tortura”, o sea la fábrica, para mostrarla a los familiares. 

Lo cierto es que supuso una explosión de color en la gris España aún franquista, y una popularidad que sobrepasó a los artistas. Después de la Tipel hicieron otras intervenciones, como la casa de Camilo José Cela en Mallorca y la fachada del Centre Internacional de Fotografia de Barcelona (CIFB) en el Raval, y sus obras se vendían como rosquillas. De eso se cumplieron en 2021 medio siglo, pero la pandemia ha retrasado la exposición y el libro hasta ahora. 

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