Incremento sin precedentes

Recorrido por las gasolineras de Barcelona: de crisis en crisis hasta la angustia del combustible

Los barceloneses asisten exhaustos al enésimo problema en dos años de tensión: el precio desorbitado del combustible

BARCELONA 10/03/2022 Barcelona. El precio de la gasolina se dispara. Reportaje con usiarios y empleados. Juan Duque. FOTO de ZOWY VOETEN

BARCELONA 10/03/2022 Barcelona. El precio de la gasolina se dispara. Reportaje con usiarios y empleados. Juan Duque. FOTO de ZOWY VOETEN / ZOWY VOETEN

Toni Sust

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La gente está muy apurada y en la calle se nota. Dos años de pandemia han resultado agotadores. Y cuando se empezaba a dar la espalda a la crisis sanitaria, no porque ya no haya covid, más bien porque todos están muy cansados de hablar del tema, de llevar mascarilla, de tener un ojo siempre atento a que nadie le tosa cerca, llegó la guerra. Y ahora, no es solo lamentar la tragedia humanitaria, es vivir a distancia sus efectos económicos. Un día a día alterado por las subidas de precios y la amenaza del desabastecimiento, sin mencionar ese riesgo latente, que, vale, seguro que no pasa, del holocausto nuclear.

Y todo ello ha suscitado, lógicamente, agotamiento, frustración, desengaño en el mejor de los casos; sentimientos que desprendían muchos de los barceloneses que este jueves acudían a repostar a las gasolineras, en las que los números delatan que los precios han llegado a cotas desconocidas, a un ´recod, al Everest de los dos euros el litro de combustible. Dos euros que dan para cerca de 15 kilómetros de recorrido. Caro.

El taxista Esteban March, en la calle de la Diputació, este jueves.

El taxista Esteban March, en la calle de la Diputació, este jueves. / ZOWY VOETEN

“Un cliente me gritó: ‘¡Deja de subir el precio!’”, explica todavía asombrado el operario de una gasolinera que prefiere que no se desvele su identidad. “Le contesté que en cuanto hubiera llegado a mi yate lo bajaría. Veo gente que está muy mal. Les digo que acabo de empezar a trabajar aquí, que no sé nada del tema. Se te quejan por todo”.

La barrera de las 100 pesetas

“En 35 años en esta gasolinera nunca había visto esto. Cuando empecé llegamos a la barrera psicológica de las 100 pesetas (cerca de 60 céntimos de euro) el litro”. Lo cuenta Juan Morales, de 61 años, empleado de la estación que está en el cruce de paseo de Sant Joan con Diagonal. Allí trabaja desde 1987.

Lo que sí que recuerda de aquel mundo sin internet es cómo se formaban las colas a la que el precio se incrementaría un poco: “Anunciaban en el telediario que habría subida y todos volando a la gasolinera”. A Morales los clientes le hablan del tema constantemente, porque hace ya unas semanas que la tarifa se fue elevando: “Creen que es una locura. Uno que va en moto me contaba que se pasará al tren”.

David Cardiel muestra el tíquet de su pago en la gasolinera.

David Cardiel muestra el tíquet de su pago en la gasolinera. / ZOWY VOETEN

“¡Ponme 500 euros!”

Los trabajadores de las gasolineras son de las personas que conocen antes el precio del combustible. Les llega el aviso por la tarde y el último operario lo cambia antes de cerrar. Eso en los establecimientos que, como este, cierran por la noche.

Morales interrumpe la charla. Ha llegado David Cardiel, 50 años, comercial del sector inmobiliario, un hombre amable que busca el lado positivo de la situación: “Por lo menos tenemos salud y no nos bombardean”. Este jueves, en la gasolinera las tarifas están como están: el diesel a 1,93 euros, el barato, y 2,02 el caro. La gasolina, a 1,97 la 95 y 2,12 la 98. “¡Ponme 500 euros!”, bromea Cardiel al llegar. Llenar su moto le ha costado 17,4 euros. Hace dos semanas pagó 15. Antes solía costarle 12. “Hay días en que gasto dos depósitos. Hay semanas en que uno cada tres días”. Resignado, asume la situación con la mejor cara.

Jordi Membrado, 52 años, comercial del automóvil, de una tienda que vende vehículos Audi, no cree que la subida reduzca las adquisiciones, porque el 80% de sus clientes elige el renting y por ser su producto de gama alta. Una situación casi excepcional entre los conductores que van a repostar. Porque Héctor Renedo, de 32 años, director de tienda, ha empezado, cuenta, a fijarse en el precio de la gasolina que pone en su moto, cuando antes no lo hacía.

Cristian Ibáñez bromea en la gasolinera de Diputació con Roger de Flor.

Cristian Ibáñez bromea en la gasolinera de Diputació con Roger de Flor. / ZOWY VOETEN

Desazón máxima

En la gasolinera de Diputació con Roger de Flor, el desánimo se desata. Aquí el diesel está a 1,98 euros, el barato, y 2,06 el caro. La gasolina, a 1,97 la 95 y 2,119 la 98. Enrique, 59 años, empleado del lugar, cree que el Gobierno tiene que actuar: “El Estado se queda 55 céntimos de cada euro que paga la gente. Tiene margen para reducir su parte”. Que el gasoil esté más caro que la gasolina, como pasa en este punto de repostaje, le parece increíble. Lo mismo le pasa a tres jóvenes que se detienen ante el letrero de los precios y no dan crédito.

Cristian Ibáñez, 26 años, estudiante de Ingeniería, no coge mucho la moto. Hace tres años llenaba con algo más de cinco euros. Hoy paga 7,76. No es mucho, dice, si es de vez en cuando. Pero más habitual es el conductor de una furgoneta cuyo lleno costaba 110 euros habitualmente y que este jueves paga 176 euros para repostar al completo. “Asusta la cifra”, subraya el conductor, que celebra que el coche sea de la empresa.

“Nos van a extinguir a todos”

A su lado aparca un motorista que no quiere dar su nombre, que no quiere quitarse el casco, que rechaza posar para la foto y que cuenta que está en trámites de dejar la moto por no poder asumir el coste de la gasolina: “Es que si no no podré pagar el alquiler”. Su tono es apocalíptico: “Nos van a extinguir a todos. Ahora mismo nos están escuchando”.

Quizá bromee. La que no bromea es Meritxell León, de 51 años. No puede más: “Estoy harta de todo lo que pasa. De un sistema que no funciona. Vivimos peor que los animales. No creo que la vida sea esto”. Se va en su moto y llega un taxista con pinta de estar a punto de estallar, que rechaza comentar la situación: “No quiero hablar. Estoy muy quemado. Estoy arruinado”. Y el taxista también se va, con cara de no estar para que nadie le toque la moral.

A unos 100 metros está aparcado Esteban March, de 56 años, 14 años haciendo el taxi. Se lo toma con más filosofía. Dada su profesión, argumenta, no existen muchas alternativas: “Si pusieran la gasolina a cuatro euros el litro, también tendría que salir a trabajar”. Su fórmula es sencilla: cuando acaba la jornada que desarrollaba hasta ahora, añade una carrera al día para compensar el aumento en el coste del combustible.

“Es que además no hay mucho trabajo”, advierte March, que no entiende como el taxi no tiene acceso a un gasoil más barato: “Es un servicio público”. Otro que echa de menos una actuación gubernamental más drástica.

'Low cost'

Una opción de rascarse un poco menos el bolsillo es acudir a una gasolinera 'low cost'. Hay una en la calle de Badajoz, no muy lejos de Glòries. Aquí, la gasolina cuesta 1,839 el litro, y el gasoil, 1,819. El precio puede ser inferior porque no hay empleados, no hay tienda, no hay servicios. Juan Duque, 39 años, comercial, vive cerca, en Almogàvers, y reposta aquí. “Antes ponía siete euros para llenar”. Hoy, 9,88.

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