ÉRASE UNA VEZ EN... BADAL (52)

El otro refugio de Juan de Sada

Vecinos del barrio están convirtiendo un solar en ruinas que llevan años reivindicando como una plaza en un espacio de convivencia.

Lo han limpiado de malas hierbas y han preparado seis bancales para un huerto, una zona de petanca y un espacio de juego infantil.

Vecinos trabajando en Juan de Sada.

Vecinos trabajando en Juan de Sada. / Jordi Cotrina

Helena López

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Dani, Ana y Guille hablan sentados en los palés situados en uno de los extremos del solar. Tras ellos, en el muro principal, sobre un fondo verde (color cargado de significado), un mensaje: 'Volem la plaça!'; un mural que lleva allí bastante más tiempo que estos chavales; herederos de aquella lucha (y de tantas otras). En los balcones de los altos bloques que les hacen sobra, otras pancartas recuerdan que Sants-Badal necesita más espacios verdes y menos tocho. Ese 'Volem la plaça' que han conservado, se pintó en unas jornadas vecinales organizadas hace tres años para pedir eso, convertir ese terreno abandonado y lleno de sucio en medio de uno de los barrios más densos de la ciudad en una plaza. Pocos años después, lo que han hecho estos jóvenes -junto a un intergeneracional grupo de vecinos- es abrir y crear esa plaza ellos mismos.

Tras varios domingos de trabajo -llevan dándole al pico y pala desde finales de noviembre- en el espacio ya toman forma seis bancales que acogerán el huerto, una petanca (lo de intergeneracional no era una forma de hablar) y un espacio de juego infantil. "El primer día fue solo limpiar malas hierbas. Eran tan altas que casi no se podía ni entrar", explica ante el solar hoy limpio Dani, quien señala orgulloso que cada semana se suma gente nueva. "El objetivo es que este sea un espacio completamente abierto. Cada uno participa a su manera; desde un vecino de 91 años que baja con la azada, hasta una vecina que no puede quedarse, pero nos trae una planta de su casa o quien deja unas monedas en el bote para comparar herramientas", prosigue el joven. De momento, trabajan con las que les ceden otros espacios del territorio.

Vecinos del barrio trabajan en el espacio, el domingo pasado.

Vecinos del barrio trabajan en el espacio, el domingo pasado. / Jordi Cotrina

Otra de las primeras cosas que hicieron fue, en asamblea, buscar un nombre. Decidieron ponerle El Refugi, por el refugio 1.513, cuya entrada está a escasos metros del lugar y por lo que significa. "Tiene un sentido en el momento en el que ha nacido esto, un momento de reclusión, de aislamiento, en el que se crea un espacio de comunidad, en lugar en el que la gente se puede encontrar, al aire libre... un refugio; además, aquí, en una zona tan degradada", reflexiona Guille.

Doble valor

El historiador local Agus Giralt es uno de los mayores conocedores de los refugios de la Guerra Civil en Sants, su casa. Tiene claro el valor del refugio bajo la calle de Juan de Sada. Entre los 1.400 o 1.500 refugios que se sabe que hay bajo Barcelona, solo 25 fueron construidos por la administración (el resto fueron autoconstruidos) y este es uno de ellos. "En general, los que fueron impulsados por la administración, como este, ya que se hacía una inversión grande, la idea era poder darles un segundo uso cuando acabara la guerra. El de la Plaça del Centre se pensó para convertirlo en unos baños públicos. Este se pensó para que pasaran las cloacas", detalla el historiador. Otro motivo, no menor, que da valor a este refugio concreto es su estado de conversación (algunos afortunados bajaron en el 2013 y así lo confirmaron).

"Sería necesario poder hacer un estudio más profundo de todos estos refugios y definir unos criterios claros. Hoy solo está habitado como espacio de memoria el del Poble Sec porque está en un lugar que no molestaba, y se puede visitar en momentos concretos el de la plaza del Diamant. El de Juan de Sada podría convertirse en un pequeño centro de interpretación, para que las escuelas del barrio pudieran venir a ver cómo eran un refugio. Son unos 150 metros lineales, toda la calle; con una anchura de dos metros y medio", apunta Giralt, quien recuerda cuando salió a la luz el refugio 819, en la plaza Bonet i Muixí, bajo la iglesia, y empezaron a salir vecinos que recordaban historias y le mandaron fotos...

Mirada de niño

"Al inicio intenté recoger testimonios, pero la gente a la que he podido entrevistar, durante la guerra eran niños, y muchas veces no tenían conciencia del peligro, recuerdo un testimonio de unos señores que me contaron que habían salido a ver los aviones... Además cada vez es más difícil encontrar testimonios. Es un tema que durante muchos años no se pudo hablar, y ahora que se puede cada vez queda menos gente", prosigue Giralt, quien señala que en la cuestión de los refugios "vamos siempre con el paso cambiado". "Se hacen obras no sé donde y, ostras, ha aparecido un refugio y entonces se va y se hace una intervención de urgencia para ver lo que hay; y eso en las públicas, en privadas a veces ni se comunica...", prosigue el historiador convencido de la necesidad de hacer un estudio general antes de que sea demasiado tarde.

"En 1938 se hizo un listado de los que había y en la Carta Arqueológica de Barcelona están punteados, pero faltaría un estudio, ver a día de hoy cuál es el estado de la cuestión, porque muchos han desaparecido. A principios del 2000, la empresa que llevaban las cloacas hizo uno, pero muy genérico. Además, frecuentemente, el único tratamiento sobre el tema se ha hecho desde un punto de vista arqueológico, sin poner la mirada en la memoria".

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