EN BARCELONA
Detenidos cinco traficantes atrincherados tras golpear a unos policías
Guillem Sánchez
Redactor
Periodista de sucesos. Antes trabajé como redactor de sociedad en la Agència Catalana de Notícies (ACN).
Profesor asociado en la Facultat de Comunicació i Relacions Internacionals Blanquerna.
Libros Publicados: 'El Estafador' (Editorial Península) y 'Crónica del Caso Maristas' (Ediciones B).
Guillem Sànchez
El agente de la Guardia Urbana estaba fuera de servicio. Paseaba junto a su pareja cuando observó en la calle de Almogàvers del distrito de Sant Martí de Barcelona a cinco hombres cargando bolsas oscuras en una furgoneta Kangoo. Eran poco después de las cinco de la tarde de este martes. El aire apresurado y la actitud vigilante que ofrecían, llamó su atención. Cambio el rumbo del paseo y pasó junto a ellos, disimuladamente. Captó entonces el inconfundible olor de la marihuana. Avisó a sus compañeros y una patrulla de la comisaría del Eixample respondió a la llamada.
Cuando estos agentes se acercaron a los hombres de la Kangoo y les pidieron que se identificaran, hicieron lo opuesto: huir. También el conductor, que a pesar de que tenía frente a él a un policía, pisó el acelerador y se llevó por delante al funcionario, que pudo saltar del capó sin resultar herido. El otro agente arrestó a uno de los que habían huido a pie. Los otros tres y el conductor se dieron a la fuga. La Guardia Urbana activó un dispositivo que localizó la furgoneta en la calle de Pallars. El conductor ya no estaba. En el interior del vehículo había cuatro bolsas llenas de cogollos de marihuana, la parte de la planta más valiosa porque concentra el principio activo de THC, el que coloca al consumidor.
Segundo grupo
Los cinco hombres de la Kangoo habían comprado marihuana y habían sido sorprendidos cargándola en la furgoneta para llevársela. Se dieron a la fuga, y salvo uno que quedó detenido, el resto se esfumaron, sin avisar a los vendedores de aquellos bajos de la calle de Almogàvers de lo sucedido. Dos horas más tarde, estos vendedores, ajenos a la persecución anterior, regresaron a casa a bordo de un Subaru del que comenzaron a descargar cajas de cartón envueltas en bolsas de plástico. La Guardia Urbana había dejado allí a dos agentes de paisano cerca del lugar mientras buscaba a los sospechosos de la Kangoo. Los dos se acercaron a este segundo grupo, nuevamente integrado por cinco personas, y les pidieron que se identificaran. Actuaron como los anteriores, haciendo lo opuesto: huir. Los policías retuvieron a dos de ellos, que recibieron el apoyo de sus cómplices. A golpes, lograron que los agentes los soltaran. Ambos resultaron heridos de poca gravedad. Los cinco traficantes se encerraron en el interior del domicilio de Almogàvers. Atrincherados.
La operación
La Guardia Urbana desplazó a los efectivos de nuevo a la calle de Almogàvers. Llamaron a la puerta. Nada, no abrían. Los cinco del Subaru grupo sorprendidos por los agentes de paisano eran también los inquilinos del piso del que había salido la mercancía que compraba el primer grupo, el de la Kangoo. Y no iban a entregarse. Contrariados ante dos fugas y un atrincheramiento por un caso de marihuana –una reacción infrecuente dada la baja penalidad asociada a este delito contra la salud pública–, la policía municipal habló con los vecinos y con el administrador de la finca y averiguó que se trataba de cinco ciudadanos de origen rumano que habían alquilado dos plantas inferiores de la finca: un local y un domicilio del primer piso. Por el olor y la luz anaranjada que se filtraba desde el interior, en el local había una plantación.
Era de noche y la orden judicial de entrada y registro no llegó hasta el día siguiente. Con la orden en la mano, los policías abrieron la puerta y entraron en tromba. Los cinco inquilinos, esta vez, no opusieron ninguna resistencia.
El registro
En el salón estaban las cajas que habían visto que descargaban del Subaru. En una esquina, tapado con tablones y cartones, los policías hallaron un hoyo, que conducía a la planta inferior. Los traficantes habían conectado domicilio y local a través de un agujero por el que transitaban de una planta a otra gracias a una escalera. Esa noche la habían pasado tratando de minimizar el impacto del registro que sabían que estaban a punto de sufrir.
Los investigadores bajaron a la planta inferior y dedujeron en qué había consistido esa estrategia de ocultación. Habían cortado las plantas que estaban creciendo y las habían mezclado con el ramaje seco del que se iban a deshacer, tratando de simular que la productividad de la plantación era inferior a la real. Sirvió de poco porque los policías separaron los tallos verdes de los secos y así pudieron cuantificarla.
La instalación era un cultivo 'indoor' armado con instrumental caro y tecnología actual. Sustituía la luz solar por la de lámparas de sodio, contaba con un sistema de regadío que expulsaba el agua sobrante al subsuelo, disponía de un sistema de refrigeración y otro de extracción con filtros de carbono. Como suele pasar, estaba conectada ilegalmente a la red eléctrica. Además, para optimizar la luz de las lámparas, los bajos estaban recubiertos de un material reflectante. Un agente, por casualidad se apoyo contra una de las paredes e inesperadamente se resquebrajó, revelando un espacio contiguo. Allí dentro los investigadores encontraron otros 27 kilos de cogollos.
En total, entre la mercancía intervenida en la Kangoo, en el domicilio y en el local, se han reunido casi 60 kilos de cogollos y más de mil plantas de marihuana. Los cinco inquilinos quedaron arrestados. La Guardia Urbana sigue buscando a los cuatro que huyeron mientras cargaban la Kangoo.
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