BARCELONEANDO

Las galerías de arte se conjuran contra el derrotismo

Las salas de Barcelona se niegan a caer en el pesimismo y mantienen programación pese a que la pandemia golpea fuerte

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Natàlia Farré

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Hubo un tiempo en que decir Barcelona era decir galería de arte. Y hubo un tiempo en el que decir calle de Consell de Cent era, también, decir galería de arte. De las dos cosas hace mucho pero no tanto. Barcelona dejó de ser primera plaza cuando Madrid dio en el clavo, en los 80, con el nacimiento de la feria Arco y acabó con los tímidos intentos de Barcelona para hacer lo propio. La consolidación de los museos estatales ayudó también lo suyo allá por los 90, el resto fue cosa del gran número de ejecutivos con posibles que por entonces empezó a concentrar la capital. La diáspora de galerías de Consell de Cent llegó más tarde. La crisis del 2008 fue un gran revés para el mundo de las salas de arte. Desde el sector calculan que llegaron a perder el 50% de la facturación. Los altos alquileres del centro de Barcelona, con el tiempo, acabaron de dar la estocada a la vía. Hubo deslocalización. El arte se fue con el pincel a otra parte. En Consell de Cent siguen habiendo galerías, desde luego, pero no es la calle que era. Tampoco lo es Barcelona. Y así las cosas, llegaron la pandemia y sus secuelas.

“No hemos de caer en el derrotismo. Hay que saber encontrar, en las nuevas circunstancias, la forma de darle la vuelta a la situación y sacarle provecho. No va a ser fácil y hay que trabajar, pero hay espacios dónde agarrarse para salir adelante”. Palabra de Carlos Durán, cabeza visible de la Galería Senda. Entre estos espacios está el giro general por el retorno a lo cercano. La apuesta por el kilómetro cero. También en el arte. Y a ello hace referencia Mònica Ramon, presidenta del gremio, ahora reconvertido en Galeries d’Art de Catalunya, y codirectora de la sala Artur Ramon Art: “Hemos de ser capaces de poner las galerías de moda y que vuelvan a ser un punto habitual de encuentro entre los barceloneses”. En el volver está el quid de la cuestión. Pues lo dicho, hace mucho pero no tanto, que en Barcelona acudir a las galerías era un acto social. No había que ser un experto en arte ni aspirar a coleccionista para pasear por ellas. Acudir en familia a la histórica Sala Gaspar o a la Sala Parés era de lo más natural.

Apostar por lo local y también por lo digital. En la pantalla han tenido un flotador muchas galerías durante el confinamiento y la posterior nueva normalidad. Adaptarse o morir. La selección natural también afecta al mundo del arte. “La pandemia se ha vivido de muy diferente manera entre los que tienen una buena comunicación 'on line'  y los que lo fían todo a la visita. Entre los que siguieron trabajando y los que se quedaron bloqueados”, apunta Àlex Nogueras, codirector de la galería Nogueras Blanchard y presidente de Art Barcelona, la otra asociación que agrupa a las salas de arte.

Capear el temporal

Entre las dos entidades suman una sesentena de agremiados. Ninguno ha cerrado, pero sí ha habido ertes. “Es como en una  gran tormenta, muchas veces el barco pequeño puede capear mejor el temporal que el grande, que es más difícil de maniobrar”. La comparación la hace Joan Anton Maragall, patrón de una de las grandes, la decana Sala Parés. La suya, además, ha notado la caída del turismo. “En Barcelona también hay un turismo cultural, que ama el arte y se mueve por las galerías”. Además, la Sala Parés debe capear con el desierto en el que se ha convertido el Gòtic sin foráneos y con un montón de persianas bajadas.

La aversión, y a veces imposibilidad, del personal a viajar, y el miedo a las aglomeraciones también han golpeado a las galerías. Muchas ferias se han suspendido, y muchas salas de Barcelona nutren parte de su negocio en ellas. Aunque el mercado internacional resiste: “Sigue vivo porque muchos países no están tan mal como estamos nosotros y llevan la pandemia con más naturalidad, de manera que los coleccionistas de estos países no tienen la presión y la angustia existencial que se vive aquí”, sostiene Durán. También resisten los precios: “Las subastas son las que marcan el pulso y  resultados y valores de artistas consagrados, consolidados e históricos se han preservado”, afirma  Jordi Mayoral, de la galería homónima.

A lo Winston Churchill

Lo que no resisten son las ventas, aunque su caída va por barrios. Hay galeristas que las rebajan hasta un 70% respecto al mismo periodo del año pasado, otros afirman que han bajado poco. La disparidad de percepción puede estar directamente relacionada con la discreción del sector a hablar de lo pecunario. Aunque hay quien lo tiene claro: “Quien diga que la pandemia no nos afecta es que se ha fumado algo ilegal”.

En lo que coinciden todos los galeristas es en mirar al futuro con el temor que depara la incertidumbre pero con ganas de plantar cara a la situación. A lo Winston Churchill. Durante la segunda guerra mundial y en un contexto con problemas para abastecer al Ejército británico, el Consejo de Ministros propuso al premier más famosos de la historia recortar (o eliminar) el presupuesto de Cultura para reasignarlo al Ministerio de Guerra. Churchill lo tuvo claro: “Si sacrificamos nuestra cultura, ¿alguien me puede explicar para qué hacemos la guerra?”. Y en eso andan los galeristas en salvarse ellos y el arte. No en vano de su buen hacer depende todo un ecosistema creativo. 

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