Iniciativa singular

Un museo de 9x13 centímetros

Noemí Batllori, maquetista e ilustradora, es la impulsora de El Museu Més Petit del Món, iniciativa que ha convertido antiguas llaves de paso del agua del barrio de Gràcia en diminutas obras de arte hechas por niños

Noemí Batllori, con dos de las maquetas construidas por niños que forman parte de El Museu Més Petit del Món, en su taller de Gràcia, este miércoles 15 de julio

Noemí Batllori, con dos de las maquetas construidas por niños que forman parte de El Museu Més Petit del Món, en su taller de Gràcia, este miércoles 15 de julio / periodico

Gemma Tramullas

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Antoine, de 5 años, le había dedicado mucho tiempo a su maqueta. Con sus manitas construyó un edificio de papel, árboles y un planeta hecho con una canica, todo chiquitito para que cupiera en una caja de 9x13 centímetros. En junio pasado, esta y otras maquetas hechas por niños y niñas se colocaron en varios puntos del barrio de Gràcia de Barcelona, en los huecos de las fachadas donde antiguamente estaban las llaves de paso del agua de los edificios. La de Antoine estaba en el número 45 de la calle de Torrijos. Antes de una semana alguien se llevó su 'Ciutat de Mercuri'.

"En este mismo punto ya había desaparecido otra antes –se lamenta Noemí Batllori, la maquetista e ilustradora que está detrás de El Museu Més Petit del Món–. Cuanta más gente conozca la iniciativa y sepa que está pensada y hecha por niños, supongo que dejarán de llevárselas".

Estos días los pequeños construyen sus nuevas obras en el Taller de Maquetes de la calle de la Virtut (que también está abierto a los adultos), pero ahora se resisten a dejarlas en la calle y prefieren llevárselas a casa. Sin embargo, quedan muchas por admirar e incluso existe un mapa para localizarlas.

Hija y nieta de ceramistas, Noemí estudió la especialidad en Moldes y Maquetas, que ya no existe, en la escuela La Llotja. De niña se entretenía haciendo reproducciones a escala con cartulina y, tras los titubeos propios de la adolescencia, fue su padre quien la animó a estudiar lo que le gustaba: "Si te gusta lo que haces, te ganarás la vida", le aconsejó.

"Construir lo cura todo"

Hacer maquetas a mano en la era de las impresoras 3D da lo justo para vivir, pero sobre todo da "mucha satisfacción". "Vas más despacio, estás más atenta, das importancia a las pequeñas cosas… –enumera esta artesana–. Cuando terminas sientes una satisfacción que yo no tengo con la técnica". Uno de sus lemas es: "Construir lo cura todo".

La idea de este museo liliputiense surgió en otoño pasado como un juego con su hija Gala, que solía entretenerse escondiendo cosas con una amiga tras la puertecita que tapaba la antigua llave de paso del agua en la fachada del taller. Noemí le propuso a su hija hacer algo en aquel pequeño espacio y, como Gala estaba estudiando los planetas en clase, decidieron representarlos con bolas de porexpán y colocarlos en el hueco.

"¿Qué título le ponemos?", preguntó la madre. "Entra en el universo", fue la poética respuesta de la hija. De esta manera nació el proyecto de estas puertas que se abren a un museo maravilloso. "Están a un metro del suelo y a esa altura los niños lo ven todo –apunta Noemí–. Es realmente su universo".

Los amigos de Gala se entusiasmaron con la idea y de ahí surgieron los talleres. A la iniciativa de madre e hija se unió también el padre, Wladimir, quien diseñó la parte gráfica. Desde entonces se han construido una treintena de maquetas y la idea es acabar haciendo un catálogo, como en los grandes museos, donde los niños sean protagonistas del arte y no meros espectadores.

Pero el Taller de Maquetas no es solo la sede de El Museu Més Petit del Món, también es el quirófano de L’Hospital de Joguines. A media entrevista, alguien trae a reparar un antiguo coche Buick en miniatura. "Yo jugaba con él de niño, mi hijo lo estropeó y ahora quiero arreglarlo para mi nieto --explica su dueño--. ¿Podrán arreglarlo?". A Noemí se le ensancha la sonrisa: "La gente me deja una parte de su vida en el taller".

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