EL CONFINAMIENTO

Barcelona, confinada y lluviosa

zentauroepp52806956 coronavirus torra200316144653

zentauroepp52806956 coronavirus torra200316144653 / periodico

Toni Sust / Luis Benavides

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Barcelona ha vivido este lunes su primer día de confinamiento a causa del coronavirus, pero cuando todo el mundo esperaba una ciudad fantasma amaneció con imágenes de vagones de metro repletos de gente, principalmente entre las seis y las siete de la mañana en las líneas roja (L1) y azul (L5). Estas situaciones incomprensibles a estas alturas fueron, en cualquier caso, relativamente excepcionales: en general, la capital catalana quedó paralizada.

Que no todos han entendido lo que hay que hacer lo confirma el dato de que el domingo la Guardia Urbana sancionó a 123 barceloneses por no respetar la orden de confinamiento. Otras 2.000 personas y 250 locales recibieron avisos al respecto.

El metro, que este martes reforzará su servicio a primera hora para permitir que haya distancia entre los usuarios, registró llenos, pero los coches perdieron presencia: según el Servei Català de Trànsit (SCT), el tráfico bajó un 40% en los principales accesos del área metropolitana. Normas de excepción: se pospone sin fecha la entrada en vigor del régimen sancionador de la zona de bajas emisiones (ZBE) y no habrá multas en las áreas azul y verde. El Bicing queda suspendido. En los autobuses, algunos chóferes, todavía pocos, llevan mascarillas. Los sindicatos han logrado que el pasaje entre por la segunda puerta y también la supresión de la venta de billetes sencillos en la cabina.

Las tintorerías

En contraste con el metro, a media mañana, en el corazón de Gràcia las calles estaban desiertas. La lluvia reforzó la imagen de desamparo en un desierto comercial con excepciones. ¿Por qué pueden abrir las tintorerías? El responsable de una de ellas, situada en la calle de Milà i Fontanals, no lo entiende muy bien. “Recibimos un mensaje del gremio que dice que podemos abrir, pero no sé cuál es el motivo. Sólo han venido clientes que tenían que recoger ropa imprescindible para trabajar”.

A partir de mañana, esta tintorería abrirá solo de 9 a 13, para cubrir las necesidades esenciales de sus clientes. Nadie ha ido este lunes a hacer un encargo. En otra tintorería, en Joan Blanques, atiende Emanuella, de Roma, que, conocedora de la situación de su país ensaya medidas que allí, dice, se han generalizado: ha colocado una barrera hecha con depósitos de agua para que los clientes potenciales transiten el menor espacio posible cuando entren. También ha limitado el trozo de mostrador al que puede asomarse uno. Son medidas que por ahora no han tenido mucho efecto: ni un cliente esta mañana.

Reservas de tabaco

Además de las tintorerías, están abiertas las tiendas de alimentación, las farmacias, las tiendas de comida para perros, los estancos. En casi todas ha sucedido lo mismo: el viernes y el sábado hubo tanta demanda, fue tanta gente a comprar cigarrillos, pienso para animales, medicamentos y comida, que este lunes las visitas han sido escasas. También sucede en el mercado de la Abaceria, situado temporalmente en paseo de Sant Joan. Las carnicerías, llenas de carne y vacías de clientes. Según un comunicado del consistorio, en los 38 mercados ha habido una afluencia algo inferior a lo que es habitual en los lunes. Algunos mercados están habilitando servicios de reparto a domicilio y Mercabarna ha incrementado sus operaciones esta mañana.

Óscar y Víctor, peluqueros, no entienden cómo se les instó inicialmente a abrir, para luego rectificar

En una plaza de Gràcia, la farmacia, la dependienta, que lleva mascarilla, dice que en general han recibido a gente que necesita recoger medicamentos, pero también un par de ciudadanos que, probablemente hartos de estar en casa, han acudido a comprar crema de cacao para los labios. En el establecimiento, un cartel avisa de que hay que mantener una distancia de dos metros.

En Travessera de Gràcia, Dani y Estel han cerrado la peluquería canina pero siguen vendiendo comida para animales, por considerarlo un servicio esencial: el perro está siendo el ganador de esta crisis: garantiza libertad para pasear a su dueño y tiene la alimentación garantizada. “Por internet vimos que podíamos abrir”, explica ella. Han situado una mesa en la entrada del comercio para asegurar la distancia de un metro con los clientes.  

600 peluqueros en un chat

Después del requiebro y cambio de decisión del Gobierno, las peluquerías están cerradas. Óscar, que tiene una en la calle de Girona, relata que no daba crédito a que se viera obligado a abrir cuando apenas tiene dos clientas con problemas de movilidad, que además cuentan con una persona que les atiende y que les lava la cabeza. Son dos personas que visitan semanalmente la peluquería de Óscar para que les corte o peine el pelo. Pero podrán pasar sin ello unas semanas, argumenta él.

En términos similares se pronuncia Víctor, que tiene una peluquería en la calle de Calvet. Afirma que el estupor primaba en un chat con casi 600 peluqueros que el viernes estaba a punto de estallar por considerar infundado que tuvieran que abrir dada la prudencia que recomiendan las autoridades para prevenir el contagio: “No tenemos manos para trabajar a dos metros de los clientes”. Además, los empleados también mostraron reservas por el riesgo que podía suponer el contacto con otras personas.

En Gràcia no puedes ir al bar ni al gimnasio pero puedes comprar bitcoins en la nueva tienda de criptomoneda

La lluvia caída durante parte de la mañana ha acabado de reducir la presencia de gente en las calles. 

Teléfono para emergencias cannábicas

En la calle de Tordera, un centro cannábico con la persiana bajada ha colocado un cartel con un número de teléfono, se supone que para llamadas de emergencia.

Unas decenas de metros más allá luce un nuevo comercio sin dependientes que llama poderosamente la atención: es una tienda de compraventa de bitcoins, con cajeros metidos dentro de una jaula de protección. Uno no puede ir al bar, ni al cine, ni a hacer deporte, ni a leer a la biblioteca, pero sí mercadear con criptomoneda. Una rareza muy acorde con la sensación de sociedad distópica a la que los barceloneses se acostumbraban este lunes extraño.