ÉRASE UNA VEZ EN EL BARRIO

Historia del cine Verdi

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Toni Sust

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¿A cuánta gente ha hecho usted feliz? No es fácil dar con la cifra que le corresponde a cada uno. Enric Pérez Font está en condiciones de afirmar que ha hecho felices a cientos de miles de personas y muy a menudo. Este barcelonés, nacido en 1954, es el padre de los Cines Verdi. Él lo  resucitó cuando agonizaba, había sido un cine de barrio de escaso relumbrón y también sala de fiestas, y lo convirtió en la multisala con cine de autor subtitulado más exitosa de la ciudad.  Y aunque ese no era su objetivo primordial, contribuyó decisivamente a transformar un barrio, el corazón de Gràcia.

Han pasado casi 40 años desde que empezó esa trayectoria. Los Cines Verdi siguen abiertos, y la gente hace cola para entrar. Pérez fue el protagonista de esta película hasta que en el 2015, después de que una meningitis casi le matara, vendió el 70% de la empresa, y hace cuatro meses,  el 30% restante. A sus espaldas, una tarea titánica que, subraya, no se basó nunca en un reto empresarial, sino en el amor por el cine, en la vocación.

Aquella cámara NIC

Desde Madrid, donde también abrió cines Verdi y donde reside –“Vivir aquí me permitió hablar día a día con las distribuidoras, aunque algunos no lo entendieron en Catalunya”- recuerda su temprana cinefilia: “De niño, pedí a los Reyes una máquina de cine, la primera era una NIC, la película se hacía con rollos de papel, se le daba a la manivela y la imagen se veía en la pared”. De joven fue operador de la Filmoteca Nacional de España: “Estaba en la calle de Mercaders, 20”. A principios de los 80, tenía una empresa de proyecciones ambulantes: “Íbamos a colegios, a centros culturales, por toda Catalunya”.

El negocio funcionaba, pero apareció una oportunidad: “En septiembre de 1982 me dijeron que el cine Verdi tenía previsto cerrar a final de año. Me preguntaron si me interesaba. Iba mal, programaba películas S, eróticas. Los cines de barrio atravesaban un mal momento. El local no podía ser lo que la propiedad quería: un bingo, una sala de juegos. No estaban autorizados. Me interesó mucho llevar un cine”.

Aquel barrio

“Cuando yo llegué, aquello era un barrio de gente mayor, muy  deprimido. Las pocas tiendas que había no se habían cuidado. En 1983 empiezo con un programa de cine doble: de lunes a jueves, de temas más bien serios, y de viernes a domingo, de temas más familiares. El primer año, se dobla la recaudación de la antigua propiedad. En 1985 se triplica. El barrio empieza a ver que el cine le puede dar vida. En una reunión, los vecinos y comerciantes me dicen qué tenemos que hacer y les dije que lo primero era sacar las telarañas de los escaparates. Aparece algún restaurante pequeño, el primero fue Can Majó, en la calle del Or”. Son los primeros años de Pérez en el Verdi, en los que comparte la gestión con Joan Pol, de 1983 a 1986. Ese año, la comercialización de los vídeos VHS y “una crisis de guiones en Hollywood” hace que la recaudación de los cines se derrumbe.

Pasqual Maragall, cliente de los cines, instó a Pérez a que abriera el Verdi Park

Ya solo al frente de la empresa, Pérez lanza su proyecto genuino en 1987. Un año antes había comprado ‘Teléfono rojo, volamos hacía Moscú’, de Kubrick, y la había programado en versión original subtitulada sin la censura que la mutiló en España. Y vio que aquello funcionaba. De una sala, pasó a tres: “En agosto, después de la fiesta mayor de Gràcia, dividimos la sala en tres, las actuales 1, 2 y 3, en solo dos meses. Empezó una política de cine de autor, no comercial de entretenimiento, en versión original. Estrenos. Nadie daba un duro por nosotros. ‘¿Quién vendrá a este barrio? Las calles son estrechas, no se puede aparcar’, decían. Luis del Olmo afirmó en la radio: ‘Es un chico joven sin experiencia. No durará un año’”, recuerda.

La visita de Maragall

Pasaron unos meses hasta que el modelo se popularizó:  “En el verano de 1988 la gente empezó a subir en masa. Eso llamó la atención de los comerciantes, sobre todo de los dueños de locales, que vieron cómo aparecía gente de la restauración que pagaba mejores alquileres que una lampistería o una tienda de tejidos. La actividad del Verdi provocó una transformación total del barrio a principio de los 90”En 1990, el Verdi ya tenía el mayor índice de ocupación entre semana. Pérez se convirtió en distribuidor para traer cine que no llegaba: “La gente no sabía que en Asia se hacían películas, y traje ‘La linterna roja’”.

En 1992, con tanta demanda, las tres salas se le quedan pequeñas y se hace con la discoteca que estaba sobre el cine. Abre las salas 4 y 5: “El ayuntamiento estaba encantadísimo. En la discoteca había droga y hasta hubo un asesinato”. “Durante la fiesta mayor de 1994, la comitiva municipal, con Pasqual Maragall a la cabeza, pide que salga. Y Maragall, cliente habitual del cine, me dice: ‘Tienes que hacer más salas. En la calle de Torrijos ha cerrado una fábrica textil. Si te pones de acuerdo con la propiedad te facilitaremos hacer las salas'”. Así nació el Verdi Park. Y se disparó el éxito: “Había periodos en los que no estrenaba nada, porque ‘Un lugar en el mundo’, ‘La doble vida de Verónica’, ‘La linterna roja’ duraban meses en la cartelera”.

Adolfo Blanco compró los cines a Pérez: "El Verdi es lo más importante que ocurrió a los cinéfilos en Catalunya en el siglo pasado"

El éxito era indiscutible y en el 2002, el Verdi ganó el primer premio Europa Cinemas a la mejor sala europea, en su primera edición: de 654.000 espectadores recibidos en un año, 476.000 habían visto cine europeo, muy por delante del segundo de la lista. La película se torció en el 2012: “El ministro Cristóbal Montoro subió el IVA de los cines del 8% al 21% porque le tenía manía a la familia Bardem. Y nos mató a todos”. Los Verdi rozaron el cierre. Los restauradores de la zona entraron en pánico.

Después de Montoro llegó la meningitis. Y Pérez dijo basta. No quería legar problemas a su familia: “Encontré un socio maravilloso”. El socio maravilloso es Adolfo Blanco, fundador de A Contracorriente. La persona que en esta historia actúa como secuela exitosa. “Sin él igual no estaríamos hablando ya del Verdi”, dice Pérez.

La remontada

Blanco resume cómo afrontó la recuperación: “Hemos tenido suerte y apoyo. Y hemos hecho algunas cosas bien. Teníamos que remontar y perdíamos 4-0. Salimos adelante con el apoyo de las instituciones. Los Verdi han salido de la UVI y ahora los tenemos en planta. A lo mejor con el tiempo acaba siendo una actividad económicamente rentable”. Entre otras cosas, ha recuperado las hojas de películas, que inventó el Verdi. El tono de la programación es algo más comercial, “sin dejar de ser cine de autor”.

Antes que propietario, Blanco fue usuario del Verdi. Llegó a Barcelona en 1988 para estudiar un máster y se fue a vivir a Gràcia. Ya estaba enamorado del cine y se dio cuenta de lo que ahora proclama: “El Verdi es lo más importante que le ocurrió a los cinéfilos en Catalunya en todo el siglo pasado”. Los número actuales hablan de presente y futuro: entre 5.000 y 7.000 personas van al Verdi entre el viernes y el domingo en los fines de semana buenos. Y cerca del 40% del público tiene menos de 35 años.

Pérez explica que ahora se dedicará a restaurar películas. Ya tiene la primera en mente. No avanza más datos. “No sé si el barrio hubiera cambiado y lo hubiera hecho más tarde sin el cine Verdi. Ha valido la pena vivir la experiencia”. Lo mismo piensan esos cientos de miles de espectadores a los que tan felices ha hecho Pérez.