Herencia a conservar

Gràcia protege su identidad a través del patrimonio

El edificio que acogió la Sedería Fàbregas, en la calle del Robí, 30-36

El edificio que acogió la Sedería Fàbregas, en la calle del Robí, 30-36 / periodico

Natàlia Farré

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Que el barrio de Gràcia tiene una identidad propia es algo que nadie discute. Ni sus vecinos, orgullosos de ello, ni el resto de la ciudad; quizá, solo quizá, algunos envidiosos. Una identidad propia fruto de su origen y posterior evolución. Es decir, una zona rural nacida al amparo del convento de Nostra Senyora de Gràcia, popularmente conocido como Els Josepets, que dio nombre a este barrio. Una zona que se urbanizó a partir de plazas y parcelaciones de terrenos agrícolas y creció cuando la huerta dejó paso a la industria. Y una zona con carácter que no se ha librado de los desmanes del urbanismo más voraz y que ha estado, incluso, a punto de desaparecer. 

¿Cuándo? En 1917, año en que Ferran Romeu tuvo la osadía de proyectar la Vía O. Al igual que la construcción, a principios del siglo XX, de la Gran Vía A (la actual Via Laietana) se llevó por delante todo el entramado de callejuelas medievales del casco antiguo de Barcelona para unir el Eixample con el puerto, la Vía O tenía como objetivo arrasar gran parte del pueblo histórico de Gràcia para aunar el paseo de Sant Joan y la plaza de Lesseps. El Plan Romeu, que así se llamaba el proyecto, estuvo vigente hasta 1986, fecha en la que se aprobó su desafectación total. 

Con el indulto, Gràcia no perdió una parte importante de su identidad construida a base de urbanismo y paisaje, dos elementos que ahora se intentan preservar a toda costa. La primera revisión normativa del patrimonio de la ciudad – 'Catàleg de patrimoni històric-artístic de Barcelona de 1979'– focalizaba sus prioridades en lo arquitectónicamente monumental, también en Gràcia, ahí estaban ya la Casa Vicenç y el parque Güell. La actual revisión huye de ello para centrarse en la morfología del tejido urbano, de construcción significantemente muy diferente en los distintos barrios de Barcelona; la sostenibilidad, es decir,  mantener para no construir de nuevo, y la biodiversidad, identificando los patios y jardines privados que aún mantienen vegetación para proceder a su salvaguarda. 

El destierro: la casa del Baró de la Barre pierde el título

Una revisión que abarcará a toda la ciudad, que ya hizo sus primeros pasos en Horta y la parte antigua de Sant Andreu y que ahora aborda su trabajo más ambicioso con la actual propuesta de Gràcia y su pendiente modificación del  Plan General Metropolitano (PGM). El trabajo ha supuesto el estudio pormenorizado de 218 hectáreas y ha dado como resultado que se doble el número de edificios protegidos, pasando de 564 a 1.021, y la documentación exhaustiva de las 35,2 hectáreas verdes de la zona. Aunque no todo han sido ingresos, el nuevo catálogo también tiene bajas. Una sola: la casa del Baró de la Barre (Gran de Gràcia, 190), un palacete de principios del XIX de estilo neoclásico cuyas modificaciones lo alejan de su aspecto original y de los criterios necesarios para permanecer en el catálogo.  

La historia: el crecimiento inmobiliario del XX

El Baró de la Barre sale y la casa de Margarita Batlle entra. El edificio modernista de la calle de Verdi, 111, debe el nombre a su propietaria, y su inclusión en la lista de  inmuebles protegidos, a su arquitectura –galería de seis arcos de medio punto, balcón de hierro forjado,  fachada ornamentada y esgrafiada, e interiores conservados– y a su valor como ejemplo de la explosión inmobiliaria que Gràcia vivió a principios del siglo XX. La casa fue primero unifamiliar y luego se convirtió en edificio de pisos de alquiler. El jardín interior es otro elemento importante que le ha permitido acceder al Olimpo del patrimonio. Como se han incorporado, también, la casa de Jacint Esteva, la casa de César Santurio y la casa de Matas. En total, suman 25 nuevas entradas de edificios que merecen una protección individual. 

Las fábricas: un olvidado pasado industrial, a relieve

El catálogo actual recoge casas particulares, sí, pero también fábricas, un patrimonio que se ha perdido pero que existía. Se conservan pocas y hay que preservarlas. Se trata de construcciones que no tienen grandes dimensiones pero sí son contundentes, como ejemplifican los tres nuevos edificios a proteger: la Fàbrica Peitx (Francisco Giner, 25-27), la Fàbrica Joaquin Cordomí y Rius (Torrent de l’Olla, 208) y la Sedería Fàbregas (Robí, 30-36). La primera y la última son ejemplos de la importancia que tuvo la industria textil en Gràcia a principios del XIX y también ejemplos del poco valor que se les dio a estas construcciones en el XX, años en los cuales o fueron transformadas o destruidas. La tercera en discordia es de construcción tardía y racionalista, y no se dedicaba al textil sino al chocolate.  Además, pasa por ser un el mejor ejemplo de edificación fabril de posguerra del distrito. Pero no son sus características arquitectónicas las razones principales de que los tres edificios entren a formar parte del catálogo y merezcan una alta protección individual: pesa mucho más su tipología (industrial) y el hecho de que documenten la historia y el pasado fabril de Gràcia.

El centro: blindaje de 390 edificios de la Vila

En ese desarrollo demográfico tuvo mucha importancia la ordenación del territorio alrededor de las plazas. Entre los años 1830 y 1879, se levantaron 10 como mínimo: Trilla, Llibertat, Orient (actual plaza de la Vila), Sol, Isabel II (actual plaza de la Revolució), Diamant, Nord, Rovira i Trias, Joanic y Virreina. Son conjuntos protegidos desde el 2000, que ahora se han visto reforzados con la entrada en el catálogo de edificios que carecían  de amparo. Es el caso de dos fincas de la plaza del Diamant (calle de l’Or con Guilleries), que no tienen elementos destacables arquitectónicamente hablando pero que sí presentan una tipología propia del territorio: fachada de seis metros alineada en ejes verticales, ventanas enmarcadas y planta baja con arco rebajado más tres o cuatro pisos de altura. Es el modelo de finales del XIX y también el modelo de construcción tradicional que permite mantener el ambiente, la personalidad y la identidad de Gràcia. Un claro ejemplo de los nuevos criterios patrimoniales donde la visión del urbanismo y el paisaje es tan o más importante que la monumental. En este criterio encaja,  asimismo, la protección del llamado conjunto de la Vila, 390 edificios de antes de 1932 levantados en el centro histórico que pasan a ser intocables y que caracterizan el tejido urbano tradicional de Gràcia. 

El verde: ni patio ni jardín ni árbol sin rastrear

Pero además de piedras, la revisión ha comportado el rastreo palmo a palmo de 35,2 hectáreas de cobertura verde, de las cuales 20,8 son patios y jardines privados. El objetivo es encontrar las herramientas urbanísticas necesarias para protegerlas y así consolidar su papel medioambiental. Además, la minuciosa diagnosis verde ha permitido detectar 12 árboles destacables por sus características susceptibles de ser incorporados al catálogo de árboles de interés local.